miércoles, 3 de abril de 2013

VESTIDOS CON ESTILO


Lugar: Corea del Sur 
Palabra de Dios: Zacarías 3:4; Isaías 61:10

El señor Shin era un hombre pobre, que vivía en la calle. Pero, nadie lo hubiera adivinado por su ropa. Tenía puesta una camisa nueva y unos pantalones nuevos, ambos, a la última moda. Y no era el único hombre de la calle que vestía ropas así. Muchos otros andaban por allí, vestidos con estilo ¿Cómo podían pagar ropa tan lujosa? La respuesta es sencilla: no podían.
Esta es la historia detrás de la gente de la calle mejor vestida del mundo: funcionarios del gobierno habían confiscado una gran cantidad de ropa de marca, falsificada.
-¿Qué vamos a hacer con toda esta ropa? -preguntó uno de ellos-. Sería una lástima destruirla.
-¿Por qué no se la donamos a la gente de la calle? -sugirió otro.
Y de esta manera, después de sacarles las etiquetas, regalaron la ropa a una institución de beneficencia. Y fue así como el señor Shin y muchos otros llegaron a estar vestidos con ropa tan lujosa. No podían comprar ropa tan linda por sí mismos, pero la recibieron gratuitamente. La ropa nueva reemplazó su vieja ropa andrajosa.
Tú y yo también podemos vestirnos con estilo, gracias a Dios. Él nos dice: "Como puedes ver, ya te he liberado de tu culpa, y ahora voy a vestirte con ropas espléndidas". No está hablando de camisas y pantalones literales, sino de ropa espiritual. Y, aunque no podemos pagar esas vestiduras, podemos aceptarlas como un regalo de Dios.
¿No estás contento porque Dios esté dispuesto a vestirnos? Proclamemos, entonces: "Me deleito mucho en el Señor, me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿EXCUSAS A DIOS?


La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. [...] Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Filipenses 2:5-6,8.

Cuando nos enfrentamos a un «así dice el Señor» y no somos capaces de obedecerlo, solemos parapetarnos en excusas como las que dieron Adán y Eva en el huerto del Edén, tras haber pecado. «En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera» (Gen. 3:7). Adán echó la culpa de su desobediencia a Eva, que lo había empujado a él, y esta culpó a la serpiente, porque la había engañado. El resultado de esa conducta equivocada tuvo consecuencias eternas, que aún alcanzan a los que vivimos en esta época.
Obedecer ciegamente a Dios sin poner pretextos ni excusas es la mejor salvaguarda para disfrutar de una vida plena. Sus requerimientos tienen corno único objetivo y razón de ser nuestro bienestar, protección y felicidad. Por el contrario, desobedecer abiertamente los mandamientos de Dios buscando justificar nuestra conducta errónea, equivale a caminar sin dirección en esta vida.
He escuchado a muchos cristianos decir frente a los requerimientos de Dios: «¿Qué tiene de malo hacer esto o aquello?» o «¡Eso no me convence!». Cuando actuamos así ponemos en duda la sabiduría de Dios, y esto nos hace inmensamente vulnerables frente al pecado.
Amiga, todos tenemos cientos de razones por la cuales obedecer a Dios. La Biblia contiene inspiradores relatos de hombres y mujeres que, sin ningún tipo de excusas, estuvieron dispuestos a hacer la voluntad de su Señor, y todos ellos están en la galería de hombres y mujeres ilustres; y no solo eso, sino que también tienen asegurada su ciudadanía en la patria celestial.
La próxima vez que te sientas tentada a poner en duda los mandatos divinos, o que te cueste obedecer por fe los principios de Dios, levanta tus ojos al cielo y di con la sencillez y la humildad de una niña: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Esta actitud sumisa es la respuesta de un corazón agradecido por todas las misericordias que has recibido de la mano de tu Señor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LOS MEJORES Y LOS MÁS BRILLANTES


Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos (1 Corintios 1:27).

¿Sabes por qué Dios eligió a los doce discípulos entre los pescadores de Galilea y no entre los sofisticados intelectuales de Jerusalén? Por revelación y por lógica sabemos la respuesta: porque a ellos podía enseñarles los principios de un reino que no es de este mundo.
En el año 1972 el periodista David Halberstam publicó el libro The Best and the Bríghtest [Los mejores y los más brillantes]. El libro trata sobre el plan de acción de la política de los Estados Unidos en Vietnam a principios de la década de los sesenta. El título del libro se refiere a que aquellas personas habían recibido la mejor educación y la mayoría había alcanzado triunfos notables en los negocios, en el gobierno y en el medio académico antes de su participación en la planificación de la estrategia inicial en Vietnam.
Luego David Halberstam se preguntaba: ¿Por qué las estrategias que formularon resultaron tan desastrosas si eran los mejores y los más brillantes? Quizá porque, en última instancia, no eran ni los mejores ni los más brillantes. Si uno lee la Biblia descubre que Dios raramente eligió a «los mejores y los más brillantes» para encomendarles una tarea importante. Cuando lo hizo, diríamos con reverencia que parece que no le fue muy bien. Como ejemplo tenemos al rey Saúl, a Judas y a Salomón. Tal vez la siguiente declaración divina sea más cierta de lo que imaginamos: «La sabiduría del mundo es locura para Dios».
Convendría echarnos un vistazo a nosotros mismos. ¿Eres muy inteligente? ¿Tienes un elevado coeficiente intelectual? ¿Te elogian mucho los demás y todos proclaman que eres muy inteligente? ¿Lo crees tú y te ufanas de ello? Si es así, ten cuidado, porque ninguno de nosotros es «el mejor y el más brillante»; y, si lo somos, es porque la escala es muy baja. No es muy honorable ser declarados altos mientras lo miden a uno en centímetros, ¿verdad?
¡Cuánto mejor es seguir el consejo de Dios: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo» (Fil. 2:3)! El que sabe más que todos en el universo, dijo que el mejor, el más brillante y el más grande es el que sirve más y mejor (Mat. 20:25-28). Recuerda el texto de hoy mientras te dedicas a tus tareas diarias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA HIGUERA ESTÉRIL


Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella. 2 Timoteo 3:5 (lea Mateo 21:19-21).

El tratamiento de la higuera estéril de parte del Salvador del mundo muestra cómo serán tratados todos los que pretenden virtud... Este árbol représenla a los judíos, quienes rehusaron responder al amor de Cristo. A pesar de todos los privilegios y oportunidades conferidos, solo produjeron zarzas y espinas, ningún fruto para la gloria de Dios. Este árbol enfermo era una parábola para la casa de Israel, una lección sumamente impresionante. También es una lección para los profesos seguidores de Cristo en todas las eras. Extendiéndose a través del tiempo, habla en un lenguaje inequívoco a todos los formalistas y proclamadores de piedad que se presentan ante el mundo con una elevada profesión, pero están totalmente desprovistos de la única piedad vital que Dios reconoce como un fruto...
Como la higuera estéril, muchos se pavonean de sus ramas cubiertas de follaje ante el Señor, proclamando que son su pueblo observador de sus mandamientos, mientras que el Dios que conoce el corazón los encuentra privados de fruto...
Aprendemos del Registro Sagrado que este árbol, del cual no colgaba siquiera un racimo de frutas que lo redimiera, estaba revestido de verde follaje. Note las palabras, "tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella". La ruina de la higuera sin frutos tiene una aplicación para los cristianos profesos que manifiestan las tendencias naturales del corazón no renovado, y contradicen su fe por su vida diaria. No representan ante el mundo el carácter de Cristo, porque no tienen a Cristo en ellos.
Nuestro Salvador nunca le dio la espalda al penitente sincero, sin importar cuán grande era su culpa. Pero detesta toda hipocresía y ostentación vana...
Para los que profesan fe pero no tienen fruto, su destino es ciertamente triste; porque el pecador abierto se encuentra en una posición más favorable a la vista de Dios. La desgracia de la maldición de Dios cae sobre tal grupo que esconde la deformidad de su vida bajo una profesión de piedad. Juan, aquel reprobador atrevido e impávido del pecado, quien vino a preparar el camino para el primer advenimiento de Cristo, se dirigía a la multitud que se reunía para escucharlo con las palabras: "Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego" (Mat. 7:19). Review and Herald, 11 de enero de 1881.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White