viernes, 19 de abril de 2013

HORA DE DUCHARSE

Lugar: Francia 
Palabra de Dios: Mateo 8:2,3; Salmo 51:2,7

Si hubieras estado en la Exhibición de la Bicicleta en París, en 1897, habrías visto un aparato muy raro. Se exhibía un aparato para ducharse diseñado por un inventor inglés. Lo diferente que tenía era su fuente de energía: algo parecido a una bicicleta, accionado por pedales.
Aparentemente, si querías lavarte, había que trabajar. En lugar de dar vuelta una llave para abrir o cerrar el agua, la ducha tenía un pedal que controlaba el flujo del agua. Cuanto más pedalearas, más agua podías tener. Para tener un chorro de agua más grande, había que pedalear más.
Afortunadamente, estar limpio no tiene que ser tan difícil, ni física ni espiritualmente. La Biblia cuenta la historia de un leproso. En esa época, la sociedad consideraba inmundos a los leprosos y los aislaba. El leproso se acercó a Jesús y se arrodilló delante de él. "-Señor, si quieres, puedes limpiarme -le dijo". Él sabía que Jesús tenía el poder para curarlo.
Jesús no lo hizo a un lado, como habrían hecho otros, ni se apartó de él. En lugar de eso, extendió su mano y tocó al hombre. "-Sí quiero -le dijo-. ¡Queda limpio!" El leproso fue curado de su enfermedad inmediatamente, y pudo volver a reunirse con su familia y sus amigos una vez más.
Eso es lo que Jesús nos dice a cada uno de nosotros. "Sí quiero. ¡Sé limpio!" Él podría damos un empujón, pero, en lugar de eso, se acerca a nosotros. Él quiere sanarnos espiritualmente; quiere tomar nuestras vidas manchadas de pecado y limpiarnos.
Hoy, unámonos al salmista, pidiendo a Dios: "Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado". '"Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

LA ABUNDANCIA ES DE DIOS Y TAMBIÉN TUYA

Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Proverbios 3:1-2.

No podemos permanecer ajenas a las circunstancias de nuestro mundo. La palabra «crisis» es el vocablo que mejor describe lo que pasa en todo orden de cosas. Crisis en los gobiernos y los gobernantes, crisis económicas, crisis de valores, etcétera, son asunto de estudio y análisis por parte de muchos profesionales, pero la solución parece cada día más lejana. Por otro lado, la miseria aparte de ser la nota tónica que rige la vida del ser humano. Nos hace falta de todo.
Sumida en la pobreza espiritual, la humanidad niega la existencia de Dios. La pobreza moral hace estragos en la vida de hombres, mujeres, jóvenes e incluso niños, llevándolos a negar la eficacia de los valores. Por otro lado, el hambre es lo único que se sirve a la mesa en millones de hogares.
Nadar en la abundancia no es algo que esté al alcance de todo ser humano simplemente porque así lo decida, sino que la prosperidad la da Dios. No está en manos de los gobiernos del mundo resolver la pobreza y la miseria que nos rodean. El Dios de la abundancia, al crearnos, nos regaló todo lo necesario para que no sufriéramos escasez. Las fuentes de bendiciones estaban abiertas para satisfacer todas nuestras necesidades, pero el despilfarro humano nos condujo a la miseria.
Ningún plan humano logrará restituir lo que hemos perdido, pero la mano de Dios todavía se abre generosa para brindarnos lo que nos hace falta. Su promesa es: «Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Sigue las indicaciones divinas para hacer posible esta promesa:
«Honra al Señor con tus riquezas [...]. Así tus graneros se llenarán a reventar» (Prov. 3:9-10).
«Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro» (Prov. 3: 13-14).
«El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele» (1 Ped. 1:7).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

PEOR QUE EL CÁNCER

El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos (Proverbios 14:30).

Pocos estados de ánimo son tan dañinos para la salud emocional como la envidia. Como dice Salomón, la envidia es como carcoma, o peor, cáncer, en los huesos. Va destruyendo poco a poco al ser humano, hasta acabar con su vida. Además, le impide disfrutar las alegrías cotidianas. La envidia, como dice Baltasar Gracian, mata al que la padece, tantas veces como la persona a la que envidia reciba elogios.
La envidia es una enfermedad tan mala y contagiosa, que quien la padece nunca lo admite. Incluso reconocerse como envidioso se considera más vergonzoso que delatarse como el peor de los delincuentes. Por eso lo mejor es negarla y simular que no pasa nada. ¡Y qué decir cuando se le imputa a una persona respetable! ¡Ni pensarlo! No se puede aceptar de ningún modo.
¿Has sentido envidia hacia alguno de tus amigos? ¿Tienes envidia de tu hermano mayor porque él tiene una novia hermosa? ¿Te molesta ver a tu mejor amiga con el joven que tanto te gusta? Por si no bastara con nuestros malos deseos, la envidia tiene embajadores por todas partes y no falta quien te siembre actitudes envidiosas hacia los demás o invente algún ardid para desarrollar dicha insatisfacción en tu corazón. ¿Qué hacer cuando te das cuenta de que la envidia ha empezado a ganar espacios en tu conciencia?
En realidad, no existe defensa humana contra esta enfermedad. ¿Qué te parece? Es mucho más grave de lo que te imaginas. Solo el poder del Espíritu Santo puede salvarnos de este veneno, de este cáncer de los huesos llamado envidia. Por eso es necesario prevenir su aparición y vacunarnos a través de la oración todos los días. Y si ya hay indicios de su presencia en tu corazón, no hay tiempo que perder. Suplica al cielo que la erradique. De otra manera, la amargura, la insatisfacción y la enemistad serán los principales rasgos de tu carácter.
La buena noticia es que para Dios no hay imposibles. Él puede transformar tu corazón y convertirte en una persona que aprenda a disfrutar el éxito de los demás, alegrías ajenas y los logros de tus semejantes. Lo anterior es evidencia de madurez emocional y solidez espiritual. Entonces, te estarás preparando para vivir en el reino de los cielos, un sitio donde todos sus habitantes celebran, gozan y colaboran en la felicidad de su prójimo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

¿CUÁNTAS VECES DEBO PERDONAR?

Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Mateo 18:22 (lea Mateo 18:15-35).

Pedro había ido a Cristo con la pregunta: "¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?"... No "hasta siete —dijo él—, sino aun hasta setenta veces siete"...
"El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
"Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso"...
Esta parábola intenta mostrar el espíritu de ternura y compasión que debiéramos manifestar hacia otros. El perdón de este rey representa un perdón que es sobrenatural: un perdón divino de todo pecado. El rey, quien, movido a la compasión, perdonó la deuda de su siervo, representa a Cristo...
En la parábola se revocó la sentencia cuando el deudor pidió una prórroga, en la promesa: "Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo". Toda la deuda fue cancelada, y pronto se le dio una oportunidad de seguir el ejemplo del señor que le había perdonado... Pero el que había sido tratado tan misericordiosamente, trató a su consiervo en una forma completamente distinta...
La lección a aprender es que debemos tener el espíritu del perdón verdadero, al igual que Cristo perdona a los pecadores, quienes de ninguna manera pueden pagar su enorme deuda. Hemos de tener en mente que Cristo ha pagado mi precio infinito por los seres humanos falibles, y hemos de tratarlos como la posesión comprada por Cristo. — Review and Herald, 3 de enero de 1899; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro, pp. 190-192.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White