jueves, 5 de julio de 2012

DÍAS NUBLADOS Y DÍAS DE SOL


«¡Mira! El invierno ha pasado y con él se han ido las lluvias» (Cantares 2:11).

¿Te gustan las tormentas? A mí me encantan los relámpagos y los truenos, un buen aguacero o una buena nevada. En muchas partes del mundo cae nieve o llueve durante el invierno. En la tierra donde vivía Salomón llovía. En este versículo una persona le dice a otra que el invierno se ha terminado y que el clima está mejorando. Ya se puede salir a dar una caminata.
A mí me encantan el invierno y la nieve, pero también me gusta cuando llega la primavera y el verano y los cielos se despejan. Los cielos oscuros y la lluvia del invierno nos ayudan a apreciar más el verano.
Algunos de nuestros días pueden ser tristes y «oscuros» como el invierno. Cuando alguien que amas se enferma o muere, o alguien que conoces no te ha tratado muy bien, tu día se pone oscuro. Pero Dios te traerá días «soleados».
Los días oscuros existen para que puedas apreciar más los días soleados. Mantén la vista puesta en Jesús. Si estás pasando por un día oscuro y triste, no te agobies, Jesús te ama y él hará que el sol salga de nuevo para ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¡SIEMPRE HERMOSA!


Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios (1 Pedro 3:3-4).

Hace algún tiempo oí decir que existen cuatro tipos de mujeres. La primera es la bonita-bonita: hermosa de apariencia y de carácter. Otra es la bonita-fea: su exterior es bello, pero su carácter es feo.  Luego está la fea-bonita: no es muy atractiva, pero su carácter es hermoso. Finalmente está la fea-fea: fea de apariencia y de carácter.
La belleza reside en los ojos del que contempla. Dios nos creó para ser hermosas. ¡Encuentra el estilo que mejor te acomode de acuerdo con tu fisonomía! No trates de vestirte como las demás, trata de ser tú misma. Vístete y arréglate en cuanto te levantes en la mañana. Eso es algo que te ayudará a comenzar bien el día y a que tu familia te aprecie más.
Desecha la ropa y los zapatos que estén muy gastados.
Mantén tu cabello peinado y arreglado. 
Conserva tus uñas limpias y arregladas. 
Protege tu piel y tus manos.
¡Ejercítate! Te ayudará a sentirte con más ánimo y a controlar tu peso.
Y no olvides lo más importante: ¡tu corazón! Dios es el único que puede darte un carácter hermoso y un nuevo corazón, así que dedica tiempo para disfrutar de comunión con él.
«Puede ser que no lo percibas, pero los no cristianos a tu alrededor ponen atención a tus palabras, a tus actos y a como tratas a los demás y también a tu apariencia física, como un modelo de lo que es el cristianismo.  Cuando inviertes tiempo en tu apariencia transmites mensajes importantes acerca del Dios a quien sirves.  Dices a los demás que Dios valora mucho a las personas y desea que sean lo mejor que les sea posible. Recuerda que él nos creó a su imagen. ¿No debiera ser la imagen de Dios bien cuidada?» (El joven adventista y su estilo de vida, p. 86).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

ERA LA ENVIDIA DEL BARRIO


¿Y qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías? Mateo 27:22.

Su conducta era intachable. Además, era un joven brillante. Y rico. ¡Mejor, imposible! Casi se podría decir que era «la envidia» del barrio. Lo que nadie sabía es que en lo más íntimo de su corazón, había un enorme vacío.
Un día este joven vio al Señor bendecir a los niños. La escena lo conmovió tanto que corriendo se acercó y se arrodilló delante de él. Entonces hizo la pregunta que lo estaba quemando por dentro:
—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? (Mar. 10:17).
La respuesta del Señor fue contundente:
—Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos (Mat. 19:17).
Sin embargo, no era de obediencia que el joven quería escuchar. ¡Precisamente ese era su problema! En su opinión, había obedecido toda su vida y, sin embargo, sentía un inmenso vacío espiritual.
—Todo eso lo he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta? (vers. 20).
«¿Qué más me falta?» Con esta pregunta, el joven reveló que para él, «obedecer» a Dios significaba «portarse bien». Y no es que nuestras buenas obras no importen; pero más importa el motivo que las impulsan: el amor a Dios y al prójimo, no el amor al yo.
Para mostrar al joven en qué consiste la verdadera obediencia, Jesús fue directo al grano:
—Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme (vers. 21).
La prueba fue demasiado dura: «Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas» (vers. 22). Al dar más importancia a sus posesiones que a Dios, el joven rico demostró que en realidad no había guardado todos los mandamientos. Peor aún, demostró cuál era su verdadero dios: ¡La riqueza!
¡Qué final tan triste el de su historia! ¿Podemos imaginar todo el potencial que ese muchacho podría haber desarrollado? ¿Todo el bien que podría haber hecho a la humanidad? Sin embargo, hoy día de él solo quedan las cenizas. Sus riquezas las disfrutaron otros. Y todo porque se equivocó en la decisión más importante: «¿Quién ocupará el primer lugar en mi vida? 
¿Puedes ahora mismo responder esta pregunta?
Dios mío, ocupa el lugar de honor en mi corazón, ahora y siempre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PASAR EL DÍA CON DIOS


«Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!» (Lamentaciones 3:22,23).

¿Le gustaría pasar más tiempo en presencia de Dios? ¿Le gustaría sentirse más cerca de él y sentir su consuelo y fortaleza? Hay una manera: mantener la línea abierta. Es como llamar a alguien por teléfono y dejar el auricular descolgado, de manera que la persona que está al otro lado de la línea pueda escuchar todo lo que usted hace.
He aquí una idea para pasar el día con Dios. Veamos si le funciona. Comience por arrodillarse junto a la cama al despertarse.  Agradezca a Dios por el sueño nocturno y entréguele el corazón. Luego siga pensando en él. Piense en el cielo y en Jesús como en un amigo mientras se viste y se arregla el cabello (quizá influya en la ropa que use). Cuando se siente para desayunar dele gracias por los alimentos que va a disfrutar.
Cuando suba al automóvil para ir al trabajo o a la escuela, pídale al Señor que envíe a sus ángeles para que lo acompañen, no solo para hacer que llegue sano y salvo, sino para que hagan de usted mejor conductor.
Al llegar al trabajo, pídale al Señor que lo ayude a ser un buen testigo fiel. Pida el fruto del Espíritu. Si se queda en casa con los niños, probablemente necesite grandes dosis de paciencia, amabilidad y amor; el Espíritu se las dará si se lo pide.
A lo largo del día mantenga los pensamientos por encima de las cosas de este mundo. Asegúrese de reservar un tiempo especial durante el día para dedicarlo a alimentar el alma con la lectura de la Biblia y el estudio de la lección de la Escuela Sabática. En la medida de lo posible, salga y disfrute de la contemplación de la naturaleza.  Dios nos habla a través de las cosas que hizo.
Los primeros africanos convertidos al cristianismo eran sinceros y regulares en la adoración privada. Parece ser que cada uno de ellos había escogido un lugar apartado en la selva donde podía abrir el corazón a Dios. Con el tiempo, los senderos que llevaban a esos lugares quedaron bien trillados. El resultado fue que, si uno de esos creyentes empezaba a descuidar la oración, los demás pronto lo notaban.  Amablemente le recordaban la negligencia: «Hermano, en tu camino empieza a crecer la hierba». No permita que la hierba crezca en el suyo. Basado en Mateo 28:20

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill