sábado, 22 de septiembre de 2012

PURO COMO LOS LIRIOS


«¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan» (Mateo 6:28).

Uno de los lugares que más me gusta visitar es el museo de arte. Me encanta ver los hermosos cuadros que los artistas han esbozado y creado. Uno de los museos más asombrosos al que alguna vez he ido está en Paris, Francia. Se llama Museo de Louvre. Recuerdo haber visto allí un cuadro del ángel Gabriel apareciéndosele a María para anunciarle las buenas nuevas de que ella iba a ser la madre de Jesús. En las manos de Gabriel había lirios. Los lirios son unas flores blancas muy hermosas. El artista usó lirios porque estos representan la pureza, y no hay nada más puro que Jesús.
Jesús quiere que nosotros también seamos puros. A veces hacemos cosas indebidas, y nos preocupa poder llegar a ser buenos niños o niñas para Jesús. Pues te tengo buenas noticias. Él no quiere que te preocupes. Tu trabajo es hablar con él todos los días, leer su Palabra y pensar lo más que puedas en él. Purificarnos es su trabajo. Él no quiere que nos preocupemos, porque sabe que nosotros no podemos purificarnos por nuestra propia cuenta. Entra en contacto con Jesús. Él es el único que puede hacerte puro como los lirios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ALGUIEN TE NECESITA


Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios. (Hebreos 13:16).

Todo ser humano posee una necesidad básica: sentirse amado. Cuando esa necesidad es satisfecha no solamente mejora la autoestima, sino que se experimentan la alegría y el gozo de vivir una vida con propósito. Sentir que somos necesarios genera una fuerza vital que propicia, conserva y restaura la salud física, emocional y espiritual. Además de combatir el egoísmo seremos personas más generosas, altruistas, solidarias, misericordiosas y sensibles.
Lamentablemente, en la actualidad miles de mujeres viven con el alma vacía, pues se tienen a sí mismas como centro de su existencia. Viven únicamente para complacer sus deseos personales y esperan que los demás también hagan de ellas el centro de sus vidas. Cuando no lo logran se llenan de amargura y de resentimiento. ¿Conoces a alguien así?
Vivir sin propósito es vivir como un barco a la deriva, que finalmente se hundirá. Elena G. de White afirmó: «La mujer no conoce su poder. Dios no quiso que sus capacidades fuesen todas absorbidas en preguntarse: "¿Que comeré? ¿Qué beberé? ¿Con qué me vestiré?" ¿Hay un propósito más elevado para la mujer, un destino más grandioso?» (El ministerio de la bondad, p. 151).
El anhelo de sentirnos útiles se concreta cuando la persona está dispuesta a realizar servicios abnegados y desinteresados en favor de los demás, empezando por los de su propia casa. Cuando tu hijito te pide un favor y des pues te lo agradece con un gran beso te sientes feliz. Esa grata sensación se transforma a su vez en energía física y emocional. Sucede lo mismo cuando le ofreces tu hombro a un hijo adolescente que necesita llorar o que sencillamente desea ser escuchado. Por increíble que parezca, son actos sencillos como estos los que llenan los vacíos del corazón y confieren sentido a la vida.
¿Has estado contemplando únicamente tu propia vida?  Quizá esa sea la razón de tus vacíos. Te invito a que mires a tu alrededor. ¡Hay mucho bien por hacer! ¡Hay muchos que te necesitan, quizá dentro de tu misma casa! ¡Descubrirás que ayudando a los demás te ayudarás a ti misma!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer.
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Erna Alvarado de Gómez

PIEDRAS EN EL CAMINO


Siembra tu semilla por la mañana, y por la tarde siémbrala también, porque nunca se sabe qué va a resultar mejor; si la primera siembra o la segunda, o si las dos prosperarán. Eclesiastés 11:6.

Una parábola cuenta que cierto rey colocó intencionalmente un gran piedra en uno de los caminos más transitados de su reino. Luego se escondió con sus siervos para observar las reacciones de los transeúntes. 
Primero pasaron unos pueblerinos. En lugar de quitar la piedra, simplemente la rodearon y siguieron adelante. Luego pasaron unos mercaderes, con sus carretas repletas de mercancía. Después de criticar al rey por no limpiar las vías, siguieron su ruta.  Otros transeúntes pasaron más tarde, pero ninguno hizo el intento de mover la piedra.  Entonces se acercó un campesino con una carga de hortalizas sobre la espalda .  Observó la piedra y, después de colocar el saco de hortalizas en el suelo, la empujó con todas sus fuerzas hasta quitarla del camino.
Ya se retiraba cuando notó una bolsita justo donde estaba la gran piedra.  Cuando la abrió, encontró que contenía varias monedas de oro y una nota que decía: «Estas monedas son para la persona que se tome la molestia de mover la piedra del camino.  Firmado: El rey».
Hay una valiosa  lección en este antiguo relato: Una piedra en el camino no tiene por qué ser necesariamente un obstáculo; también puede ser una oportunidad.  En esta vida siempre habrá piedras en el camino, pero dependerá de nosotros que funcione como obstáculos o como oportunidades.
Esta realidad ilustrada de manera ejemplar por la vida de Abraham Lincoln.  Entre los grandes de la historia, es difícil encontrar a alguien con mayores adversidades que las que Abraham Lincoln enfrentó: nació en el seno de una familia pobre; cuando tenía solo nueve años de edad, quedó huérfano de madre; por falta de medios económicos debió abandonar la escuela; la joven de la cual se enamoró murió; y fue derrotado en varias ocasiones cuando se postuló como candidato para el Congreso.  A pesar de tantas dificultades, Lincoln logró graduarse de abogado y, finalmente, llegó a ser presidente de los Estados Unidos.
¿Hay  «piedras» en tu camino?  Si no las hay ahora, pronto las habrá.   Y te tocará decidir qué harás con ellas.  Con esfuerzo y oración, decide convertir esos obstáculos en oportunidades para que cumplas los sueños que Dios tiene para ti.
Señor, con tu poder me propongo hoy convertir los obstáculos en oportunidades para crecer en ti.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA RELIGIÓN DE LA CARGA


«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros» (Efesios 3: 20).

Durante la segunda guerra mundial, en el frente del Pacífico, los aliados utilizaban las pequeñas islas de las que casi nada se sabía cómo bases de aprovisionamiento para sus ejércitos en su travesía del océano. Los isleños, que nunca antes habían conocido la civilización, de repente, vieron que el cielo se llenaba de máquinas voladoras cargadas con personas de razas que les resultaban totalmente desconocidas. Aquellos «dioses» del cielo trajeron consigo jeeps, frigoríficos, encendedores Zippo, ventiladores y armas. Construyeron edificios, torres de control y aeródromos.
Luego, tan repentinamente como habían venido, se fueron. Los isleños estaban desconcertados. Supusieron que toda esa gente procedía del cielo. Como resultado la población local desarrolló una nueva religión llamada la religión de «la carga». Por supuesto, la carga eran los objetos que trajeron los que venían del cielo. El culto a la carga enseñaba que, algún día, en el futuro, los dioses de la carga regresarían y que era necesario estar preparados construyendo modelos de aviones y torres de control con cañas de bambú para su segunda venida.
Poco después los misioneros llegaron a las islas. Al principio, los adoradores del culto a la carga los recibieron con alegría porque pensaban que era la segunda venida de los dioses de la carga. Como es obvio, los misioneros habían ido a predicar el evangelio, pero cuando la población local vio que el mensaje no iba acompañado de una carga, pronto perdió el interés por lo que intentaban hacer los misioneros.
En el siglo XXI tenemos que estar en guardia para no desarrollar un culto a la carga. Jesús dijo que lo importante en la vida de una persona no son las posesiones materiales. «Y les dijo: "Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee"» (Luc. 12:15).
¿Acaso usted ora por lo que puede obtener en lugar de hacerlo por lo que puede llegar a ser? Lo reto a que en su próxima oración no haga ninguna referencia a sus necesidades y deseos físicos (no es para siempre, se trata solo de un experimento). Reclame la promesa de que, si usted busca primero el reino de Dios y su justicia, él le dará todo lo que usted necesite. Si durante un tiempo usted ora así, descubrirá que las cosas de la carne ya no le interesan tanto.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

HACEMOS PARTE DEL MISMO CUERPO


El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida (Efesios 5:28-29).

Sin embargo, tu cónyuge sigue formando parte de ti y esto no cambia. Efesios 5:28 y 29 dice: "Así también deben amar los mandos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida".
Este versículo les habla a los esposos, pero fíjate en cómo se describe a cada miembro. Se considera a los dos como la misma carne. Debes tratar a tu cónyuge con el mismo cuidado y amor con los que te tratas a ti mismo. Cuando le demuestras amor a tu cónyuge, también te demuestras amor a ti mismo.
Sin embargo, esta moneda tiene dos caras. Cuando maltratas a tu pareja, también te maltratas a ti mismo. Piénsalo. Ahora, sus vidas están entretejidas. Tu cónyuge no puede experimentar alegría o dolor, bendición o maldición sin que también te afecte. Así que cuando atacas a tu pareja, es como atacar a tu propio cuerpo.
Es hora de permitir que el amor cambie tu forma de pensar. Es hora de entender que tu cónyuge forma parte de ti de la misma manera que tu mano, tu ojo o tu corazón. Tu esposa también necesita que la amen y la valoren. Y si hay algo que le cause dolor o frustración, deberías preocuparte por estas con el mismo amor y cuidado con los que tratarías una herida de tu cuerpo. Si tu esposo tiene alguna herida, deberías considerarte un instrumento que ayude a traer sanidad a su vida. Con esta perspectiva, reflexiona en cómo tratas el cuerpo físico de tu cónyuge. ¿Lo valoras como el tuyo? ¿Lo tratas con respeto y ternura? ¿Te deleitas en tu cónyuge tal cual es? ¿O acaso lo haces sentir tonto y avergonzado? De la misma manera en la que atesoras tus ojos, tus manos y tus pies, deberías atesorar a tu cónyuge como un regalo invalorable.
Reflexión: Hoy haré por mi pareja lo que me gustaría que el o ella haga por mí.

PÍDELE A DIOS QUE TE AYUDE A AMAR A TU CÓNYUGE COMO A TI MISMO.


Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.