viernes, 2 de noviembre de 2012

ELLOS ESTÁN ESPERANDO


«La creación espera con gran impaciencia el momento en que se manifesté claramente que somos hijos de Dios» (Romanos 8: 19).

Piensa en todo lo que hemos hecho este año. Hemos recorrido casi toda la Biblia y contemplado una buena parte de la creación de Dios. ¡Ha sido un viaje maravilloso! Pero lee ahora el versículo de hoy. En él se dice que la creación espera con impaciencia que se manifieste que somos hijos de Dios. Esto significa que todas la cosas que Dios ha creado han sufrido por culpa del pecado y están esperando el día en que Jesús regrese para que todo sea renovado.
Ahora, ¿por qué Jesús está tardando tanto en regresar? La Biblia dice en 2 Pedro 3:9: «No es que el Señor se tarde en cumplir su promesa, como algunos suponen, sino que tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios». Como ves, Dios quiere que todos vayan al cielo. Desafortunadamente, no todos escogerán vivir eternamente con él. Pero a pesar de eso Dios sigue teniendo paciencia esperando que tú, yo y muchos otros decidamos aceptar su gracia y amor.
Vive cada día para Jesús. Muéstrale cuánto agradeces lo que él hizo por ti a morir en la cruz. Háblales a todos los que conoces de Jesús para que ni él ni la creación tengan que esperar tanto tiempo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA VIDA ETERNA


El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:12).

Se ha dicho en numerosas ocasiones que la muerte es un misterio, y quizá por eso mismo muchas personas encuentran fascinante todo lo que tiene que ver con la muerte o con el más allá.
Para mí, la muerte adquirió un significado muy doloroso cuando falleció mi madre en el año 2007. Sus siete hijos y muchos de sus nietos y bisnietos estuvimos a su lado antes de que pasara al descanso. Todavía creo que no debió haber muerto, y que quizá lo hizo debido a algún error de los médicos, aunque por otra parte ya tenía una edad avanzada.  Mi madre respetaba concienzudamente los principios de la reforma pro salud y solía hacer caminatas cada mañana; rebosaba energía por cada poro. Murió precisamente doce días antes de cumplir ochenta y nueve años.
La muerte de un ser amado deja un vacío inmenso que es casi imposible de llenar. Sin embargo, nos consuela leer lo que dice el Salmo 145:20: «Jehová guarda a todos los que lo aman». Esa es mi esperanza bendita, algo que trae consuelo a mi vida: la certeza de que ella resucitará el día postrero y de que estará entre esa gran multitud para pasar la eternidad con nuestro Salvador. Mientras tanto, Dios nos guarda a mí y a los míos, si permanecemos en su amor.
Jesucristo, por medio de su sacrificio, ha eliminado el dominio de la muerte, el pecado, la enfermedad y el dolor. «"Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias" (Mat. 8:17) para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter» (El ministerio de curación, p. 11).
Salud, restauración, salvación, eternidad, eso es lo que Jesús quiere para nuestras vidas. Como el ciervo que brama por las aguas, busquemos la vida eterna, y estemos dispuestas a que el Espíritu Santo more en nosotras para de esa forma lograr la victoria, y un día ver de nuevo a nuestros amados.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Dalia Castrejón Castro

¿CÓMO QUIERES QUE TE RECUERDEN?


No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás. 1 Corintios 10:24

Era el 3 de enero de 1950 cuando el padre de Peter le pidió que lo acompañara a visitar a un viejo amigo de su juventud, el famoso economista Joseph Schumpeter. Este hombre había sido ministro de economía en Austria; presidente de bancos; escritor de importantes libros sobre teoría económica; y profesor de distinguidas universidades, entre ellas Harvard.
Cuenta Peter que su papá y Joseph Schumpeter pasaron una velada muy agradable, recordando los viejos tiempos. Entonces, en un momento de la conversación, ocurrió algo que Peter nunca pudo olvidar. Con una sonrisa dibujada en su rostro, su papá le hizo a Joseph Schumpeter una pregunta muy curiosa:
—Joseph, ¿todavía sigues hablando de cómo quieres que te recuerden?
El caso es que cuando Joseph era joven solía decir a sus amigos: «Quiero que la gente me recuerde como el amante de las mujeres más hermosas de Europa; el mejor jinete; y también, quizás, como el economista más grande del mundo».
Ahora que esos días juveniles habían quedado atrás, la pregunta adquiría para Joseph un significado muy diferente.
—Todavía esta pregunta es importante para mí — respondió Joseph — . Solo que ahora la respondo de una manera muy diferente. Quiero que me recuerden como el maestro que ayudó a convertir a una media docena de estudiantes brillantes en economistas de primera clase.
Luego añadió:
—Que te recuerden por los libros y por las teorías que escribiste no es lo que cuenta. Uno no hace una contribución significativa en este mundo a menos que la haga en la vida de la gente (relato de Peter E Drucker en «My Life As a Knowledge Worker», Inc. Magazíne, febrero de 1997).
¡Qué interesante! Un famoso profesor de economía prefiere ser recordado, no por sus logros profesionales, sino por la influencia positiva que ejerció en la vida de sus alumnos.
Si algo nos enseña la experiencia de Joseph Schumpeter es que no son las cosas, ni las riquezas, ni los aplausos, lo que más cuenta en esta vida. Es la gente.
¿Qué podrías hacer hoy por un familiar, un amigo, un compañero de estudios, que le indique a esa persona lo mucho que significa para ti?
¿Qué podrías decir?
Me pregunto cómo nos recordará la gente cuando ni tu ni yo ya estaremos en este mundo.
Señor, que uno de mis mayores gozos sea servir a las almas por quienes Cristo murió.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿HECHIZADOS O CONVENCIDOS?


«Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7).

«Cuando Cristo es recibido como Salvador personal, la salvación viene al alma» (El Deseado de todas las gentes, cap. 61, p. 523). Sin embargo, el propósito del diablo es engañarnos para que creamos (1) que la salvación es demasiado complicada e imposible de alcanzar en esta vida o (2) que la salvación es tan fácil de conseguir que basta con desearla. Algunos no creen ninguna de estas ideas, aunque esperan que Dios obre un milagro en su vida, de manera que, sin mediar esfuerzo por su parte, los vuelva alérgicos al pecado y, por tanto, inmunes a la tentación. Entienden que el derramamiento del Espíritu Santo hará que el pecador se convierta en santo.

El Espíritu Santo no se sirve de una varita mágica para hechizarnos, sino que nos convence de pecado para cambiarnos. «La justicia de Cristo no es un manto para cubrir los pecados que no han sido confesados ni abandonados; es un principio de vida que transforma el carácter y rige la conducta. La santidad es integridad para con Dios: es la entrega total del corazón y la vida para que revelen los principios del cielo» (El Deseado de todas las gentes, cap. 61, p. 52).
Zaqueo aprendió que hacer de Jesús el Señor de su vida tenía un elevado precio. Sus recursos terrenales se desvanecieron. Perdió a sus amigos. Pero ganó para sí y para toda su familia el maravilloso regalo de la salvación. Ahora tenía un tesoro en el cielo.
Zaqueo recibió en su casa a Jesús, no solo como huésped, sino como su Salvador que viviría para siempre en su corazón y su hogar. Los escribas y los fariseos lo consideraban un pecador y criticaron a Jesús por ir a su casa. Pero el Señor le dijo a Zaqueo que ahora formaba parte de la familia de Dios. Porque «los que tienen fe, estos son hijos de Abraham» (Gal. 3:7).
Amado Jesús, gracias por hacer de mí un miembro de tu familia. Quiero invitarte para que vengas a mi casa; no para venir de visita y luego marcharte, sino para quedarte. Basado en Lucas 19:1-10

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill