martes, 12 de marzo de 2013

VAQUERO RUDO


Lugar: Kansas, EE.UU. 
Palabra de Dios: 1 Corintios 9:20-22, DHH

El apóstol Pablo señaló: "Cuando he estado entre los judíos me he vuelto como un judío, para ganarlos a ellos... Por otra parte, para ganar a los que no viven bajo la ley de Moisés, me he vuelto como uno de ellos... Cuando he estado con los que son débiles en la fe, me he vuelto débil como uno de ellos, para ganarlos también. Es decir, me he hecho igual a todos, para de alguna manera poder salvar a algunos".
Eso es lo que hizo John Hatfield cuando dirigía una serie de reuniones en el oeste de Kansas. Un vaquero apareció una noche, y alguien dijo al señor Hatfield que ese hombre tenía una pésima reputación y que nunca se convertiría. Cuando terminó la reunión de la noche, el señor Hatfield se acercó a saludar al hombre.
-No me hable de religión -dijo el hombre-. No le servirá de nada.
En lugar de desanimarse, el señor Hatfield comenzó a hablar de otra cosa.
-Me enteré de que le gusta cazar coyotes -dijo.
Se le iluminaron los ojos al vaquero, mientras hablaba de su pasatiempo favorito. Para sorpresa de él, el predicador le dijo:
-Me gustaría ir a cazar con usted.
Así que, al día siguiente, el señor Hatfield y el vaquero montaron sus caballos y partieron. El señor Hatfield no era ningún experto montando caballos, así que se aferró fuerte, para no caerse. Anduvieron casi cincuenta kilómetros ese día, y al señor Hatfield le dolían tanto las piernas que ni siquiera podía cruzarlas.
Pero, el señor Hatfield había hallado la manera de alcanzar el corazón del vaquero. Después de esa salida a cazar, el vaquero estaba más dispuesto a escuchar. Y, para sorpresa de todos, aceptó a Jesús como su Salvador.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

EL PLAN DE JUBILACIÓN ES HUMANO


Yo, Señor, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios». Mi vida entera está en tus manos. Salmo 31:14-15

Los planes de jubilación son aprobados por los gobiernos para proveer descanso y solaz al que ha trabajado durante muchos años. Sin embargo, los expertos en la naturaleza humana aseguran que este tiempo suele ser, para muchos hombres y mujeres, sinónimo de improductividad y ocio enfermizo, que los puede llevar a experimentar prolongados episodios de depresión y un aumento de enfermedades físicas. Para quienes la rutina de un trabajo remunerado los mantenía en buenas condiciones físicas y emocionales, llegar al retiro significa a veces tener sentimientos de incapacidad.
La jubilación es un buen plan humano que permite a los mayores el merecido descanso, y así deberían disfrutarlo quienes viven esta etapa. Pero los que vivimos para alcanzar la vida eterna nunca hemos de llegar a la jubilación. La obra del Señor necesita obreros activos de todas las edades, especialmente aquellos que, cargados de experiencia, pueden ser guías para los que caminan detrás.
Las abuelas tenemos una misión que cumplir, y no consiste solamente en estar al cuidado de los nietos de vez en cuando. Las mujeres mayores tienen un gran ministerio que realizar, el cual trascenderá hasta el reino de los cielos. «A las ancianas, enséñales que sean reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la Palabra de Dios» (Tito 2:3-5).
Amiga, alégrate de la vida, ¡no importa cuántos años tengas! La viña del Señor te necesita y recibe obreras de corazón agradecido y mente dispuesta a servir. Los años cumplidos sobre esta tierra son tus herramientas de trabajo, lo que dará poder a tus palabras, pues estarán coronadas con la experiencia, y eso es privilegio de pocos. Renueva tu vocación de servicio cuando respondas nuevamente al llamado: «Aquí estoy Señor, envíame a mí».
Te exhorto a que aceptes el desafío. Sacúdete los «achaques» y, con nuevo poder, haz de tu jubilación una bendición. Reafírmate cada día como una mujer de Dios y, comprometida con él, asume tu responsabilidad como transmisora de los valores que te han sostenido en tu experiencia cristiana.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¿LOS CREYENTES RECIBEN UN TRATO DE PREFERENCIA?


El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.  Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria (Romanos 8:16,17).

Yo no sé qué opinas, pero a mí me gusta recibir un trato distinguido. Debido a que, por asuntos de trabajo, frecuentemente he tenido que viajar en avión, las aerolíneas con las que viajo me dan un trato preferente. Tengo acceso a salas de espera especiales y, además, puedo escoger los asientos más cercanos a la salida, subir primero al avión y, algunas veces, viajar en primera clase por el precio de un billete de bajo costo. ¿Será que el cielo actúa así también? ¿Los creyentes reciben un trato especial? A fin de cuentas, ¿no son «clientes» frecuentes y leales de Dios?
La pregunta es complicada. A veces me pregunto por qué el Señor puede sanar milagrosamente a un ateo que se había opuesto al reino de Dios durante su vida, pero permite morir de cáncer a hijos fieles suyos. ¿Tiene el cielo algún tipo de programa para premiar a sus hijos leales?
Cuando los problemas afligen a los creyentes, muchas veces nos sentimos tentados a preguntar a Dios: «¿Por qué?». Sentimos que de alguna manera él no ha premiado nuestra fidelidad. Sin embargo, las aflicciones nos desconciertan porque entendemos mal nuestra relación con Dios. Los creyentes no somos sus clientes. Más bien él nos ha invitado a ser sus socios, y esto es un asunto muy diferente.
Los clientes regatean con el vendedor para obtener el mayor beneficio posible al menor costo. La relación entre el cliente y el vendedor, por lo general, no es de confianza. A menudo, ambos representan partidos e intereses opuestos. Los socios, sin embargo, son parte de un mismo equipo y sufren juntos para acrecentar sus negocios. Ellos soportan la carga del sobrecosto pero cosechan juntos los beneficios del éxito. La relación que impera entre ellos es de confianza y sus intereses son comunes.
Dios nos invita a unirnos a su reino como socios. Mientras el reino crece, algunas veces nos toca a los socios compartir el sufrimiento que conlleva el crecimiento. Pero esto no importa, porque los socios sabemos que cuando el reino de Dios triunfe, todos participaremos de los enormes beneficios.
Lo que más me emociona es saber que Dios ha garantizado el éxito de su reino. Los socios viviremos en un reino extraordinario donde no habrá más muerte ni clamor ni dolor. Si tu inversión ha implicado aflicciones, no te preocupes. Vale la pena.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA FAMILIA REAL


El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Juan 3:36.

Quienes son verdaderamente hijos de Dios, son creyentes, no escépticos ni gruñones crónicos... A lo largo de la historia y en cada nación, los que creen que Jesús puede y quiere salvarlos personalmente del pecado, son los elegidos y escogidos de Dios; son su tesoro peculiar...
Por medio del Espíritu Santo, el Señor ha abierto gentilmente a nuestro entendimiento ricas verdades, y debiéramos responder a esto con obras correspondientes de piedad y devoción, en armonía con los privilegios y ventajas superiores que se nos han otorgado. El Señor espera para ser deferente para con su pueblo, para darles un conocimiento mayor de su carácter paternal, de su bondad, su misericordia y su amor. Espera para mostrarles su gloria; y si ellos prosiguen a conocer al Señor, sabrán que sus salidas son tan seguras como la mañana.
El pueblo de Dios no ha de sostenerse en terreno común, sino sobre el terreno santo de la verdad evangélica. Ha de mantenerse al paso con su líder, mirando continuamente a Jesús, el Autor y Consumador de su fe, marchando hacia adelante y hacia arriba, sin tener comunión con las obras infructuosas de las tinieblas...
Es el privilegio de los hijos de Dios ser librados del control de los deseos de la carne, y preservar su peculiar carácter celestial, que los distingue de los amantes del mundo. Están separados del mundo en su gusto moral, sus hábitos y costumbres. ¿Quiénes son los hijos de Dios? Son miembros de la familia real, y de una nación real, un pueblo peculiar, que muestra las virtudes de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable...
¿Acaso aquellos a quienes se nos han encomendado los tesoros de la verdad, no consideraremos las ventajas superiores de luz y privilegio que han sido compradas para nosotros por el sacrificio del Hijo de Dios en la cruz del Calvario? Hemos de ser juzgados por la luz que se nos ha dado, y no podemos encontrar excusa para atenuar nuestra conducta. El Camino, la Verdad y la Vida ha sido colocado ante nosotros...
Hemos de colocar nuestra voluntad de parte de la voluntad del Señor, y determinar firmemente que por su gracia estaremos libres de pecado.— Review and Herald, 1 de agosto de 1893.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White