martes, 9 de octubre de 2012

VERDES Y LLENOS DE ENERGÍA


«Entonces les mandó que hicieran sentar a la gente en grupos sobre la hierba verde» (Marcos 6:39).

La multitud que seguía a Jesús subió a una colina y Jesús los invitó a sentarse en la hierba. Estoy seguro de que era un hermoso día.
¡Es tan agradable sentarse sobre la hierba verde durante el verano! ¿Verdad? ¿Alguna vez te has preguntado por qué la hierba es verde? ¿Por qué deja esas manchas en tu ropa cuando te deslizas sobre ella? Es por la clorofila.
La clorofila es un químico que se encuentra en las células de las plantas que convierte la luz solar en energía. Esto es asombroso, ¿verdad? Dios le dio a la hierba la capacidad de poder absorber la luz del sol y convertirla en su alimento. ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!
Cuando nosotros absorbemos la luz y el amor de Dios, él puede darnos el alimento espiritual que necesitamos. Él puede darnos la energía para hacer las cosas correctas, ayudar a los que nos rodean y hablarles de cuánto los ama Jesús.
Dios es el mayor dador de energía. Él da a las plantas todo lo que necesitan para crecer y nos da a nosotros todo lo que necesitamos para convertirnos en niños y niñas enérgicos para él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EN EL POZO


Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.  Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.  (Salmo 40:1-2).

Quizá el salmista se imaginaba una profunda y oscura caverna en la cual rugían aguas subterráneas y de la que no había ninguna esperanza de liberación. El fondo de aquel pozo no era tierra firme donde el salmista en su desolación podría estar en pie. Era un cenagal. Con cada intento de librarse del lodo, se hundía más. ¿Cuantas veces tú y yo hemos estado en el fondo de innumerables pozos de desesperación, y como el salmista hemos descubierto que su omnipotente brazo nos ayudó? 
En pozos

  • de soledades, sus palabras llegaron a nuestros oídos: «No temas porque yo estoy contigo» (Isa. 41: 10);
  • de cansancio, le oímos decir: «Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas» (Isa. 40: 31);
  • de temor, escuchamos sus tranquilizadoras palabras: «Si alguno conspirare contra ti, lo hará sin mí, el que contra ti conspirare, delante de ti caerá» (Isa. 54: 15);
  • de sufrimiento, nuestro consuelo fue: «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará, no dejará para siempre caído al justo» (Sal. 55: 22);
  • de tentación, alcanzamos a oír su voz: «No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana, pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir» (1 Cor. 10:13);
  • de escasez, su promesa nos alentó: «Jehová es mi pastor nada me faltará» (Sal. 23: 1);
  • de inseguridad, oímos: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios» (Rom. 8:38-39);
  • de culpabilidad, sus palabras nos animan: «Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación» (2 Cor. 7:10). 
El Señor nos sacó de esos pozos, poniendo nuestros pies sobre la peña. No conforme con lo anterior, colocó también un cántico en nuestros labios para hacer completa su obra. Nos queda entonces hacer que otros lo vean y luego confíen en Jehová.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Isabel Salinas de Martín

CELEBRACIÓN A LO GRANDE


Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él.  Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos.  Lucas 15:20

Dado que ya conoces la parábola del hijo pródigo, te pregunto: ¿Por qué crees que el muchacho se fue de la casa? ¿Simplemente para disfrutar de una aventura, o quería algo más?
Una clave para saberlo está en el hecho de que pidió su parte de la herencia. Si solo hubiera querido una aventura, ¿por qué pidió todo? Los bienes de una herencia solían asignarse a los herederos mientras el padre vivía, pero se repartían solamente después de la muerte del padre. El hecho de que el muchacho ni siquiera quiso esperar hasta que su padre muriera para pedir su parte de la herencia, hace pensar que lo que deseaba era independencia.
Ya conocemos el relato: despilfarró los bienes de su padre y llevó una vida desenfrenada (vers. 13). Pero en lugar de libertad, lo que encontró fue esclavitud.
Entonces sucede un hecho interesante. El relato dice que el joven «vuelve en sí»; es decir, «recapacita» (Luc. 15:17, NVI), y decide regresar. ¿Qué lo motivaría a regresar? ¿El hambre? ¿Las comodidades de su casa? No sé qué piensas tú, pero creo que la verdadera motivación para regresar fue la seguridad de que las puertas de ese hogar siempre estarían abiertas para él.
Y el relato dice que regresó. Y el padre corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo restituyó con honores al seno de la familia. Y hubo celebración a lo grande: el hijo que estaba muerto había vuelto a la vida; el hijo que estaba perdido, había sido encontrado (vers. 23,24).
¿Puede alguien, siquiera remotamente, imaginar la alegría de nuestro Padre celestial cuando un hijo suyo extraviado se arrepiente?
De manera que, si ahora mismo estás lejos de tu Padre, este es un buen momento para regresar. Las puertas están abiertas ahora mismo para ti. Y de una cosa puedes estar seguro: no habrá recriminación, ni censuras. Al contrario, tu Padre te recibirá con los brazos abiertos. ¡Y en el cielo habrá un fiestón! ¿Listo para celebrar?

Gracias Padre celestial, porque no pones condiciones para amarme ni para perdonarme.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

TAN SIMPLE COMO EL ABC


«Oye, Jehová, una causa justa; atiende a mi clamor. Escucha mi oración hecha de labios sin engaño» (Salmo 17:1).

A veces no sabemos qué decir al orar. Esto es comprensible. Usted quiere hablar con el Señor y busca tiempo y un lugar para ello. Inclina la cabeza y... no encuentra las palabras. La mente se le queda en blanco. Las manos empiezan a sudar y el pensamiento divaga. ¿Acaso piensa que es el único? En absoluto; esto nos sucede a todos de vez en cuando.
Al fin y al cabo, entramos en la sala del trono del Dios todopoderoso, Creador del universo. Después de leer las bellas oraciones de David y de Moisés y escuchar las conmovedoras oraciones del pastor y los ancianos, ¿qué podemos decir que sea digno de captar la atención y el tiempo del Señor?
Algunos pueden pensar que Dios es más propicio a las oraciones de unos que a las de otros. Vuelva a leer la lista de los dones del Espíritu: «A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. [...] Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas» (1 Cor. 12:8-28).
¿Se ha dado cuenta de que la oración no está en la lista? Eso es porque la oración no es un don, sino una actividad. Todos estamos llamados a orar. Existe el peligro de que la oración acabe convirtiéndose en un «departamento» más de la iglesia o sea percibida como algo para unos pocos privilegiados.
La oración no tiene nada que ver con el tiempo, aunque para orar se necesita tiempo. Tampoco tiene que ver con las palabras, por más que expresemos nuestros pensamientos con ellas. La oración es, ante todo, el acto de abrir nuestro corazón a Dios. Su corazón ya está abierto para nosotros. Dios nos llama a todos a orar. Si somos capaces de pensar, podemos orar.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR ES IMPOSIBLE, SOLO DIOS LO PUEDE HACER POSIBLE


Arriémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios (1 Juan 4:7).

El amor comienza con un secreto. Y aunque ha sido un elemento tácito cada día, es probable que hayas ido acumulando más y más sospechas. Se trata de un secreto que estás descubriendo solo, aunque no sepas cómo expresarlo exactamente. El secreto es el siguiente: Tu corazón no puede fabricar el amor incondicional (o amor ágape). Es imposible. Excede todas nuestras capacidades. Quizá hayas demostrado ternura y generosidad de alguna manera, y tal vez hayas aprendido a ser más considerado (a). Sin embargo, amar a alguien en forma desinteresada e incondicional es otra cosa. Entonces, ¿cómo puedes hacerlo? Te guste o no, el amor ágape no es algo que puedes hacer. Es algo que solo Dios puede hacer nacer. Y es gracias a su gran amor por ti (y a su amor por tu cónyuge), por lo que él elige expresar ese amor a través de ti.
Tal vez estés convencido de que si te esfuerzas y te comprometes lo suficiente, puedes obtener de tu corazón el amor incondicional, perdurable y sacrificial. Quieres creer que está en ti. ¿Pero cuántas veces tu amor no ha podido evitar que mientas, que codicies, que reacciones en forma exagerada, que pienses mal de la persona a la que prometiste delante de Dios que amarías durante el resto de tu vida? ¿Cuántas veces tu amor ha sido incapaz de controlar tu enojo? ¿Cuántas veces te ha motivado a perdonar o ha traído un final pacífico a una pelea? Esta incapacidad es la que pone de manifiesto la condición pecaminosa de la humanidad.
Todos hemos demostrado egoísmo, odio y orgullo. Y a menos que haya algo que nos limpie de estos atributos impíos, seremos declarados culpables ante Dios (Romanos 6:23). Por eso, si no estás a cuentas con Dios, no puedes amar de verdad a tu cónyuge, porque él es la fuente de ese amor. No puedes dar lo que no tienes. No puedes invocar reservas ni recursos interiores que no existen. Así como no puedes regalar un millón de dólares si no los tienes, no puedes dar más amor del que posees. El amor que puede soportar todas las presiones no está dentro de ti. Necesitas que alguien te dé esa clase de amor. "El amor es de Dios" (1 Juan 4:7).

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur