sábado, 5 de enero de 2013

EN PIE

Lugar: Zimbabue
Palabra de Dios: Daniel 3:17,18.

El fotógrafo se detuvo a sacar una foto a un árbol baobab que sobresalía en el medio de un gran campo vacío. Los agricultores habían usado ese campo para cultivar caña de azúcar, pero, por la escasez de lluvia, lo único que quedaba era aquel árbol. Y era un árbol de apariencia muy extraña: había perdido todas sus hojas y parecía como si alguien lo hubiera desarraigado y luego clavado, en el suelo, patas para arriba.
Los árboles baobab pueden llegar a ser muy grandes, de unos 9 m de diámetro y 18 m de alto; a veces, más. De hecho, un viejo árbol hueco en Zimbabue era tan grande que cabían 40 personas dentro del tronco. ¿Puedes imaginarte un árbol de este tamaño, en medio de un campo pelado? Sería difícil de no verlo, ¿verdad?
Algo parecido debió haber pasado cuando los tres muchachos hebreos, Sadrac, Mesac y Abed-Nego, se negaron a inclinarse delante de la estatua de oro. Allí estaban, rodeados por cientos, quizá miles, de personas inclinadas sobre el suelo. Por supuesto, no demoraron mucho para que otros los vieran.
El rey Nabucodonosor había ordenado que todos se inclinaran delante de la estatua de oro, pero Sadrac, Mesac y Abed-Nego se quedaron de pie por Dios. Y ellos dijeron al rey: "Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad. Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua".
Cuan valientes fueron esos tres hombres. Ojalá nosotros seamos como Sadrac, Mesac y Abed-Nego. Decidamos estar firmes del lado de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DIOS TE HA LLAMADO

Yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido. Efesios 4:1

Varias veces en mi vida he tenido que esperar una llamada. Cuando era estudiante de secundaria esperé a que me convocaran para ser parte del equipo de baloncesto, pero aquella llamada nunca llegó. Años más tarde, tras presentar mi examen de admisión, esperé a que la universidad me llamara para decirme que me aceptaban en la carrera para la que me había postulado. En otra ocasión pasé muchas horas junto al teléfono esperando recibir la llamada de alguien especial. ¡Qué desilusión cuando una llamada no llega, y qué alegría desbordante cuando se hace realidad!
Quienes han estudiado la naturaleza humana consideran que, para realizarse en la vida, toda persona necesita escuchar en algún momento el llamado de su vocación, pues es la única manera de trascender y vivir vidas con propósito. A veces pensamos que ese llamado tiene que ver con la carrera y la ocupación que desarrollaremos a lo largo de los años, y es verdad. No obstante, hay un llamado más elevado para cada ser humano, que fue propuesto por nuestro Creador y Dios.
En la medida de las capacidades que él mismo nos dio al crearnos, también nos llama para cumplir una misión, un ministerio que nos haga útiles en esta tierra y que nos prepare para la vida eterna. Debe ser motivo de alegría saber que hemos sido creadas con propósitos definidos en la mente y el corazón de Dios.
Ignoro en dónde te encuentres tú, pero sí estoy segura de que ahí donde estás hay una tarea que puedes hacer. Únicamente necesitas descubrir tu ministerio y consagrarte a él. Tendrás como aliado a Dios, quien te colmará de sabiduría y gracia. Ya sea que tu misión esté en tu hogar, en tu trabajo fuera de casa, como madre, esposa, o profesional, casada o soltera, tu Padre espera fidelidad y diligencia en el cumplimiento del deber.
Seguro que a lo largo de tu ministerio cosecharás triunfos, pero puede ser que también esté salpicado de obstáculos. Será entonces cuando tu entereza se verá puesta a prueba y tu Señor, el que te encomendó la tarea, acudirá en tu auxilio. ¡No lo dudes!
El cumplimiento de tu misión consiste en hacer todo lo que Dios espera que hagas en el lugar donde te encuentres, dejando que su Espíritu Santo y su providencia te guíen.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL HERMANO QUE MÁS INFLUYÓ

Olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, Señor, eres bueno (Salmo 25:7).

No sé si tú has cometido errores. Yo sí; algunos que preferiría borrar de mi propia memoria y de la memoria pública. Muchas veces esto no es posible, pero déjame decirte que sí podemos «enterrarlos».
Edward Kennedy era el hermano menor en una conocida familia estadounidense en el mundo de la política que casi se fue a la ruina debido a las malas decisiones de algunos de sus miembros. El hermano mayor, John F. Kennedy, fue condecorado varias veces por su heroísmo en la Segunda Guerra Mundial, fue reconocido por su capacidad intelectual (ganó un premio Pulitzer) y fue uno de los más exitosos y queridos presidentes de la historia de los Estados Unidos.  Otro hermano, Robert F Kennedy fue procurador general de la nación, un destacado líder en materia de derechos civiles y habría sido presidente si no lo hubiesen asesinado mientras los sondeos lo señalaban como candidato favorito.
Por su parte, Edward Kennedy tenía mal pronóstico. Lo expulsaron de la Universidad de Harvard durante su primer año de estudios, cuando le pidió a un compañero que hiciera un examen de español en su lugar. Se unió al ejército, pero no combatió gracias a la influencia de su padre. Fue nombrado senador a los treinta años de edad sin méritos propios, gracias al tremendo poder político de su familia. Sin embargo, su gran error ocurrió la noche del 18 de julio de 1969 en Chappaquiddick. Después de una fiesta de dudosos propósitos, el automóvil que Edward conducía volcó en un puente y su acompañante, Mary Jo Kopechne, murió ahogada. Siempre quedó la sospecha de que Edward iba borracho.
Edward no se pudo recuperar de tal error y nunca fue presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, su vida no fue un fracaso. Decidió dedicarse a luchar por los derechos de los menos afortunados. Llegó a ser conocido como el «León del Senado», en el que permaneció durante 47 años. Cuando murió, el 25 de agosto de 2009, la revista Time publicó un artículo dedicado a él titulado «The Brother Who Mattered Most» [El hermano que más influyó].
Dios está dispuesto a perdonar tus errores y enterrarlos para siempre. Te da la oportunidad de reconstruir tu vida usando tus dones y talentos en favor de otros, así como Edward en el momento más importante de su vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN

Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía. Daniel 1:8.

La oración no es entendida como se debiera. Nuestras oraciones no han de informar a Dios de algo que él no sabe. El Señor está al tanto de los secretos de cada alma. Nuestras oraciones no tienen por qué ser largas ni decirse en voz alta.  Dios lee los pensamientos ocultos. Podemos orar en secreto, y el que ve en secreto oirá y nos recompensará en público...
La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos pone a nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber... La oración no pagará nuestras deudas a Dios. Los siervos de Cristo han de depender de Dios como Daniel en la corte de Babilonia. Daniel sabía el valor de la oración, su intención y su objetivo; y las oraciones que él y sus tres compañeros ofrecieron a Dios después de ser escogidos por el rey para la corte de Babilonia, fueron contestadas.
Había otro grupo de cautivos [entre los] llevados a Babilonia. El Señor les permitió a estos que fuesen arrancados de sus hogares y llevados a una tierra de idólatras porque ellos mismos continuamente se introducían en la idolatría.  El Señor les permitió tener todo lo que desearan de las prácticas idólatras de Babilonia...
De acuerdo con la sabiduría del mundo, él [Daniel] y sus tres compañeros tenían toda la ventaja asegurada a su favor. Pero aquí debía sobrevenirles su primera prueba. Sus principios tenían que entrar en colisión con los reglamentos y las órdenes del rey...
Daniel y sus tres compañeros no fueron de la opinión que, debido a que sus alimentos y bebidas provenían por decreto del rey, era su deber participar de ellos. Oraron por el asunto y estudiaron las Escrituras. El carácter de su educación había sido tal que sentían que incluso en su cautiverio dependían de Dios... La apariencia de Daniel y sus compañeros era como la que debiera tener todo joven. Eran corteses, bondadosos, respetuosos y poseían la gracia de la mansedumbre y la modestia...
Cuando estamos rodeados por influencias destinadas a apartarnos de Dios, nuestras peticiones de ayuda y fuerza deben ser incansables. A menos que así sea, nunca tendremos éxito en quebrantar el orgullo y en vencer el poder que nos tienta a cometer excesos pecaminosos que nos apartan del Salvador.— Youth's Instructor, 18 de agosto de 1898.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White