lunes, 29 de abril de 2013

UN MONSTRUO EN EL CAMPO

Lugar: México 
Palabra de Dios: Daniel 2:34, 35

¿Qué harías si el suelo sobre el que estás parado se comienza a poner cada vez más caliente? No caliente naturalmente, por un día soleado, sino realmente muy caliente.
Un agricultor araba su campo de maíz en el año 1943, cuando de pronto comenzó a sentir calor debajo de sus pies. Estaba tan caliente que comenzó a subir humo de la tierra.
Entonces, repentinamente la tierra comenzó a temblar. A eso le siguió más humo. ¡Y apareció una grieta en la tierra! Luego, vinieron cenizas, vapor y lava. El agricultor volvió corriendo a la aldea, gritando: "¡Hay un monstruo en mi campo de maíz!" El "monstruo" resultó ser un volcán en actividad.
La gente de la aldea de Parícutin tuvo que ser evacuada, porque el volcán continuó arrojando desechos a todo su alrededor. Sepultó el pueblo de Parícutin, así como también otro pueblo cercano, bajo las cenizas y la lava. El volcán siguió creciendo y elevándose, hasta que hubo una montaña donde antes había habido un campo de maíz.
Esto me recuerda el sueño del rey Nabucodonosor. ¿Te acuerdas del sueño de la estatua de diferentes metales? El sueño termina así: "Una roca que nadie desprendió vino y golpeó los pies de hierro y barro de la estatua, y los hizo pedazos". "... El viento barrió con la estatua, y no quedó ni rastro de ella. En cambio, la roca que dio contra la estatua se convirtió en una montaña enorme que llenó toda la tierra".
Esa es la parte más importante del sueño: una montaña creció y creció, hasta que llenó toda la tierra. Dios estaba revelando el futuro. Luego de que muchos reinos se levantaran y pasasen, Dios establecería su Reino en la tierra; uno que nunca terminaría.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

VOLAR SOBRE EL FANGO

Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Santiago 4: 7-8.

Hace poco tiempo leí la noticia de una familia que, por causa de un aguacero, quedó atrapada en el fango dentro del automóvil en que viajaban. Las brigadas de rescate que acudieron en su auxilio no encontraban la forma de llegar a ellos, pues si lo hacían quedarían automáticamente atrapadas también. Finalmente alguien dijo: «Solamente los rescataremos si los hacemos volar sobre el lodo». Con la ayuda de fuertes sogas y un helicóptero, fue posible.
Las avalanchas del mal pueden llegar a nosotras por medio de modernos y novedosos estilos de vida, conceptos revolucionarios acerca de Dios y su existencia, atractivas propuestas para vivir la feminidad, etcétera. Frente a esto, la única solución para no contaminarnos es ¡volar! Sí, pasar por encima de las tendencias y las modas, aunque por ello nos tachen de raras. Dios lo hace posible si se lo permites.
En medio de todas estas corrientes de mal Dios nos dice: «Si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece» (Juan 15: 19). No podemos quedar atrapadas en la contaminación terrenal que nos rodea, y si esto sucede, debemos reclamar la presencia de Dios y esperar en él. Él es el único ser capaz de hacer posible el vuelo que preservará nuestra vida del mal.
Cualquier circunstancia puede hacernos entrar en contacto con el mal, pero es por nuestra decisión y con la ayuda de Dios como podemos apartarnos de él.
Amiga, ¡Vuela! ¡Vuela en todo momento! Asida con fe a la cuerda de la oración, que te lleva a la misma presencia de Dios, sigue firme en tus convicciones, promueve cambios en tu vida acordes a la voluntad del Señor, muévete hacia las cosas santas que ennoblezcan tu proceder, y sé un buen ejemplo para las demás. Establece tus propios valores y persiste en ellos, aunque todos vayan en la dirección contraria. No te dejes seducir por ideas novedosas que te aparten de Dios. Si sigues estos consejos, seguramente vas a tener un vuelo placentero.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL ENIGMA DE LAS EXTREMIDADES FANTASMAS

Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad (Juan 17: 17).

En el siglo XVI, el cirujano francés Ambroise Paré observó que muchos de los que sufrían la amputación de alguna de sus extremidades seguían sintiendo vívidamente la presencia de esas extremidades mucho después de la operación. Cuando Lord Nelson perdió el brazo derecho en un asalto sin éxito a Santa Cruz de Tenerife, no solo sentía vívidamente la presencia del brazo amputado sino también dolor y la sensación inconfundible de dedos tocándole la palma de la mano de ese brazo. Lord Nelson declaró que esta era una evidencia contundente de la existencia del alma. Más tarde, Silas Weir Mitchell, eminente médico de Filadelfia, acuñó el término «extremidad fantasma» para describir este fenómeno que había observado en muchos de los que sufrieron amputaciones durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos.
Este fenómeno plantea un problema realmente complejo para la medicina contemporánea. ¿Cómo resolver el problema del dolor en una extremidad que no existe? Los científicos coinciden en que este no es un problema psicológico y también en que el dolor que experimentan es real y, algunas veces, extremadamente agudo. Sin embargo, no han encontrado una explicación satisfactoria para la razón de este fenómeno. Sencillamente, es un dolor que no debería experimentarse porque la extremidad ya no existe.
Muchas veces nosotros creamos extremidades fantasmas en nuestra vida espiritual que causan mucho dolor y sufrimiento. Lo más triste es que este dolor no debería existir porque Dios ha extirpado la causa de ese dolor, pero nuestras ideas erróneas perpetúan nuestro sufrimiento. Una de las «extremidades fantasmas» más terribles de nuestra vida espiritual es la culpabilidad. Si alguna vez has cometido actos vergonzosos o dañinos para otros sabrás que la culpabilidad produce un dolor muy agudo y una carga muy pesada. Esta carga deforma nuestra conciencia y nos separa de los demás, incluyendo a Dios mismo y a aquellos que desean nuestro bien.
Paradójicamente, el sentimiento de culpabilidad puede llevarnos a repetir esos actos vergonzosos como si el dolor que producen pudiera expiar nuestra culpa, pero aquellos que conocen a Jesús no tienen por qué sufrir. Jesús nos pide que confesemos nuestros pecados y aceptemos su sacrificio por nosotros. A cambio promete perdonar nuestras faltas y sanar nuestro dolor. Sin embargo, a muchos nos cuesta trabajo creer y seguimos experimentando un dolor que no debería existir.
Pídele hoy a Dios que te ayude a creer para que seas liberado del fantasma maligno del sentimiento de culpabilidad. Así encontrarás la paz de Cristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL JUEZ INJUSTO

Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Lucas 18:4, 5 (lea Lucas 18:1-8).

En esta parábola Cristo destaca un marcado contraste entre el juez injusto y Dios. El juez, aunque no teme a Dios ni al hombre, escuchó a la viuda por sus peticiones constantes. Aunque su corazón permaneció como el hielo, la persistencia de la viuda le dio resultado. Él le hizo justicia, aunque no sentía pena ni compasión por ella, aunque su miseria no le significaba nada. "Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?" (vers. 6, 7).
El juez cedió al pedido de la viuda meramente por causa de su egoísmo, para verse aliviado de su persistencia. ¡Cuán diferente es la actitud de Dios respecto de la oración! Nuestro Padre celestial puede que parezca no responder inmediatamente a las oraciones y pedidos de su pueblo, pero nunca se aparta de ellos por indiferencia. En esta parábola y la del hombre que se despierta a medianoche para suplir la necesidad de su amigo, para que el amigo pueda ministrar a un vagabundo necesitado, se nos enseña que Dios escucha nuestras oraciones. Demasiado a menudo pensamos que nuestras peticiones no son oídas, y albergamos la incredulidad y desconfiamos de Dios cuando debiéramos reclamar la promesa: "Pedid, y  os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Luc. 11:9)...
¿Qué es la oración? ¿Meramente la presentación del hambre del alma? No; la presentación de nuestras perplejidades y necesidades, y de nuestra necesidad de la ayuda de Dios contra nuestro adversario el diablo... La oración ha de ofrecerse para la preservación de la vida, para la preservación de cada capacidad o facultad, para que podamos rendir el servicio más elevado a nuestro Hacedor...
El Juez justo no rechaza a nadie que vaya a él con contrición. Se complace más con su iglesia, que lucha contra la tentación aquí abajo, que en el imponente ejército de ángeles que rodean su trono. No se pierde ni una oración sincera. Entre los himnos del coro celestial, Dios escucha los clamores del ser humano más débil. Usted que se siente más indigno, encomiende su caso a él, porque sus oídos están atentos a su clamor. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Rom. 8:32).— Signs of the Times, 15 de septiembre de 1898.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White