domingo, 22 de julio de 2012

UNA PICADURA GRANDE


«Egipto parece una hermosa novilla, pero viene a picarle un tábano del norte» (Jeremías 46:20).

¡Ay! ¿Has notado eso? Mira esa picadura, es enorme. Y mira esa mosca, es grandísima también. ¿Dónde estamos hoy? Pues nada más y nada menos que en Egipto, una de las naciones vecinas de Israel, hacia el sur.  Estamos en un campo donde abundan las vacas. La mosca grande que vimos se llama tábano. El versículo de hoy compara a Egipto con una hermosa novilla. La novilla es la mamá vaca. Bueno, el versículo dice que un tábano viene a picar a mamá vaca. Los tábanos son realmente voraces. La hembra de este insecto chupa la sangre de las vacas. ¡Ay! No dejes que ninguna se te acerque.
Dios no se estaba refiriendo a moscas reales en este versículo. Estaba queriendo decir que otra nación vendría a atacar a Egipto porque había sido una nación desobediente. Las leyes de Dios son realmente buenas para nosotros, y él nos las dio para protegernos. Si Egipto hubiera obedecido a Dios, habría tenido una vida mucho más feliz. Los tábanos tal vez no te piquen, pero Satanás sí quiere hacerlo con sus tentaciones.
Obedece hoy a Dios. Su ley está hecha para que seas feliz. Aléjate de la «picadura» del pecado.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA NATURALEZA NOS HABLA


Después dijo Dios: «Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol que dé fruto según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra». Y fue así (Génesis 1:11).

¿Te has observado con detenimiento las flores silvestres? Aunque muchas son pequeñitas no les falta nada: poseen pétalos, corolas, sépalos; en fin, son una verdadera maravilla. Por lo general, al caminar en medio de la naturaleza, vamos pisando muchas florecillas sin que les prestemos mayor atención, o les concedamos la más mínima importancia. Estamos tan absortas en otras cosas que se nos escapa admirar la belleza.
Un día estaba compartiendo el mensaje del evangelio con una amiga. Le hablaba del gran amor que Dios tiene hacia sus criaturas. De repente entró a la sala donde nos encontrábamos su hermana, que era una jovencita de unos 15 años. Comenzó a burlarse de nosotras y nos trató de ignorantes:
—Yo no creo en esas tonterías que están diciendo.
—¿En qué crees, entonces?
—Yo creo en la evolución, no en esa creación de la que estás hablando.
Yo sabía que su familia respetaba a Dios, así que respondí:
—¿Tú amas a Dios?
—Sí, yo lo amo.
—Pues si amas a Dios tienes que creer que el mundo fue creado por él. La Santa Biblia dice: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gen. 1:1).
—¡Eso ha sido escrito por los hombres! Por lo tanto no me lo harás creer.
—Los libros de ciencia que estás estudiando, ¿puedes decirme por quiénes han sido escritos? ¿Acaso no han sido hombres?
—¡Sí claro! —respondió.
—Y a pesar de ello tú crees en la ciencia ¿verdad? ¡Pues cuánta más razón hay para creer en la Biblia! Escucha lo que dice este pasaje: «Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tim. 3:16).
Quedó pensativa, su rostro había cambiado de expresión y ya no estaba tan segura de sí misma. Me vino a la mente aquel versículo: «La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos» (Heb. 4:12).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rosita Val

MEJOR COMENZAR TEMPRANO


Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno». Eclesiastés 12:1, NVI

En su libro de ilustraciones para sermones, Michael P. Green cuenta que un hombre se dirigió apurado a la terminal de autobuses para tomar el bus que lo llevaría a una cita importante. Después de correr a toda velocidad y casi sin aliento, llegó justo cuando la puerta se cerraba. Alguien que vio lo ocurrido comentó:
—Parece que no corrió con la rapidez suficiente. El desilusionado hombre respondió:
—Corrí lo más rápido que pude; el problema es que no comencé a tiempo (1,500 Ilustrations for Biblical Preaching [Mil quinientas ilustraciones para la predicación bíblica], p. 415).
Algo parecido sucede en la vida, especialmente cuando somos jóvenes. Cada día nos presenta nuevas oportunidades: para retomar un proyecto que pusimos a un lado hace tiempo; para reanudar las clases de música (o de natación, o de inglés) que dejamos a medio camino; para continuar con nuestros estudios universitarios; para restaurar una amistad que se deterioró por una tontería; o para regresar a la iglesia. Pero razonamos que todavía hay tiempo, que mañana será. Así pasan los días, los meses y los años. Hasta que un día descubrimos que esperamos demasiado. No hace mucho supe que un amigo de mi infancia se había interesado en conocer más de nuestra iglesia. La sola noticia me alegró muchísimo. Entonces me propuse llamarlo por teléfono para saber de su interés por las cosas de Dios y para ayudarlo en su decisión. Pasaron algunas semanas pero nunca alcanzaba a llamarlo. Cierto día recibí la fatídica noticia de que mi amigo de tantos años había muerto de manera repentina. ¿Puedes imaginar lo mal que me sentí? Intenté justificarme pensando que había muerto en forma sorpresiva, pero siempre llegué a la misma conclusión: En la vida hay cosas que no pueden esperar.
Hoy puede ser el día para hacer esa llamada, para reconciliarnos con ese amigo, para perdonar a esa persona, para reanudar el proyecto que quedó a medio camino, para buscar a Dios.  Como bien dijo alguien, este es el primer día del resto de nuestra vida. 
Usémoslo  de modo que glorifiquemos el nombre de Dios, recordando que siempre es mejor comenzar temprano que correr rápido.
Padre celestial, dame sabiduría que necesito para hacer las cosas que tengo que hacer.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ESCUCHEN MI VOZ


«Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra» (Éxodo 19:5).

¿Alguna vez alguien que disfrutaba de una posición de autoridad le ha dicho: «Espero que haga lo que yo le digo y no lo que yo hago»? Esto es lo que decimos cuando alguien cuestiona nuestro propio comportamiento.
En cierta ocasión Jesús hablaba a «una multitud», lo que significa que debía estar rodeado de muchas personas. A menudo recurría a objetos cotidianos para ilustrar sus enseñanzas; por eso, cuando vio que algunos de los gobernantes del templo estaban junto al borde de la multitud, pensó que serían una buena ilustración para que la recordara el pueblo.
Seguro que la manera en que empezó la lección satisfizo a los sacerdotes. Jesús dijo que los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés y que el Pueblo tenía que hacer todo cuanto le pidieran. En realidad, Jesús defendía su autoridad. Pero luego añadió: «Pero no hagan lo que ellos hacen, porque les dicen que hagan ciertas cosas que ellos mismos no hacen» (ver Luc. 6:46). Con toda seguridad, esto avergonzó a los gobernantes, a la vez que les demostró que los conocía muy bien.
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia describe la relación que se establece entre la redención y la obediencia. El paraíso, el Calvario y el propio cielo declaran que lo primero y lo último que Dios nos pide es, sencillamente, una obediencia absoluta y decidida.
El Génesis menciona cuatro veces la obediencia de Noé. En Éxodo 19:5, Dios dijo a Israel: «Si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos». El apóstol Pablo dice que a él le fue encomendada la tarea de hacer que los gentiles obedecieran (ver Rom. 15:18). En Santiago 1:22 se nos llama a poner en práctica la Palabra y no limitarnos a escucharla. En 1 Pedro 1:2 se declara que la santificación que obra el Espíritu Santo lleva a la obediencia, Los versículos 14 y 15 nos llaman a rechazar la desobediencia antigua para hacernos obedientes.
Aunque en el evangelio haya una provisión para la desobediencia, la salvación no tiene que ver con desobedecer y salimos con la nuestra, sino con el modo en que somos restaurados a una relación de obediencia a Dios y cómo mantenerla.
Jesús se ha comprometido a impedir que caigamos (ver Jud. 24). Tómele la palabra. Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill