martes, 7 de agosto de 2012

MIRANDO LAS ESTRELLAS


«Entonces mandó llamar a magos, adivinos, hechiceros y sabios, para que le explicaran aquellos sueños. Ellos fueron y se presentaron ante el rey, el cual les dijo: "He tenido un sueño y estoy muy preocupado tratando de comprenderlo"» (Daniel 2:2, 3).

Amárrate bien esas botas y párate bien erguido.  Estamos en la corte del rey Nabucodonosor. Hagamos silencio, el rey acaba de llamar a todos los sabios del pueblo, incluyendo a los astrólogos. Me imagino que debe de ser un asunto de mucha importancia. Escucha, el rey está hablando. Está diciéndoles que tuvo un sueño y que quiere que le digan lo que significa. ¿Cómo van a hacerlo? Solo Dios sabe ese tipo de cosas.
¿Qué podemos decir de esos astrólogos? ¿Sabes a qué se dedican? Ellos dicen que pueden saber el futuro con solo mirar las estrellas. Bueno, permíteme decirte algo: yo creo que deben mirar un poco más allá de las estrellas, hasta donde está Dios, porque él es el único que conoce el futuro.
¿Sabías que aún en nuestra época hay personas que miran las estrellas y piensan que pueden saber el futuro? Qué tontería. ¡Estoy tan agradecido porque tenemos un Dios que en realidad conoce el futuro! Aférrate a él, y él te dejará saber unos cuantos secretos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS TE AYUDA A PERDONAR


Mejor es un día en tus que mil fuera de ellos. Escogería antes estará a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad. (Salmo 84:10).

Cuando terminó el sábado llegué a la conclusión de que había sido un día muy bendecido. Durante aquella semana me había sentido desanimada por circunstancias tanto del trabajo como de la iglesia. Por primera vez en mi vida había decidido no asistir al templo, e incluso ya había apartado varios libros religiosos para dedicarme a la lectura durante toda la mañana.
Sin embargo, como a eso de las diez, no me podía concentrar y recordé lo que una amiga me había dicho la noche anterior: «No dejes de asistir, porque podría convertirse en una costumbre». Sus palabras resonaban en mis oídos, por lo que decidí alistarme para asistir a una iglesia cercana a mi casa, pues ya era algo tarde.
Al llegar al templo noté que había una mesa cubierta con un mantel blanco, lista para celebrar el servicio de la Cena del Señor. Durante el sermón me mantuve orando a Dios diciéndole: «Señor, no quiero perdonar a las personas que me han hecho daño y que han levantado un falso testimonio contra mí. Sin embargo, sé que debo perdonarlas. No deseo participar de este rito, pero si tú crees que debo hacerlo me lo harás saber».
Cuando terminó el sermón todos salieron para realizar el rito de humildad. Viviana, la directora de jóvenes de aquella iglesia, vino a saludarme y me preguntó: «¿Vas a participar?». Le dije que no tenía con quién realizar el rito de humildad y respondió: «Pues aquí estoy yo». Me di cuenta de que Dios nos toma de la mano y nos guía si se lo permitimos.
A la hora del almuerzo otra amiga se me acercó para invitarme a cantar en su iglesia. Era un día de ayuno y oración en aquella iglesia, por lo que a la salida se les iba a entregar a los asistentes un pedazo de pan y algunas uvas. Al ver a las hermanas atareadas repartiendo aquellos productos me ofrecí a ayudar y eso me fortaleció. Cuando regresé a casa agradecí a Dios por darme la oportunidad de perdonar y por reavivarme espiritualmente. Si hoy te sientes desanimada por alguna circunstancia, alaba a Dios y habla con él para recibir el poder que necesitas para mantenerte firme en la fe.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Fabiola Fernanda Quinto

GASOLINA DE ALTO OCTANAJE


Las palabras en el momento oportuno son como manzanas de oro incrustadas en plata. Proverbios 25:11

Es impresionante el poder que tienen las palabras. Puedo recordar algunas que la gente me dijo, o dijo de mí hace muchos años, como si las hubieran pronunciado ayer.
Charles Stanley, un conocido escritor y predicador, ilustra esta verdad con una experiencia que vivió cuando era alumno de la escuela primaria. Se disponía a salir del salón de clases cuando escuchó que su maestra le comentaba a otra: «Me gusta Charles». Era la primera vez que escuchaba a alguien que no fuera su madre decir algo bueno de él. Y aunque fueron solo tres palabras, nunca las pudo olvidar. «Fue como si alguien hubiera puesto en mi tanque emocional gasolina de alto octanaje», escribió posteriormente (For the Gradúate. God's Guidance for the Road Ahead [Para el graduado. La conducción divina para el camino futuro], 2002).
Solo tres palabras, ¡y jamás las pudo olvidar! Están colgadas, dice él, no en las paredes de su casa, sino en un lugar más importante: su memoria.
Estoy seguro de que tú también puedes recordar vívidamente algunas cosas que la gente te ha dicho. Algunas de esas palabras fueron como música celestial a tus oídos. Otras, preferirías no haberlas escuchado.
¿Qué puedes hacer al respecto? Por un lado, no dar demasiada importancia a las cosas malas que se han dicho de ti. Por el otro, al igual que Charles Stanley, atesorar las palabras que en un momento dado «llenaron tu tanque emocional con gasolina de alto octanaje».
Y aún hay algo más que puedes hacer hoy mismo: decir a alguien cercano palabras que muestren tu aprecio hacia esa persona. A veces no nos damos cuenta, pero a nuestro alrededor hay gente que necesita escuchar una palabrita de ánimo, de aceptación; algo que les recuerde que son valorados, amados y respetados.
¿Puedes pensar ahora mismo en un familiar, un amigo o amiga, quizás tu novio o novia, a quien le puedas decir algo que le «llene su tanque emocional»? No tiene que ser un discurso. Y si no lo quieres decir, lo puedes escribir. Basta con que expreses lo mucho que aprecias a esa persona, lo mucho que valoras su amistad o cuánto agradeces a Dios por haberla conocido.
Hoy tú puedes ser un instrumento de bendición para la gloria de Dios.
Padre celestial, dame hoy palabras de ánimo para alguien que las esté necesitando.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

QUÉ ES PRECISO TEMER


«Os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer.  Os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo, a este temed». (Lucas 12:4,5).

¿De qué tiene miedo? ¿De los huracanes? ¿De los tsunamis? ¿De los ladrones? ¿Tiene miedo a alguna enfermedad? ¿Tiene miedo de morir? Los investigadores de la Universidad Johns Hopkins informaron que, hace treinta años, lo que más temían los escolares de primaria era: (1) los animales, (2) estar a oscuras en una habitación, (3) los lugares altos, (4) los desconocidos y (5) los ruidos fuertes. En la actualidad, los niños tienen miedo de lo siguiente: (1) del divorcio, (2) de la guerra nuclear, (3) del cáncer, (4) de la polución atmosférica y (5) de ser víctima de un atraco.
Los tiempos han cambiado. ¿No ve ninguna tendencia? El mundo es cada vez más violento y los miedos son más graves y generales. ¿Qué decir de promesas como: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor» (1 Juan 4: 18)? La lectura de los versículos que preceden y siguen a esta promesa explica que el temor mencionado se refiere al juicio. Esto no quiere decir que si usted tiene el perfecto amor no debe temer a las serpientes. Para eso hay otras promesas.
Jesús nos dijo qué tenemos que temer. ¡Imagine! El Príncipe de paz nos dice que tenemos que temer algo. Y, por cierto, no es el diablo. Aquí tiene una traducción al lenguaje moderno del texto para memorizar de hoy: «A ustedes, amigos míos, les digo que no deben tener miedo de los que matan el cuerpo, pero después no pueden hacer más. Yo les voy a decir a quién deben tenerle miedo: ténganle miedo al que, después de quitar la vida, tiene autoridad para echar en el infierno. Sí, ténganle miedo a él» (Luc. 12:4,5, DHH). Jesús advertía contra la hipocresía. A Dios no podemos ocultarle nada.
Para el cristiano que quiere ser como Jesús, esta es una buena noticia, no es mala. Dios nos ve y lo sabe todo sobre nosotros. Por tanto, si lo amamos y lo obedecemos, nos llevará al cielo, a ningún otro lugar... Basado en Lucas 12:3-5

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill