martes, 25 de diciembre de 2012

BRILLANDO EN EL POLVO


«Los cimientos de la muralla de la dudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda» (Apocalipsis 21:19, NVI).

¡Mira! Continuamos explorando el mismo versículo de ayer.   Ayer hablamos del ágata, y como hoy es Navidad, me parece que deberíamos hablar de una bella piedra preciosa de color verde llamada esmeralda. Las esmeraldas son hermosas, y han sido usadas en las coronas de reyes y reinas durante miles de años. Es asombroso que una piedra tan bella se encuentre en medio del polvo de la tierra.
Hoy se celebra el nacimiento del niño Jesús en esta tierra. Al igual que la esmeralda, Jesús era como un pequeño tesoro escondido en el polvo de la tierra. Él nació en un pesebre y creció en una ciudad malvada. Después de vivir entre nosotros durante 33 años, Jesús murió en una cruz polvorienta. Pero a pesar de que Jesús fue tratado como polvo, él fue en realidad una gema que mostró al mundo lo que es el amor de Dios. Él nos enseñó que el amor de Dios nunca se da por vencido con nosotros, por muy sucios y polvorientos que podamos estar.
Qué alegría me da saber que Jesús, la gema del cielo, murió por nosotros. Gracias a ello, un día no muy lejano nosotros brillaremos como esmeraldas en la santa ciudad celestial.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA LÁMPARA VIVA


Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. (Efesios 5:8)

Él era un viejo soldado que, aunque había participado en la Segunda Guerra Mundial, pudo regresar sano y salvo a su patria. Es cierto que se veía algo avejentado, pero conservaba una amplia sonrisa y una expresión de paz, como si nada pudiera preocuparlo.
Muchos de los jóvenes de la iglesia nos sentíamos atraídos por nuestro hermano, quien ahora era un soldado de Jesucristo. Esto era algo muy evidente por la forma en que vivía, ya que era un cristiano devoto que pasaba bastante tiempo en oración y estudiando la Biblia. Cualquier pregunta sobre la Biblia que le hiciéramos él la contestaba con rapidez. No solamente era entendido en las cosas de Dios, sino que nosotros los jóvenes podíamos conversar con él respecto a cualquier tema. Nunca faltaba a las reuniones de jóvenes, ni a nuestras actividades recreativas. Siempre tenía una palabra de ánimo para todos. Nos exhortaba a que fuéramos cada vez mejores, y a que pensáramos en lo bueno y esperáramos lo mejor de la vida.
La iglesia lo había encargado de encender las luces para las reuniones de los domingos y los miércoles en la noche. Siempre cumplía con ese deber muy a tiempo. Nunca rehuyó esa responsabilidad, ni tampoco se quejó.
Un domingo en la noche, cuando llegamos a la iglesia, vimos que las luces estaban apagadas. Eso era muy extraño. Debido a que vivíamos a cierta distancia de nuestro amigo no nos habíamos enterado de lo sucedido. Mientras nuestro hermano se dirigía a la iglesia aquella noche para cumplir con su responsabilidad, un auto lo había atropellado. Murió en el cumplimiento de su deber, llevando a cabo la tarea que la iglesia le había asignado.
Nuestro hermano fue una lámpara viviente, una luz para quienes lo rodeaban. Al mismo tiempo que encendía las lámparas de la iglesia contribuía a que la luz de Jesús brillara en nuestros corazones mediante el ejemplo de su vida.
¿Cómo te consideran los demás? ¿Acaso eres una hija de la luz y portadora de la misma?

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington

NAVIDAD ES…


«¡Gloria a Dios en las alturas!» Lucas 2:14

«La Navidad es más que fiestas y regalos. Es compartir». Un buen amigo, el doctor Leo Acosta Palma, me escribió estas palabras hace ya algunos años. Y para ilustrar lo que quería decir, compartió conmigo el siguiente relato.
Un jovencito de apenas doce años llamado Norman había salido con su padre a hacer unas compras navideñas de última hora. Cansado de cargar paquetes y, además malhumorado, deseaba llegar pronto a su casa. Entonces se le acercó un mendigo. El aspecto del hombre era deprimente: se veía sucio y andrajoso. Y cuando estiró su mano pidiendo limosna, Norman se apartó de él bruscamente.
 Cuando su padre observó la reacción del muchacho, le llamó la atención: 
—Norman, es Nochebuena. No tienes que tratar así a este pobre hombre. 
—¡Pero, papá! —replicó el jovencito—. Es solo un mendigo.
—Puede ser un mendigo —contestó el padre—, pero sigue siendo un hijo de Dios.
Luego el padre de Norman sacó un dólar de su billetera.
—Dale este dinero a ese hombre y dile que se lo das en nombre de Cristo. 
—¡Papá, no puedo hacer eso! —protestó Norman. 
—¡Ve y haz lo que te digo! —insistió el padre con firmeza. 
Muy de mala gana, Norman fue hasta donde estaba el mendigo. 
—Discúlpeme, señor —le dijo, con respeto—. Le doy este dinero en nombre de Cristo.
Sorprendido, el hombre miró primero el billete y luego fijó sus ojos en Norman. De pronto una sonrisa se dibujó en su rostro. Una sonrisa tan noble que por momentos ocultó la suciedad de su cara. Luego se quitó el sombrero y respondió: 
—Pues en nombre de Cristo se lo agradezco, jovencito. 
Cuenta Norman Vincent Peale, el jovencito de la historia, y quien llegó a ser un renombrado escritor, que al instante desaparecieron su cansancio y su malhumor. Incluso el ambiente pareció impregnarse de una cálida sensación de paz y armonía. ¿Qué había ocurrido? El milagro que se produce cada vez que miramos a otro ser humano como lo que es: un hijo de Dios. Es un milagro que se repite cada vez que brindamos amor y respeto en el nombre del Niño que nació para traer salvación aun al peor de los pecadores. De manera que, Navidad es... compartir el amor de Dios con todo el quise cruce en nuestro camino, tal como lo hizo Jesús cuando estuvo entre nosotros.

¿Puede haber mejor manera de celebrar el nacimiento del Niño?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NAVIDAD



«Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre "Admirable consejero", "Dios fuerte", "Padre eterno", "Príncipe de paz"» (Isaías 9:6).

NAVIDAD DE 2012
Oigo a los niños abriendo los regalos. La sala está llena de risas y alegría. Una está probándose el vestido nuevo, otro está armando un juguete y otro prueba el videojuego. Por el olor adivino un desayuno especial. Me pregunto cuántas cestas de alimentos para los pobres habrá repartido este año la iglesia. Me habría gustado haber hecho más para ayudar.
Creo que debería ayudar a recoger todos estos envoltorios y cintas de regalos que los niños han esparcido por el suelo. Es una lástima que unos envoltorios tan caros se destruyan con tanta rapidez.
Hijo, ¿por qué lloras? ¿Qué dices, que el juguete nuevo se ha roto? Me sabe mal, porque era muy caro. Dicen que nada dura para siempre. Quizá te regalen otro el día de tu cumpleaños. Oigo que llaman a la puerta. Ah, quizás son tus tíos y tus primos pequeños. Ve y ábreles. Por lo menos tendrás a alguien con quien jugar. ¿Qué sería de la Navidad sin la familia?

NAVIDAD EN BELÉN» HACIA EL 4 a.C.
El bebé está llorando. Quizá tenga frío. O puede que hambre... Creo que esta mañana, cuando salieron de la cuadra, lo despertaron los animales. A la ro, ro... Deja que te envuelva en mi manto. El sol pronto calentará la tierra y entonces ya no tendrás tanto frío. Mamá todavía duerme. Para ella la noche ha sido agotadora.
Pequeñín, ni te diste cuenda de unos pastores que vinieron anoche. Algún día te hablaré de ellos. Fue extraño. Llegaron poco después de que tú nacieras. Estábamos tan ocupados cuidando de ti que al principio ni los vi. Se asomaron a la entrada del establo. Luego, cuando te vieron, juntaron las manos como si oraran y se arrodillaron en la paja.
Les pregunté cómo sabían que aquí había un bebé y me dijeron que los ángeles se lo habían contado. ¿Te lo imaginas? Nadie más sabe de ti, solo los ángeles. (Y José se inclinó y besó el rostro de Dios.)  Basado en Lucas 2:1-20.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill