miércoles, 20 de junio de 2012

CON NARIZ PERO SIN OLFATO


«Los ídolos de los paganos son oro y plata, objetos que el hombre fabrica con sus manos: tienen boca, pero no pueden hablar; tienen ojos, pero no pueden ver; tienen orejas, pero no pueden oír; tienen narices, pero no pueden oler» (Salmo 115:4-6).

Vayamos hoy a la cocina. Quiero que te imagines que alguien está cocinando tu comida favorita. Tal vez es pasta, o arroz con vegetales, o pastel de chocolate. ¿Te huele bien? ¡Delicioso! Ahora imagina que tu nariz no pudiera oler tu comida favorita. Eso le quitaría la emoción al momento, ¿no es así? La nariz es una cosa maravillosa. Te avisa cuando hay fuego, y también te dirige hacia tu comida. Incluso te avisa si tu comida se ha cocinado demasiado.
El versículo de hoy habla de los ídolos que la gente adora, Dice que tienen nariz pero no pueden oler De hecho, tampoco pueden degustar; sentir, ver ni oír No hay nada más inútil que un ídolo. Lo más seguro es que no conozcas a nadie que se arrodille frente a un ídolo pero, ¿sabías que cualquier cosa en nuestra vida que sea para nosotros más importante que Dios se convierte en un ídolo? Entrega hoy a Dios todo tu ser.  Él es quien te dio tu nariz, y es el único que puede salvarte del pecado.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL TIEMPO


Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora (Eclesiastés 3:1).

Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de cuan agitada vive la gente. El ajetreo con que vivimos a veces no nos permite pensar, meditar o expresar afecto a nuestros seres queridos. Además, puede interrumpir nuestra comunicación con el Cielo.
Nuestro guía y amo parece ser el reloj, pues desde el momento en que nos levantamos, hasta que nos retiramos a descansar, nos mantenemos ocupadas corriendo de aquí para allá. Apenas nos detenemos con el fin de consultar y escuchar la voz de Dios. En nuestros afanes diarios tampoco nos alcanza el tiempo para leer un buen libro, para dedicar tiempo a la familia, para estudiar o para hacer el bien a los demás. El sabio Salomón nos dice en el libro de Eclesiastés que hay tiempo para todo: para plantar, edificar, curar, hablar, escuchar, dormir, trabajar y amar. Lo importante es aprender a darle un uso apropiado al tiempo que Dios ha puesto en nuestras manos y por el que un día nos pedirá cuentas. Por eso débeme utilizarlo productivamente.
En cierta ocasión escuché que cada uno de nosotros tiene una cuenta que representa al tiempo. Cada día es cuenta se abre y se le hace un abono, eliminando los saldos restantes en la noche. Si no utilizamos los depósitos diarios estos se pierden, porque el tiempo disponible no se acumula. Lo importante es saber administrarlo, no desperdiciarlo en cosas que no nos ayudan a vivir mí cerca de nuestro amado Señor. Jesús, nuestro ejemplo pasaba, las primeras horas de la mañana y las últimas de la noche orando, con el fin de conocer y hacer la voluntad de su Padre.
«Malgastar el tiempo y despreciar nuestra inteligencia resulta pecaminoso. Perdemos todo momento que nos dedicamos a nuestros intereses egoístas. Si supiéramos apreciar cada momento y dedicarlo a cosas buenas, tendríamos tiempo para hacer todo lo que necesitamos hacer para nosotros mismos o para los demás [...]. Al hacer uso del tiempo, de las fuerzas y oportunidades, mire todo cristiano a Dios y pídale que lo dirija» (EL ministerio de curación, p. 159).
Ojalá que al presentarnos delante del Señor él pueda decirnos: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor» (Mal. 25:23).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Belkis Alcántara de Acevedo 

AGUJEROS EN LAS MEDIAS


Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Mateo 9:36

Compasión. ¿Quién habla de ella hoy? ¿Y qué significa? La siguiente historia, que cuenta Judith Fockner en un artículo titulado «Medias agujereadas», ilustra muy bien lo que significa ser compasivos.
Cierto día el profesor de educación física le pidió a un estudiante llamado Tim que demostrara cómo hacer un ejercicio que requería ciertas destrezas. Mientras se ejercitaba, uno de sus compañeros de clase notó que las medias de Tim estaban rotas. Apenas se dio cuenta de la situación, les gritó a sus amigos: —¡Miren los agujeros en las medias de Tim! —¡Sí! —exclamó otro—. ¡Se le salen los dedos!
—Deberíamos hacer una colecta para comprarle medias nuevas —agregó otro.
Las burlas continuaron hasta que el profesor les ordenó que se callaran. Pero para ese momento ya el daño había sido grande. ¿Qué se podía hacer en esta situación? El profesor llamó a Tim a su oficina.
—Tim, quiero decirte que te seleccioné para ese ejercicio porque eres el más ágil de la clase.
Apenas terminó de decir esas palabras, el profesor se quitó uno de sus zapatos. La punta de la media tenía un agujero tan grande que se le salían varios dedos del pie.
—Oye, Tim —añadió el profesor—, los atletas como tú y yo somos duros con las medias. Somos tan ágiles que no hay media que nos aguante.
Tim no sabía qué significaba la palabra ágil, pero regresó al salón de clases con la frente muy en alto. El problema no eran las medias, sino que su profesor y él eran muy ágiles (Revista adventista, ed. sudamericana, noviembre de 2008, pp. 6-8).
De una manera gráfica este profesor ejemplificó lo que es la compasión: La capacidad de ver el mundo desde los ojos de otra persona; o, como se dice popularmente, «caminar en los zapatos de otro»: Llorar con el amigo que llora, reír con el amigo que ríe, aliviar el dolor del que sufre; estar ahí, cerca, cuando más se nos necesita.
En un mundo que idolatra, no al que más da sino al que más tiene, ¿qué tal si tú y yo demostramos hoy más del espíritu de nuestro compasivo Salvador, Cristo Jesús? Con seguridad, alguien lo va a agradecer.
Señor Jesús, ayúdame hoy a reflejar más de carácter compásivo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«DE DOBLE ÁNIMO»


«Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones» (Santiago 4:8).

Dos días antes de la Pascua, Jesús fue el invitado de honor en una cena en casa de Simón el leproso.  Jesús había sanado a Simón y este, para mostrar su gratitud, preparó una concurrida fiesta. Simón era tío de María, Marta y Lázaro, los amigos íntimos de Jesús. A pesar de que creía que Jesús era el Mesías, nunca se había convertido y no había recibido un corazón nuevo. De hecho, Simón fue quien arrastró a su sobrina María a la vida de pecado de la cual Jesús la había liberado (ver nota al pie de página en Hijas de Dios, «Mujeres notables del Nuevo Testamento», p. 56).
Hay personas que son malas hasta la médula. Saben qué es lo mejor, pero prefieren hacer lo malo. Jamás tienen palabras de disculpa o excusa, jamás son amables y consideradas (a no ser que ello les reporte algún beneficio o contribuya a conseguir algún fin, y entonces es puro fingimiento). Jamás se las ve por la iglesia, nunca leen la Biblia y no tienen idea de qué es orar.
Hay otras que parecen buenas de pies a cabeza.  Son corteses, amables, reflexivas, mansas y espirituales. Asisten fielmente a la iglesia, son amantes miembros de la familia y buenos ciudadanos. 
Jamás tienen problemas y parece que les encanta ayudar a los demás.
Y luego están quienes llevan una doble vida. Aparentan ser religiosos. Devuelven el diezmo, dan ofrendas, visitan a los enfermos, socorren a los pobres, estudian la lección de la Escuela Sabática, nunca faltan a la iglesia y hasta pueden llegar a ser directores de algún departamento. Sin embargo, en casa siempre están de mal humor y son bruscos, desconsiderados y egoístas con los demás miembros de la familia. Exigen hacer las cosas a su manera, se divierten con actividades inadecuadas y contaminan a los demás con su influencia. Simón era un ejemplo perfecto de alguien que lleva una doble vida. En Apocalipsis 3:16 Jesús dijo que prefiere que seamos calientes o fríos. Esto no significa que quiere que seamos malos. Significa que, para nuestro propio bien, no debemos llevar una doble vida. La conversión es más probable en una persona realmente mala que en aquella que, siendo mala, pretende ser buena. Esa persona no siente la necesidad de convertirse. Señor, haz que mi vida sea tuya al cien por cien. Basado en Mateo 26:6-13

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill