viernes, 26 de abril de 2013

LOS ARROZALES

Lugar: Japón
Palabra de Dios: Malaquías 3:10, 11

-Comenzaremos a cosechar más tarde esta semana -le dijo la señora Takada a su hija Etsuko, mientras contemplaban sus tres arrozales.
-Deberíamos obtener, con ello, dinero suficiente para enviarte al colegio adventista.
Pero, esa tarde las nubes comenzaron a cubrir el cielo. El locutor de la radio anunció:
-Un gran tifón, con vientos de alrededor de doscientos kilómetros por hora, se dirige hacia nosotros. Aten sus animales y maquinarias. Esta va a ser una tormenta muy fuerte.
Etsuko y su madre comenzaron a orar. Esa noche, el tifón pasó por la aldea. Las fuertes lluvias y vientos provocaron muchos daños. Cuando llegó la mañana, Etsuko y su mamá corrieron afuera.
-Los arrozales están inundados -les dijo su vecino-. ¡Todo ha sido destruido!
Madre e hija se apresuraron a ver lo que había sucedido. Todo alrededor de su pequeño arrozal, la tormenta había aplastado las cosechas vecinas en el barro... pero, el arroz de ellas seguía en pie, listo para ser cosechado. Rápidamente caminaron hasta sus otros dos arrozales, y descubrieron la misma sorpresa. ¡Dios había protegido el arroz de ellas!
-¿Cómo fue que sobrevivieron los tres arrozales de ustedes? -quisieron saber sus vecinos.
-Creemos en el Dios cristiano -les dijeron Etsuko y la Sra. Takada-, y él tuvo cuidado de nosotras, tal como lo prometió.
Luego, leyeron los versículos de Malaquías: "Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto -dice el Señor Todopoderoso-, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde. Exterminaré a la langosta, para que no arruine sus cultivos y las vides en los campos no pierdan su fruto -dice el Señor Todopoderoso".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SEÑALES DE ADVERTENCIA

El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra [...], él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas [...]. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, «puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos». Hechos 17:24-28.

Yo no sé prácticamente nada acerca de motores de automóviles, por eso sigo al pie de la letra el consejo del mecánico: «Cuando se encienda una luz en el salpicadero del auto, es señal de que algo anda mal. ¡Acuda pronto al taller!». Seguir este consejo me ha librado de sufrir muchos percances, como incurrir en gastos que no tenía contemplados o sufrir contratiempos en mis viajes.
Quizás podamos aplicar este mismo principio a nuestra vida cristiana. De vez en cuando se encienden luces de advertencia en nuestros tableros, que nos indican cómo está nuestro nivel de intimidad con Dios. Cuando perdemos el deseo de comunicarnos con el Padre celestial por medio de la oración; cuando ya no buscamos con tanta frecuencia conocer su voluntad por medio de la lectura de su Palabra; cuando la duda comienza a hacer mella en nuestra mente y sentimos que los mandatos divinos se han convertido en cargas para nosotras, ¡estamos en peligro!
Presta atención a las luces de advertencia. Si estas señales que se encienden en nuestra conciencia no son atendidas de inmediato, estamos en peligro de muerte espiritual. ¿Por qué? Porque poco a poco nos vamos volviendo insensibles al llamado del Espíritu Santo, lo que nos pone a merced de Satanás. No debemos tomar livianamente estas señales, no podemos pasarlas por alto, no es bueno ignorarlas, pues entonces ponemos en juego nuestra salvación. Seríamos una influencia negativa para los más débiles e iríamos camino de nuestra propia destrucción.
No permitamos que los afanes de nuestra vida cotidiana se vuelvan tan absorbentes que descuidemos nuestros ejercicios devocionales, los cuales nos llevan a desarrollar una necesaria intimidad con el Padre, y proveen salud y bienestar a la mente y al espíritu.
Amiga, si al leer esta reflexión te das cuenta de que una o más de las señales de advertencia de tu vida está encendida, acude al taller del Señor y permite que repare lo que está mal. Sigue al pie de la letra sus instrucciones y, en adelante, dale el mejor mantenimiento posible para que todos los niveles estén bien.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

MEDIAS SONRISAS Y OTROS MALES

La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo (Santiago 1:27).

En la lectura de hace tres días aprendimos que existen en el cerebro diferentes regiones que se encargan de aspectos especializados del funcionamiento de nuestro cuerpo. Una forma en que los científicos han podido comprender esto es por medio del estudio de los efectos de los accidentes vasculocerebrales. O sea, derrames o coágulos que, por obstrucción del flujo sanguíneo dañan una región del cerebro. Por ejemplo, cuando se daña la corteza motora derecha del cerebro, empiezan a surgir problemas en la parte izquierda del cuerpo, porque la corteza motora derecha coordina los movimientos del lado izquierdo del cuerpo.
Algunas veces nadie imagina que se ha dañado el cerebro hasta que se observan los efectos de estos accidentes. Los efectos pueden ser tan diversos como diferentes son las regiones del cerebro. Por ejemplo, algunos solo pueden sonreír para la cámara con la mitad derecha del rostro o mover solo la parte derecha del cuerpo porque ha existido un daño en la corteza motora derecha del cerebro. Estas mismas personas, sin embargo, pueden sonreír espontáneamente con ambas partes del rostro cuando ven a un ser querido o estirar ambos brazos cuando bostezan porque estos movimientos no son coordinados por la corteza motora sino por el ganglio basal u otra parte que no ha sufrido daño. Algunos accidentes muy pequeños pueden tener consecuencias de largo alcance. Hay quienes pierden, por ejemplo, la capacidad de recordar nuevos datos o de hacer cálculos matemáticos debido a daños en regiones pequeñas del cerebro que realizan o coordinan estas actividades.
Lo mismo ocurre con los cristianos. Muchas veces la única forma de saber si existe algún daño en la vida espiritual es observando los efectos en las acciones de una persona. La Biblia llama a esto «las obras de la naturaleza pecaminosa» (Gal. 5:18-23). Ante las necesidades de una persona se despierta nuestra compasión y nuestras acciones revelan lo que hay en nuestro corazón. Dios dice que la misericordia y la compasión, dar un vaso de agua y pan al hambriento, o ayudar a las viudas y los huérfanos, perdonar y amar a los que no nos aman, revelan si somos hijos suyos o no (Mat. 25; 5:44-48; Sant. 1:26-28).
¿Cómo está tu salud espiritual? ¿Qué revelan tus actos en cuanto al estado de tu corazón? Pide hoy al Señor que empiece a curarte. Es el médico por excelencia.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL HERMANO MAYOR

Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Lucas 15:28.

Marque los temas en la parábola. El hermano mayor que viene del campo, al oír la algarabía, pregunta qué sucede, y se le dice del regreso de su hermano y de cómo mataron el becerro gordo para la fiesta. Entonces se revela egoísmo, orgullo, envidia y malignidad en el hermano mayor. Siente que favorecer al pródigo es un insulto, y el padre discute con él, pero él no mira el asunto desde una perspectiva correcta, ni se une al padre para alegrarse porque se ha hallado al perdido. Le da a entender al padre que, de haber estado él en su lugar, no habría recibido nuevamente al hijo, y se olvida de que el pobre pródigo es su propio hermano. Habla con sorna a su padre, acusándolo de haber sido injusto con él al favorecer a uno que había desperdiciado su vida. Habla del pródigo a su padre en términos de "este, tu hijo". Pero a pesar de toda esta conducta poco filial, de sus expresiones de desprecio y arrogancia, el padre trata con él con paciencia y ternura...
¿Llegaría el hermano mayor a notar que no merecía un padre tan bondadoso y considerado? ¿Llegó a ver que aunque su hermano había actuado inicuamente, aún era su hermano, que su relación no había sido alterada? ¿Se arrepintió de sus celos y le pidió perdón a su padre por haberlo malinterpretado de manera tan descarada?
¡Cuánto se parece la acción de este hermano mayor al Israel no arrepentido e incrédulo, que se negó a reconocer que los publícanos y los pecadores eran sus hermanos, que debían ser perdonados, buscados, [individuos] por los que se debía trabajar y no dejarlos morir, sino conducirlos a que alcanzaran la vida eterna! ¡Cuán hermosa es esta parábola para ilustrar la bienvenida que cada alma arrepentida recibirá del Padre celestial! ¡Con cuánto gozo se alegrarán los seres celestiales al ver a las almas que regresan a la casa de su Padre! Los pecadores no encontrarán reproches, burlas, ni recuerdo de su indignidad. Todo lo que se requiere es penitencia. El Salmista dice: "Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contri to y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Sal. 51:16, 17).— Signs of the Time, 29 de enero de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White