miércoles, 13 de junio de 2012

DESPEJADO Y SOLEADO


«Con granizo y escarcha destruyó sus higueras y sus viñas» (Salmo 78:47).

Abotónate ese saco y amárrate las botas. Hoy vamos a caminar por el frío. De hecho, ¡está cayendo granizo! ¿Alguna vez has visto el granizo? El granizo es lluvia congelada. Cuando te cae en la cabeza, te golpea. Como dice nuestro versículo de hoy, este puede destruir árboles y plantas y, si es lo suficientemente fuerte, los destruye por completo.
Nuestras palabras pueden ser como la lluvia. Pueden ser dulces, útiles y agradables y hacer mucho bien. Pueden dar ánimo, ayudar y elevar Pero las palabras también pueden ser como el granizo. Pueden desanimar y destruir Pueden hacer que una amistad se arruine.
Pídele a Jesús que te ayude para que tus palabras sean cálidas y amigables. Usa tus palabras para ayudar y animar a los demás. No permitas que sean frías y dañinas como el granizo. Las palabras buenas son como un día soleado que hace sentir felices y cómodos a los demás. Deja que el «clima» que caracteriza tus palabras esté siempre despejado y soleado, y así iluminarás el día de aquellos que te rodean.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA DICHA DEL PERDÓN



Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado (Salmo 32:1).


He experimentado el gozo del perdón. Yo andaba por caminos oscuros y cenagosos, pues aún no conocía a ese ser tan maravilloso llamado Jesucristo.  La mano poderosa del Señor todavía no me había tocado.  Sin embargo, un día una persona amiga me dijo que Cristo podía salvarme; me hizo entender que él era nuestro mejor amigo y que me amaba como nadie más podía hacerlo.  Además me aseguró que el Señor me aceptaba como estaba, sin necesidad de cambiar para ir a él, y que él era el único que podía solucionar todos mis problemas a pesar de mis errores, faltas y pecados.
Al saber lo que Cristo me ofrecía le abrí mi corazón y le confesé todos mis pecados. Me vi como realmente era y decidí buscar a Dios de todo corazón, recordando sus promesas: «Aunque las aguas caudalosas se desborden, no llegarán hasta ti» (Sal. 32:6 DHH). Y así fue.
Hoy en día, mi delicia es exaltar a Cristo ante la gente, servirle en lo que él me indique. Ese es el fin de toda labor misionera, y es el fin de mi vida cristiana también. Debemos tratar de que su nombre sea glorificado en nuestras vidas al escondernos y escudarnos detrás de él.
Cuando la dicha del perdón nos llena, es fácil entender que Cristo desea lo mejor para nosotras. Él nos enseñará que podemos confiar en sus promesas y que siempre podremos caminar por la senda que él nos ha mostrado. Si hacemos eso, él fijará sus ojos en nosotras.
Querida amiga, cuando hagas lo que el Señor te pide, Él te fortalécela para que aceptes el perdón y el sacrificio que realizó Cristo Jesús por nuestra salvación.
¡Oh Señor, eres mi refugio! ¡Guárdame de todo mal!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yonaira Romero 

TE DARÁ BIEN


Para quien está afligido, todos los días son malos; para quien está contento, son una fiesta constante. Proverbios 15:15.

¿Cómo te imaginas a Elena G. de White? ¿Te la imaginas como una persona ¿seria, de cara larga, incapaz de hacerle una broma a otro? Yo tenía esa imagen hasta que leí el libro Caminando con Elena G. de White. Su lado humano, de George R. Knight.
Una de las historias que encontrarás en ese libro tiene como protagonistas a una joven pareja de recién casados. El caso es que la boda, que había sido oficiada por Jaime White, terminó muy tarde y la parejita no pudo partir esa noche en su viaje de luna de miel. Fue así que les tocó dormir en la casa de la familia donde se celebró la ceremonia. El cuarto donde debían dormir estaba situado justo al lado de donde se hospedaban Jaime y Elena White.
Cuando llegó la hora de dormir, la señora White se dirigió a su recámara. En camino a su cuarto se percató de que el joven, que se llamaba Daniel, no se atrevía a entrar a la habitación donde estaba su esposa. Visiblemente nervioso, caminaba de un lado a otro. Al instante la señora White se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Y decidió darle «una manito» al asustado joven.
—Daniel —dijo la Sra. White— dentro de ese cuarto hay una jovencita paralizada de terror. Así que entra ahora mismo y trátala con cariño. Te aseguro que le hará mucho bien.
Y ya casi se retiraba a su cuarto, cuando la señora White agregó:
—¡Y a ti también te hará mucho bien!
Cuando Daniel entró al cuarto, encontró a la muchacha vestida con ropa interior de invierno ¡y con la cara contra la pared!
Esta simpática historia, además de mostrar el lado humano de Elena G. de White, nos recuerda que la vida cristiana no está reñida con el buen humor. Dios espera que nuestro corazón rebose de alegría. ¿No tenemos acaso buenas razones para estar siempre gozosos? ¡Cristo vive, reina y viene por nosotros!
Y este relato también sirve para enseñarte una lección importante cuando te cases: Aunque te sientas nervioso o nerviosa la primera noche, piensa que tu pareja también lo está. De manera que, entra al cuarto y bríndale todo tu amor y ternura a esa persona. Le hará bien a ella, ¡y a ti también!
Padre bueno, que tu gozo inunde mi corazón hoy y siempre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SABIOS Y NECIOS


«Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir» (Mateo 25:13).

Si hubiéramos visto las damas de honor, habríamos dicho que eran iguales. Probablemente, sus vestidos eran idénticos y llevaban la misma clase de lámpara. Por fuera se parecían, pero sus corazones eran distintos.
Las damas de honor sabias representan a los cristianos sinceros que están listos y a la espera de la venida de Cristo. Por su parte, las damas de honor necias simbolizan a quienes, aun sabiendo que viene y queriendo que venga, todavía no han preparado el corazón para recibirlo. Son como la gente que quiere tomar unas vacaciones. Saben dónde quieren ir, qué leer sobre cosas que hacer cuando lleguen a su destino, les dicen a todos que van, pero, cuando llega el día de la partida se dan cuenta de que no han comprado el boleto ni hecho las maletas.
¿Qué distingue a las damas de honor necias? En primer lugar, son necias porque no preparan sus recipientes (corazones) con aceite de recambio (Espíritu Santo). En las lámparas solo tienen aceite suficiente para iluminar el camino hasta el punto de encuentro, para fingir que quieren encontrarse con el novio. Pero no traen aceite de más y por eso no consiguen su objetivo.
En segundo lugar, son necias porque no tienen ninguna convicción específica o sentimiento de urgencia alguno.  Parecen damas de honor esperando con una lámpara en las manos pero, en realidad, su corazón está en otra parte. Hacen lo que se les dice, pero carecen de vida espiritual.
En tercer lugar, no piensan en el futuro ni hacen planes. Esto las lleva a ser descuidadas y presuntuosas. Creen que la seguridad está en la muchedumbre. Están convencidas de que, si están con otras damas de compañía que también tienen lámparas, podrán participar tal como van, con tan solo una lámpara. No prevén cualquier eventualidad. Muchos cristianos cometen este mismo error. Su vida no es más que un espectáculo en su propio beneficio.
Jesús dijo que nuestra luz tiene que brillar. Pero esto no sucederá durante mucho tiempo a menos que pidamos que el Espíritu Santo llene con aceite el recipiente del corazón. Además de conocer el destino, es preciso que, por fe, hagamos los preparativos necesarios. Ahora es tiempo de acumular todo el aceite del Espíritu Santo que podamos, porque el Novio está a punto de llegar. Basado en Mateo 25:1-13.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill