lunes, 3 de diciembre de 2012

UN MANANTIAL DE ALABANZA


«De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada?» (Santiago 3:10,11, NVI).

A comienzos del año hablamos sobre los manantiales. De la mayoría de los manantiales brota agua dulce, pero también hay manantiales de agua salada. En el estado de Ohio, en Estados Unidos, hay un manantial de agua salada. Este manantial es salado porque antes del que el agua salga a la superficie pasa a través de rocas saladas por debajo de la tierra.
El versículo de hoy nos dice que así como solo podemos encontrar un tipo de agua saliendo de un manantial, también debería salir de nuestras bocas un solo tipo de palabras. No deberían salir buenas y malas palabras de una misma boca. Desafortunadamente, eso es lo que ocurre con la mayoría de las personas, ¿no es así?
Es necesario que cada día nos acerquemos más y más a Jesús. Debemos pedirle que nos ayude con las palabras que salen de nuestra boca. Necesitamos leer su Palabra para que esta permanezca en nuestra mente. Así como el manantial de agua salada se forma por la sal que hay debajo de la tierra, las palabras de alabanza brotan de una mente que está llena de Dios. ¡Llena hoy tu mente de Jesús y de tu boca saldrá un manantial de alabanzas!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

YO CONOZCO TUS OBRAS


Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos. (Apocalipsis 2:2).

«Yo conozco muy bien tu vida» es una expresión muy usual cuando hay un conflicto o queremos sacar ventaja de nuestras relaciones interpersonales. Claro que siempre hay personas que nos conocen lo suficiente para decir eso, cuanto más aquel que todo lo ve y todo lo conoce.
En el mensaje a las siete iglesias leemos:

  • Yo conozco tus obras, tu duro trabajo y tu perseverancia. Sé que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a todos aquellos que dicen ser cristianos y no lo son.
  • Yo conozco tus sufrimientos y tu pobreza, ¡sin embargo, eres rico! Sé cómo te calumnian los que dicen ser cristianos, pero en realidad son una sinagoga de Satanás.
  • Yo sé dónde vives: donde Satanás tiene su trono, sin embargo, sigues fiel a mi nombre. No renegaste de tu fe en mí, ni siquiera en los días más difíciles.
  • Yo conozco tus obras, tu amor y tu fe, tu servicio y tu perseverancia, y sé que tus últimas obras son más abundantes que las primeras. Sin embargo, toleras a los que pervierten la verdad.
  • Yo conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto. ¡Despierta! Revive lo que aún es rescatable, pues no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de mí, dice el Señor.
  • Yo conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar. Ya sé que tus fuerzas son pocas, pero has obedecido mi Palabra y no has renegado de mi nombre.
  • Yo conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente, ojalá fueras lo uno o lo otro, porque si no, te vomitare de mi boca.

¿Cuáles son tus obras? Sean cuales fueren, no hay por qué temer, ya que aquel que nos conoce es nuestro hermano mayor, nuestro abogado, nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, defensor y consolador.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Digna Elvira

DIJO «NO» AL REY


Pero la reina [Vasti] se negó a cumplir la orden que el rey le había dado por medio de sus hombres de confianza. Ester 1:12

Recuerdas a Vasti, la reina que fue destronada por desobedecer una orden de su esposo, el rey Asuero? Dicen las Escrituras que en el tercer año de su reinado, Asuero dio una fiesta en honor a todos los altos funcionarios de su gobierno. Esta no fue una fiesta cualquiera, pues duró nada menos que seis meses. Después de esa «fiestecita» ofreció otra, de «solo» siete días, durante la cual por orden real se repartió vino a todos los habitantes de Susa, la capital de su reino.
Aquí viene la parte interesante. Cuando la fiesta llegaba a su final, Asuero dio la orden a algunos de sus funcionarios de que trajeran a Vasti, la reina, «luciendo su corona real, para que el pueblo y los grandes personajes pudieran admirar su belleza» (Ester 1:11). Pero Vasti dijo «no». Y el rey, como puedes imaginar, se enojó mucho. Consultó a sus consejeros y ellos recomendaron que la reina Vasti fuera depuesta, alegando que había dado un mal ejemplo a las demás mujeres del reino. Y el rey así lo ordenó.
¿Hizo Vasti lo correcto? ¿Tú qué piensas? No sabemos exactamente por qué la reina se negó a exhibir su belleza ante los presentes en la fiesta. Lo que sí podemos suponer con certeza es que las razones deben haber sido muy poderosas porque, ¿qué reina va a querer desprenderse de su trono por cualquier tontería?
Aunque no podemos probar nada, parece muy razonable suponer que Vasti consideró inapropiado o deshonroso exhibir su belleza ante personas que habían estado tomando alcohol durante siete días seguidos. En otras palabras, entre el trono y el honor, escogió el honor. Entre el trono y sus convicciones, escogió sus convicciones. Y si estas fueron en realidad sus razones, entonces su conducta es digna de admiración y de respeto. Es verdad que perdió su corona real, pero conservó una corona de mucho mayor valor, una que nadie le pudo quitar: la de su dignidad como persona, la del respeto propio. Porque ¿qué es el respeto propio? ¿No es, acaso, la consideración que damos a nuestro sentido de lo recto, a nuestra convicciones?

Señor Jesús, al igual que tú, ayúdame a ser fiel a mis convicciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PODRÍAMOS SER UNA BENDICIÓN EXTRAORDINARIA


«Hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8).

Cuanto más nos parezcamos a Cristo, más nos esforzaremos por servir a los que nos rodean. Un siervo es aquel que se preocupa por los actos y los intereses de su amo. Siempre está dispuesto a mostrarle a su amo que solo quiere hacer lo que le complace y le es de provecho. Jesús vivió para agradar a su Padre, por lo que nosotros tenemos que vivir para agradar a Jesús.
¿Qué obra quiere Cristo que hagamos? La forma de servirlo, nos dice él, es convertirnos en siervos de nuestros hermanos y hermanas en la fe y estar dispuestos a hacer cualquier cosa, por costosa, aburrida o humilde que sea, para ayudarlos. Tal como mostró en la última cena, cuando tomó el lugar del siervo y lavó los pies de los discípulos, nos enseñó qué es realmente amar.
Ser como Jesús implica que querremos vivir para bendecir a los demás. La razón por la que a menudo no somos una bendición para los demás estriba en que pensamos que, gracias a los dones que Dios nos otorgó, somos superiores a ellos o, cuando menos, sus iguales. Si del Señor aprendiésemos a ayudar a los demás con el espíritu de un siervo, podríamos ser una gran bendición.
Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús hacía dos cosas: (1) ministraba físicamente, lavando y refrescando sus pies y (2) ministraba espiritualmente, dándoles un ejemplo. Cuando las iglesias socorren las necesidades físicas de los demás, la gente suele abrir el corazón y está dispuesta a escuchar el evangelio.
Así trabajaba Jesús. «Mientras él pasaba por los pueblos y las ciudades, era como una corriente vital que difundía vida y gozo por dondequiera que fuese. Los seguidores de Cristo han de trabajar como él obró. Hemos de alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y consolar a los dolientes y afligidos. Hemos de ministrar a los que desesperan e inspirar confianza a los descorazonados» (El Deseado de todas las gentes, cap. 37, p. 323).
«Si nos humilláramos delante de Dios, si fuéramos bondadosos, corteses, compasivos y piadosos, habría cien conversiones a la verdad donde ahora hay una sola» (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 152). Basado en Juan 13:15.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill