lunes, 10 de diciembre de 2012

EL SR. FRED


«Pero fue reprendido por su transgresión, pues una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la locura del profeta » (2 Pedro 2:16, BIA).

Hace algunos años había un programa que se transmitía por televisión en el que un caballo hablaba. Su nombre era el Sr Ed. El Sr Ed era muy inteligente. De hecho, a veces era más inteligente que su dueño. Cada vez que había un problema que resolver, el dueño del Sr Ed se iba al establo a consultarlo. El Sr Ed parecía tener siempre la respuesta correcta. ¡Cosas de la televisión!
Yo no sé de dónde sacaron los creadores de esta serie de televisión la idea de un caballo que habla, pero tal vez fue de la Biblia. El versículo de hoy habla de un asno que hablaba. Llamémosle Sr Fred.
Todos sabemos que los asnos no pueden hablar pero el asno del versículo de hoy lo hizo. ¿O no? De hecho, yo creo que Dios movió sus labios y habló a través de él. Asombroso, ¿verdad? Dios puede usar incluso a un asno para predicar.
Ahora, si Dios puede usar a un animal para hablar de él, con mucha más razón nos puede utilizar a nosotros. Lo único que tenemos que hacer es decir que sí y dejar que Dios hable a través de nosotros. Alguien necesita escuchar hoy el mensaje de nuestro Dios. ¿Serás como el Sr Fred y dejarás que Dios hable a través de ti?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

SEÑOR, ¿POR QUÉ A MÍ?


Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. (Salmo 55:22).

Como hijas de Dios sabemos que hay situaciones que nos golpean y que no podemos entender, por lo que quizá nos formulamos a veces la conocida pregunta: «Señor, ¿por qué a mí? Parece que únicamente a mí me suceden esas cosas». Nos sentimos mal, sufrimos en silencio e incluso llegamos a caer en preocupantes estados depresivos. Recuerdo la estrofa de un hermoso canto que habla precisamente de este tema:
«Cuando la pena llama a mi puerta, yo me pregunto frente al dolor: ¿Por qué los otros no sufren tanto? Solo yo sufro ¿por qué, Señor?».
Ese canto ha sido de gran inspiración para mí y me anima a seguir colocando mis cargas en las manos de mi Señor. He experimentado pruebas muy grandes y fuertes a lo largo de mi vida, al igual que tú, querida amiga que lees estas líneas. Sin embargo, aunque haya días en extremo difíciles, debemos seguir confiando en que el Señor nos dará la ayuda necesaria para seguir adelante.
Mi mayor anhelo es que todas podamos entregar nuestras vidas al Señor y que podamos ser de ayuda a quienes necesitan consuelo, ánimo y esperanza. Sabemos que en este mundo tendremos pruebas y aflicciones y que es necesario que permanezcamos asidas de la mano de nuestro Señor. Él ya nos dejó su ejemplo y mediante su victoria nosotras también podremos salir más que vencedoras.
Recordemos que en este mundo quedarán todas nuestras dificultades. ¡Alabado sea el nombre de nuestro Dios por ello! Mi mayor anhelo es que todos nuestros sufrimientos queden en el pasado y que recordemos que en el cielo ni siquiera nos acordaremos de nuestras penas y tristezas. Será maravilloso vivir por la eternidad en el hermoso lugar que el Señor nos ha preparado.
Te animo a que sigas adelante aferrada a la mano de nuestro Señor, y a que pongas tus cargas sobre él. Al final saldrás victoriosa.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Beatriz Hernández

¿SIETE AÑOS?


Y así Jacob trabajó pon Raquel durante siete años, aunque a él le pareció muy poco tiempo porque la amaba mucho. Génesis 29: 20

¡Siete años de trabajo para poder casarse con el ser que uno ama! ¿No es mucho tiempo?
Pues el caso es que ese fue el tiempo que trabajó Jacob para tener derecho a la mano de Rebeca. Lo hizo «porque la amaba mucho» (Gen. 29:20). Y porque la amaba, «a él le pareció muy poco tiempo». Y de esto no hay duda alguna. Porque cuando el truculento Labán «le dio gato por liebre» (recuerda que la noche de la boda le entregó como esposa a Lea, la hermana mayor de Raquel), Jacob aceptó trabajar otros siete años para Labán, para tener derecho a Raquel.
De esta manera, el muy vivo Labán recibió, en vez de siete, catorce años de servicio de parte de Jacob. Aún más, en el paquete de «dos por el precio de una» Labán logró librarse de Lea, a quien habría tenido que mantener quién sabe por cuántos años.
¿Cómo fue que Jacob aceptó semejante trato? No porque fuera tonto. Porque si Labán tenía una maestría en «Trucología», Jacob tenía un doctorado. Recordemos que Jacob llegó a parar a casa de Labán cuando huía de su hermano Esaú, a quien había engañado. Así que fue por amor que Jacob aceptó lo que de ninguna otra manera habría aceptado.
Y es que el amor hace que las cargas se sientan livianas. Que el tiempo pase volando. Ningún sacrificio es demasiado grande; ningún regalo muy costoso, cuando se trata de agradar y de servir a ese ser tan especial que amamos.
¿Entregarías siete años de tu vida con tal de tener a tu lado a la persona que amas? Imagino que sí lo harías. Ahora bien, si no te has casado aún, asegúrate de que lo haces por amor, no por infatuación. Asegúrate de que amas a esa persona sin condiciones y la valoras por lo que es, no por el cuerpazo que tiene, ni por lo bonito que canta.
Que Dios ponga en tu corazón verdadero amor por la persona a la que te unirás hasta que la muerte los separe.
Señor, que yo pueda amar a mi [futuro] cónyuge de la manera que tú me amas: sin condiciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ELIMINAR LO QUE CARECE DE VALOR


«Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor ni desmayes cuando eres reprendido por él, porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:5,6).

A mi esposa y a mí nos gusta salir a dar un paseo cada día. Dicen que caminar es el mejor ejercicio. Donde vivimos hay kilómetros de acera pavimentada, por lo que caminar resulta una actividad agradable.
Una mañana, mientras andábamos, vimos que un mandarinero extendía sus ramas por encima de la cerca. Estaba repleto de mandarinas; así que tomé un par para comerlas durante el paseo. Pelé una y me llevé un gajo a la boca. Era terriblemente amarga. Más tarde leímos sobre cómo cuidar los árboles de cítricos. El artículo decía que, si no se podan a menudo, vuelven a su estado salvaje. Esto respondió a mi pregunta de por qué la fruta que quise comer por la mañana sabía tan amarga. Era obvio; el árbol nunca había sido podado.
Cuando me enteré de ello, fui donde tenemos plantado el toronjero y, con unas tijeras de podar, corté todos los brotes que crecían fuera de la copa. Nunca darían fruto y, sin embargo, debilitarían al árbol e impedirían que la luz del sol alcanzase el tronco.
Cuando entendí la importancia de podar mi toronjero, comprendí lo que Jesús quiso decir al declarar: «Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto» (Juan 15:2).
La poda hace que el árbol frutal crezca sano y, como resultado, dé más fruto. Eliminar los brotes estériles no hace daño al árbol. Así como es preciso podar los árboles para que no vuelvan a su estado salvaje y no den frutos amargos, Dios conoce qué hay en nuestra vida que nos impide crecer espiritualmente o puede hacemos volver al mundo. A diferencia de mi toronjero, que Dios nos «pode» puede ser doloroso. Sin embargo, «sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Rom. 8:28).  Basado en Juan 15:1-6

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill