lunes, 6 de agosto de 2012

RESBALOSO ES MEJOR


«Igualmente, cada mañana se le hará al Señor una ofrenda de siete litros de cereales y un litro de aceite, que se derramará sobre la harina. Este rito será obligatorio siempre» (Ezequiel 46: 14).

Menos mal que tenemos nuestras botas puestas, porque vamos a caminar sobre un piso resbaloso. Hoy haremos un pequeño viaje a una prensa de aceite. Estos hombres están extrayendo aceite del maíz. Impresionante, ¿verdad?
¿Sabes qué es el aceite? Hay diferentes cosas de las cuales se sacan diferentes tipos de aceite, pero todos más o menos hacen lo mismo. Algunos sirven para que las cosas funcionen más suavemente. Hay aceite en las aceitunas, en el maíz, en las semillas de girasol, bajo el suelo y en cientos de otros lugares. Dios en verdad hizo mucho aceite para que nosotros lo usáramos.
Dios también quiere que nosotros seamos un poco «aceitosos». Él quiere que ayudemos a suavizar las cosas que ocurren a nuestro alrededor.  Mediante tu ejemplo y tus palabras, puedes ayudar a suavizar una discusión, ayudar a que el día de tu maestro o maestra transcurra de manera más tranquila, o hacer que las labores de tus padres sean más livianas ayudándolos en el hogar.  Ponte un poco aceitoso hoy y sé un suavizador para Dios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¿QUÉ CAMINO DESEA SEGUIR?


¡Conozco, Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos! (Jeremías 10: 23).

A todos nos parece que el camino que seguimos es el mejor, aunque al ver que no hemos llegado a la meta nos cuesta reconocer que nos hemos equivocado.
Cuando empecé a estudiar la Palabra de Dios, como es natural tenía que enfrentar muchas dudas. Eso lo sabía el enemigo de las almas, porque me atacaba siempre en lo que más me dolía. Las creencias que anteriormente abrigaba eran algo sagrado para mí, y ahora me hervía la cabeza, ya que algunas cosas coincidían con mis conocimientos previos, pero otras no.
Estando en aquel mar de dudas fui muy atacada. Cada vez que me dirigía al lugar donde se impartían los estudios bíblicos, un joven me esperaba en el camino. Con su mejor intención me instaba a abandonar aquello que él consideraba una herejía. Me decía: «Dios no quiere que vayas a esa casa, porque allí solo desean que te apartes del Dios que tú amas».
Más de una vez llegué a aquel hogar llorando por el sentimiento de culpa que aquellas palabras despertaban en mí. Pero me mantuve firme, porque sabía que lo que hacía era correcto. ¡Qué bueno y misericordioso es el Señor! Yo nunca habría imaginado el final de esta historia. Han transcurrido diecisiete años desde aquel entonces. Sin embargo, hace pocos años recibí la mayor sorpresa de mi vida. Me enteré de que el joven que me acosaba había solicitado recibir estudios bíblicos. «¡Dios mío! ¿Será verdad lo que he escuchado; o ha sido únicamente un sueño?»
Dice el Señor: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos» (Isa.55:8). ¡Qué verdad tan grande! Nunca me habría imaginado nada parecido; pero los corazones son tocados por el Espíritu Santo y la semilla de la verdad crece allí donde nosotros apenas vemos nada. Dios así lo hace y nos advierte: «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano» (Isa. 55:6). Aquel joven así lo hizo y hoy, gracias al Señor, es miembro del pueblo de Dios.

¡Bendito sea nuestro Padre que nos ama a todos por igual!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rosita Val

UNA LUZ QUE JAMÁS SE APAGARÁ


Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. 1 Timoteo 1:15

La llamaban «María la sanguinaria». Y no era para menos. Durante el reinado de María Tudor en Inglaterra, en el siglo dieciséis, fueron ejecutadas unas trescientas personas. Entre los mártires de esa época estuvo Hugh Latimer, un verdadero campeón de la fe cristiana.
Hugh nació en un hogar pobre, donde tenían que arar la tierra para obtener de allí el alimento diario. Aunque él mismo debía arar, Sus padres se aseguraron de que Hugh asistiera a la escuela del pueblo. De esos inicios humildes, avanzó paso a paso en su preparación personal hasta graduarse en la Universidad de Cambridge. Posteriormente llegó a ser obispo de Worcester y también sirvió como capellán del rey Enrique VIII. Fue un predicador tan poderoso que, según registran los historiadores, los negocios y las tabernas se cerraban para escucharlo predicar.
¿Cómo llegó Hugh Latimer a conocer las grandes verdades de la Biblia? Gracias a un hombre a quien apodaban «el pequeño Bilney». Se cuenta que cuando Bilney escuchó predicar a Latimer, oró a Dios: «Padre, yo soy apenas el pequeño Bilney, y nunca podré hacer nada grande para ti, pero ayúdame a ganar esta alma para Cristo. Yo sé que él hará maravillas en tu nombre» (Peter E Gunther, A Frank Boreham Treasury [Antología de Frank Boreham], p. 13).
Y así fue. «El pequeño Bilney» se las arregló para lograr una entrevista con Latimer y, usando como base nuestro texto de hoy (1 Tim. 1:15), pudo mostrar al gran predicador las grandes verdades bíblicas: solo Cristo salva, y solo la Biblia es la Palabra inspirada de Dios.
Latimer no solo creyó estas verdades, sino que también las predicó con fervor. Como resultado, fue encarcelado y más tarde quemado en la hoguera por orden de María la sanguinaria. Se cuenta que el día de la ejecución, Latimer y su compañero de martirio, Nicholas Ridley, se arrodillaron delante de la hoguera para orar. Entonces Latimer animó a Ridley de la siguiente manera: «Ten buen ánimo, amigo. Hoy encenderemos una luz tal en Inglaterra que, confío en la gracia de Dios, jamás se apagará».
Ese día, el 6 de octubre de 1555, una llama se encendió en Inglaterra que hasta hoy nadie ha podido apagar. ¡Alabado sea Dios!
Padre celestial, quiero ser un instrumento en tus manos. Que Cristo, la Luz del mundo, brille hoy a través de mí.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA SEÑAL DE JONÁS



La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno también tu cuerpo está en tinieblas» (Lucas 11:34).


Una gran multitud rodeaba a Jesús. Si hubieran sido admiradores y creyentes, habría sido alentador, pero no eran más que curiosos. Jesús sabía qué hacía que un grupo tan grande de gente se mantuviera junto: buscaban una señal. Por eso les reveló que conocía sus pensamientos. «Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás» (Luc. 11:29).
¿Cuál era la señal de Jonás? Jonás fue arrojado al mar y permaneció en él durante tres días, tras los cuales salió vivo y predicó al pueblo de Nínive para que se arrepintiera. La experiencia de Jonás era la señal que hizo que se apartaran de sus caminos de maldad. De la misma manera, la muerte y la resurrección de Jesús, así como la predicación del evangelio a los gentiles, sería la última advertencia a la nación judía.
En el juicio, los ninivitas los condenarán porque, al fin, se arrepintieron después de escuchar la predicación de Jonás.  Incluso la reina de Saba los condenará porque acudió a escuchar las palabras sabias de Salomón; no para satisfacer la curiosidad que tenía la multitud, sino para recibir información sobre el Dios verdadero y su culto.
El evangelio de Cristo es como una vela que se coloca sobre el candelero para que todos puedan verla y encuentren el camino. La vela estaba en medio de aquella generación, pero ellos estaban ciegos. Sin vista, la vela no nos hace ningún bien.
Si el ojo ve correctamente, toda la mente está llena de luz. Tenga cuidado, Jesús advirtió que los ojos de la mente no deben quedar cegados por el prejuicio y el pecado. No sea como aquellos que nunca desearon sinceramente conocer o hacer la voluntad de Dios y, por tanto, andan en tinieblas.
¿Qué otra señal necesitamos que el propio hecho de que Jesús muriera y resucitara para salvarnos del pecado? La pregunta que tarde o temprano todo el mundo debe formularse no es si Jesús murió para salvar a su pueblo de sus pecados, sino qué haremos al respecto.
Señor, abre mis ojos para que pueda ver las muchas evidencias de lo que has hecho por mí. Basado en Lucas 11:29-36

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill