domingo, 26 de agosto de 2012

A SALVO DEL PECADO


«Tu carácter soberbio te ha engañado. Como habitas en las hendiduras de los desfiladeros, en la altura de tu morada, te dices a ti mismo: ¿Quién podrá arrojarme a tierra?» (Abdías 1:3. NVI)

Hoy vamos a caminar al pie de un gran desfiladero. Si miras hacia arriba verás pequeñas aves que entran y salen de las hendiduras de las rocas. Si te fijas bien con tus binoculares, notarás pequeños nidos pegados en las paredes de piedra. A estas aves se las conoce como golondrinas de acantilado, y viven allí todo el tiempo.
El versículo de hoy habla de alguien que también vivía en las hendiduras de un desfiladero. Esta persona pensaba que allí estaba segura, y que nadie podría hacerle daño. Tal vez a ti te parezca que sí es un lugar seguro, pero aunque no lo creas, hay aves de presa como las águilas y los halcones que buscan en esos lugares pequeñas aves para alimentarse.
Si alguna vez nos sentimos tentados a pensar que estamos seguros viviendo a nuestra manera, estamos equivocados. Solo con Jesús en nuestra vida podemos estar seguros contra el pecado. Si las golondrinas del acantilado permanecen en sus nidos, estarán seguras. Nosotros también podemos resguardarnos en e «nido» de la Palabra de Dios y mantenernos a salvo de las tentaciones. De esa manera el pecado no podrá abalanzarse sobre nosotros y capturarnos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MUJER MADURA Y BELLA


El tiempo de los atavíos de las jóvenes era de doce meses: seis meses se ungían con aceite de mirra y otros seis meses con perfumes aromáticos y ungüento para mujeres.  Después de este tiempo, cada una de las jóvenes se presentaba por turno ante el rey Asuero (Esther 2:12).

Las mujeres reaccionamos con mayor intensidad ante los cambios físicos del envejecimiento como arrugas, canas, sobrepeso, piel seca, caída del pelo, etcétera. Estos son indicadores de que hemos perdido atractivo físico, sin contar los achaques de la edad o del descuido.
Se producen grandes transiciones en tres momentos clave del ciclo familiar de la mujer: los cambios de funciones relacionados con el nacimiento de los hijos, su crianza y su educación; la salida de los hijos del hogar y la menopausia, que puede provocar depresión.
Una investigación reciente identificó cuatro tipos de "mujeres maduras" entre 39 y 55 años.

  • Mujeres tradicionales: Mujeres maduras que se sienten responsables de su futuro y asumen lo que marca la tradición para ellas.
  • Mujeres innovadoras: Las que han realizado una carrera, y considerando muy difícil llegar a la cima empiezan a reconsiderar muchas cosas.
  • Mujeres expansivas: Las que, al llegar a la madurez, introducen cambios profundos en sus metas con el fin de ampliar sus horizontes. Algunas regresan a la universidad a fin de prepararse para nuevos trabajos, o por vocación.
  • Las manifestantes: Empujadas a ser adultas antes de tiempo, y tratan de posponer en lo posible la madurez.

La Biblia no ignora los atractivos del cuerpo físico pero pone énfasis en la sencillez y la modestia. Esther fue una mujer bella físicamente, pero también tenía madurez y ganaba el favor de todos. Una es tan joven como su fe, su confianza y su esperanza, o tan vieja como su duda, su temor y su desesperación.
En búsqueda de la belleza es una búsqueda de nuestra verdadera identidad. Una vez nos damos cuenta de que somos hijas de Dios, todas las cosas cambian, nuestra forma de pensar, de conducirnos y de percibirnos a nosotras mismas.  El interés en nuestra apariencia física permanece, pero ya no es nuestra preocupación principal.
Medita en esto: «Los años arrugan la piel, pero solo el abandono del entusiasmo arruga el alma».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Blanca Dalia R. de Góngora

DIOS PUEDE DARTE MUCHO MÁS.


No se unan ustedes en un mismo yugo con los que no creen. 2 Corintios 6:14.

Carlos usó la mayor parte de sus ahorros para asociarse con varios compañeros de estudios. Compraron mercancía a precio especial para revender. Ahora Carlos se da cuenta de que sus amigos quieren invertir la ganancia en negocios ilícitos. ¿Tiene que apartarse Carlos de esos amigos, aunque pierda su dinero?
La experiencia del rey Amasias puede ayudarnos a responder.
Amasias era todavía joven cuando cierto día amaneció inesperadamente como rey de Judá. Su padre Joás había sido asesinado, y ahora le tocaba a él asumir las riendas del gobierno. Al principio de su reinado las cosas marcharon bien (ver 2 Crón. 25). Pero este joven rey tenía un serio problema: no confiaba en Dios de todo corazón.
En una ocasión decidió fortalecer su ejército. Para ello reclutó a los jóvenes de su reino mayores de veinte años. Cuando sacó la cuenta del número de soldados, estos sumaban unos trescientos mil. Nada mal. Pero Amasias no estaba muy conforme con esa cantidad, de manera que decidió contratar a unos mercenarios. Estos eran soldados a sueldo, que estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario con tal que se les pagara buen dinero.
Fue así como Amasias contrató a unos cien mil mercenarios por tres mil trescientos kilos de plata (ver 2 Crón. 25:6). ¡Bastante dinero! A Dios no le gustó esa alianza y envió un profeta para reprenderlo por su decisión.
—Si quieres reforzar tu ejército con ayuda de ellos —dijo el profeta— Dios te hará caer frente al enemigo.
—Pero, ¿qué va a pasar con los tres mil trescientos kilos de plata que pagué?
El hombre de Dios respondió:
—El Señor tiene suficiente para darte más que eso (2 Crón. 25:7-9).
Aquí está la respuesta al dilema que enfrenta Carlos. Y también la respuesta que tú necesitas si te has asociado con incrédulos. Rompe esa alianza, no importa cuánto tiempo o dinero hayas invertido en ella.
«¿Y qué pasará con lo que he invertido?», preguntarás. La respuesta bíblica es: «El Señor tiene suficiente para darte más que eso«». Suficiente para devolverte ese dinero. Suficiente para darte la pareja que te conviene. Suficiente para suplir todas tus necesidades. Él solo te pide que confíes en sus promesas.
Señor, dame valor para romper cualquier alianza que no glorifique tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL RESCATE DE LA OVEJA


«No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, para hacer obras impías con los que hacen maldad; y no coma yo de sus deleites» (Salmo 141:4).

En los Highlands, en Escocia, es frecuente que una oveja, deambulando por las rocas, entre en lugares de los que luego no puede salir. Los pastos de esas montañas son muy dulces y gustan mucho a las ovejas que, para comerlos, saltan a barrancos de tres o cuatro metros de profundidad. Luego, cuando se ven atrapadas porque no pueden saltar tan alto, balan para que las oiga el pastor.
Pueden estar así durante días, hasta haberse comido todo el pasto. El pastor espera que estén tan débiles que no puedan oponer resistencia. Entonces, sus compañeros le atan una soga a la cintura para que pueda bajar y sacar a la oveja del atolladero. ¿Por qué el pastor no baja justo después de que la oveja haya saltado? Como las ovejas son tan tontas, asustadas, correrían hacia el precipicio y se matarían.
En la historia de Jesús, el pastor sale de noche, antes de cenar. Sale a pesar del cansancio acumulado de todo el día llevando el rebaño. Se asegura de que las noventa y nueve pasarán la noche en lugar seguro y sale, haga viento o llueva. Por más que sus pies resbalen, por más que tenga las manos desgarradas por los espinos y la voz ronca de tanto llamar, busca sin cesar. Su única preocupación es encontrar a la oveja. Pensar que el Señor está decidido a rescatar a las almas perdidas reconforta.
Para el pastor es una búsqueda personal. No dice a uno de sus ayudantes: «Ve, sal a buscar la oveja perdida y tráela a casa». No, sale él en persona. Si alguna vez se salva un alma del pecado, no será únicamente a causa de nuestro testimonio, del predicador o de los libros, sino a causa del Señor Jesús que sale a buscar sus ovejas. A pesar de que huyen, él va tras ellas.
Hay muchas ovejas perdidas que ni usted ni yo llegaremos a encontrar jamás. Nos damos por vencidos con demasiada facilidad. El cansancio y el desánimo se apoderan de nosotros. Nos precipitamos y damos la causa por perdida. En cambio, cuando Jesús busca sus propias ovejas, téngalo por seguro, las lleva de vuelta con él. ¿Ora por alguien? No se desanime. Basado en Lucas 15:4-7

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill