martes, 4 de junio de 2013

AYUDA PARA VÍCTIMAS DEL TSUNAMI


Lugar: Mozambique 

Palabra de Dios: Deuteronomio 15:11

Nos gustaría colaborar con dinero para ayudar a las víctimas del tsunami -dijo Dercio, entregando algunos meticales de Mozambique (nombre de la moneda local) al voluntario de la Cruz Roja.

Era una pequeña donación, pero el voluntario de la Cruz Roja sabía que significaba un gran sacrificio para Dercio y su familia.

-Aquí hay algunas ropas -dijo Mbwebwe, el hombre que seguía en la fila, y entregó dos camisas limpias y prolijamente dobladas.

El voluntario de la Cruz Roja le agradeció, y colocó las dos camisas en la pila, que iba creciendo detrás de él.

Las pequeñas donaciones siguieron entrando. La gente se había enterado del desastre provocado por el tsunami en el sudeste asiático.

Miles de personas habían muerto, y muchas habían perdido todas sus posesiones. Las olas se habían llevado consigo casas enteras.

-Me gustaría poder dar más -dijo Kransinaque.

Y ese fue el sentimiento expresado por muchas personas que se acercaron al centro de donaciones de la Cruz Roja durante las semanas posteriores a la catástrofe. Querían ayudar, y estaban dispuestas a compartir lo poquito que tenían.

La gente podría haberse negado a dar, pensando que lo poco que tenían no podría ayudar mucho a los demás. Pero, aunque muchas de las donaciones fueron pequeñas, se fueron sumando, gracias a la generosidad de muchas personas como Dercio, Mbwebwe y Kransinaque.

Piensa en lo que tú puedes hacer para ayudar a otros que están en necesidad. La Biblia dice: “Gente pobre en esta tierra, siempre la habrá; por eso te ordeno que seas generoso con tus hermanos hebreos y con los pobres y necesitados de tu tierra” Quizá no tengas mucho para dar, pero recuerda que aun un poquito puede ser una gran bendición para alguien que necesita ayuda.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

A LA ESPERA DE UN MILAGRO QUE NO LLEGA

Atiende, Señor, a mis palabras; toma en cuenta mis gemidos. Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi plegaria. Salmo 5:1-2.

Querida hermana, aunque día a día somos testigos y beneficiarias de los milagros de Dios, casi me atrevo a asegurar que toda mujer, en el fondo de su corazón, esta o ha estado a la espera de un milagro especial. Precisamente de ese milagro que, en tantas ocasiones, no llega. Entonces, al borde de la desesperación, decimos como David: “¿Porqué, Señor, te mantienes distante? ¿Por qué te escondes en momentos de angustia?” (Sal. 10:1).
Quiero decirte que esa es mi experiencia. He rogado, clamado y llorado esperando un milagro, sin que haya llegado a hacerse realidad. ¿Será que la bondad de Dios se ha cerrado para mí? ¿O será que ya ha llegado, aunque no en la forma en que yo esperaba? ¿Es tu caso parecido al mío? Si es así, permíteme compartir contigo algunas de las reflexiones que me han animado durante el tiempo de espera. La bondad de Dios es infinita, por eso siempre nos dará lo mejor. Lo que sucede es que, muchas veces, las peticiones que le hacemos son demasiado personales y nos hacen caer en el egoísmo. Dios nos recuerda que “nuestras oraciones no han de consistir en peticiones egoístas, meramente para nuestro propio beneficio. Hemos de pedir para poder dar” (Palabras de vida del gran Maestro, cap. 12, p. 108).
Me tranquiliza la certeza de que Dios conoce mi vida de principio a fin, aunque en ocasiones cambia el curso de los acontecimientos pensando en mi bienestar. Eso lo hace a pesar de mi ceguera, pues sabe con certeza que no siempre estaré de acuerdo. ¡Así es la protección de Dios! Si confiamos en él, algún día podremos mirar hacia atrás y alabarlo por su gracia.
No debemos dudar del poder de Dios para contestar a nuestras oraciones o para manifestarse de manera milagrosa en nuestras vidas. Dios continuamente nos ve y nos escucha, como leemos en su Palabra: “Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones” (Sal. 34:15). El Señor, que conoce mi corazón, interpreta en su sabiduría mis emociones y sentimientos, y actúa no en función de ellos, sino de acuerdo a lo que conviene para mi salvación y la de los que amo.
Por eso, amiga, si hoy imploras para que se produzca un milagro en tu vida, ten la seguridad de que llegara en el momento y de la forma que Dios escoja. Eso debe llenarte de gratitud y de paciencia durante la espera.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LA SEGURIDAD DE NUESTRA HERENCIA

Pues un testamento solo adquiere validez cuando el testador muere, y no entra en vigor mientras vive (Hebreos 9:17).

En el año 2007 se produjo un frenesí mediático que durante varias semanas captó la atención de la prensa sensacionalista y dominó la atención de los programas de noticias de la televisión y la radio. El origen de todo aquello estaba en la triste y trágica muerte de Anna Nicole Smith, actriz y modelo que falleció por una sobredosis accidental de drogas sin haber puesto al día su testamento tras el nacimiento de su hija, Danielynn, y la posterior muerte de su hijo Daniel.
Todas las personas relacionadas con el caso, e incluso las no implicadas en él, parecían tener una opinión diferente sobre lo que Anna Nicole Smith habría querido. Algunos decían que habría deseado ser enterrada en Texas, cerca de su familia, otros decían que en Los Ángeles, y aun otros defendían la idea de que su deseo habría sido ser enterrada junto a la tumba de su hijo en las Bahamas. Después, en un vuelco de los acontecimientos, al menos cinco hombres diferentes pretendieron ser el presunto padre de Danielynn, la hija de Anna.

Así que surgieron varias preguntas: ¿Dónde quería ser enterrada? ¿Quién era el padre de su hija? ¿Quién se convertiría en el tutor legal de la enorme herencia de aquella niña?
Dichas interrogantes constituyeron una pesadilla legal y produjeron un frenesí mediático.
Al final, todo el mundo parecía estar de acuerdo en lo diferente que habría sido toda la situación si al menos Anna Nicole Smith hubiera dejado un testamento actualizado.

Este penoso incidente nos ayuda a entender la claridad del testamento que Jesús, nuestro Señor, dejó confirmado el día en que murió. En marcado contraste con toda la incertidumbre que rodeó los deseos de Anna Nicole Smith, como dice nuestro texto de hoy, el testamento se confirma con la muerte del testador y expresa su última voluntad para sus herederos. Según el testamento de Jesús, nosotros somos coherederos con él de la herencia de la vida eterna. La mansión que Cristo fue a preparar es una parte de nuestra herencia.

Dios no ha dejado a sus hijos en la incertidumbre. El día que Cristo murió dejó sellado su testamento. Nadie puede alterarlo. La herencia eterna pertenece a los que acepten a Cristo por la fe y obedezcan por la misma gracia sus mandamientos. ¿Estás dispuesto a recibir la herencia de Cristo?.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

FUERTE EN CRISTO


Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Efesios 3:16.

Nuestro Salvador representa sus requisitos como un yugo y que la vida cristiana equivale a llevar cargas. Pero al contrastarlos con el poder cruel de Satanás y la carga que el pecado impone, él declara: "Mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat. 11:30).
Cuando intentamos vivir la vida de un cristiano, llevar sus responsabilidades y cumplir sus deberes sin Cristo como ayudador, el yugo es abrumador y la carga intolerablemente pesada. Pero Jesús no desea que hagamos esto. Él invita al cansado y cargado: "Venid a mí... y yo os haré descansar... Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11:28-29). Aquí se revela el secreto del descanso que Cristo promete darnos. Debemos poseer su sencillez de espíritu, y hallaremos paz en él.
Muchos profesan venir a Cristo a la vez que se aferran a sus propios caminos, que son un yugo doloroso. El egoísmo, el amor al mundo u otro pecado acariciado destruyen su paz y gozo. Mi compañero cristiano... recuerde que usted se encuentra al servicio de Cristo. Sea cual fuere su carga o cruz, levántela en el nombre de Jesús; llévela con su poder. Él declara que su yugo es fácil y ligera su carga, y yo le creo. Yo he comprobado que sus palabras son verdad.
Quienes son inquietos, impacientes; [quienes están] insatisfechos bajo el peso de la preocupación y la responsabilidad, intentan llevar su carga sin la ayuda de Jesús. Si él estuviese a su lado, la luz del sol de su presencia esfumaría toda nube, la ayuda de su brazo fuerte haría liviana toda carga...
Nos cargamos a nosotros mismos con preocupaciones innecesarias y ansiedades y nos abrumamos con pesadas cargas porque no aprendemos de Jesús... Los verdaderos seguidores de Jesús no son como el mundo en palabras, obras y conducta. Oh, ¿por qué no lo siguen plenamente todos sus profesos hijos? ¿Por qué han de llevar cargas que él no les ha impuesto?...
En cada acción de la vida, los cristianos deben intentar representar a Cristo, hacer que su servicio parezca atractivo... Dejad que las gracias del Espíritu sean manifestadas en bondad, mansedumbre, paciencia, alegría y amor...
El amor a Jesús será visto, será sentido. No puede ocultarse. Ejerce un poder maravilloso. Hace que el tímido sea atrevido, el perezoso diligente, el ignorante sabio... El amor a Cristo no se desanimará por la tribulación ni se apartará del deber por los reproches.— Review and Herald, 29 de noviembre de 1887.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White