lunes, 28 de mayo de 2012

¡DIOS TAN PODEROSO!


«Tu justicia es como las grandes montañas; tus decretos son como el mar grande y profundo. Tú, Señor, cuidas de hombres y animales» (Salmo 36: 6).

Cuando tenía catorce años visité el estado de Colorado, en Estados unidos, y decidí que algún día viviría allí. Cuando crecí me mudé a Colorado y ya llevo aquí doce años. ¿Por qué crees que me gusta tanto Colorado? Si lees el versículo de hoy, sabrás por qué. ¿Ya lo has adivinado? Me gusta Colorado por sus grandes montañas. Yo he estado en la cima de algunas de ellas y la vista es espectacular ¡Son muy hermosas cuando están cubiertas de nieve y las nubes las rodean!
El versículo de hoy dice que la justicia de Dios es como las grandes montañas. Dios es el rey perfecto del universo, y es por eso que su justicia es poderosa. Dios hace milagros, y es por eso que su justicia es poderosa. El amor de Dios es perfecto, y es por eso que su justicia es poderosa.
Me alegra tanto contar con un Dios tan poderoso cuyo amor y justicia son perfectos, y que nos dará su amor y su justicia para que podamos parecemos cada vez más a él. ¡A qué Dios tan poderoso servimos!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL DIOS DE SIEMPRE


Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. (Hebreos 13:8).

La ciencia ha ido avanzando a través de los siglos, aunque todavía tiene sus límites. Es en esas fronteras donde Dios puede obrar en contra de toda la sabiduría humana. Por ejemplo, es imposible resucitar muertos o detener una enfermedad con solo decir una palabra. Jesucristo, quien resucitó muertos y curó a ciegos y leprosos con el poder de su palabra, fue el mejor ejemplo de poder divino.
A finales de marzo del 2003, nos confirmaron que mi mamá sufría una enfermedad maligna y eso representó un golpe muy duro para mí. Como soy médico, se me hizo más dura la realidad, pues sé que hay factores que empeoran el pronóstico de un paciente y en el caso de mi madre confluían varios.
Tras tres meses de quimioterapia la evolución clínica de mi madre era lenta, por lo que se reevaluó el caso. Encontraron que había habido un error de diagnóstico y que la enfermedad de mi madre era peor de lo que se pensaba, que requería un tratamiento diferente. Esto motivó un cambio en la terapia que duró quince meses. Al concluir la misma se nos informó de que no se notaba una respuesta positiva, por lo que se suspendería el tratamiento.
Fue en ese momento cuando Dios, contra todo pronóstico científico, comenzó su obra, pues mi madre mejoró. Los médicos concluyeron que no había una explicación lógica para su caso.
En Hebreos 13:8 leemos: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy por los siglos». A él me aferré como mi única esperanza, pues era el único capaz de entender mi dolor y obrar un milagro.
Dios es grande y en su amor y misericordia siempre está dispuesto a realizar milagros, ya sean de sanidad física o espiritual.  Él puede hacer un milagro hoy en tu vida. La ciencia en ocasiones puede decirnos: «Hasta aquí hemos hecho lo posible, no hay nada más a nuestro alcance». Pero donde el hombre desfallece, comienza a brillar la omnipotencia y la sabiduría de Dios. Créelo y él obrará milagros en tu vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yenisey M. Torrado

TODO LO QUE NECESITAS SABER…


Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Eclesiastés 12:13.

Imagina un libro titulado: Manual para saber cómo vivir. ¿Cuántas páginas crees que podría tener? La verdad es que no tendría que ser muy extenso porque, para saber vivir, no importa tanto la cantidad de información que poseemos, sino su calidad.
A esta conclusión llegó el escritor Robert Fulghum. Durante años intentó escribir un resumen de las reglas más importantes en la vida. Pero la lista tenía un problema: era muy larga. Y por más que la recortaba, seguía siendo larga. Hasta un día que se le ocurrió echarle a su viejo automóvil gasolina de la más costosa. El experimento no pudo ser peor. Acostumbrado como estaba a la gasolina barata, el viejo cacharro parecía sufrir un ataque de epilepsia cada vez que Robert intentaba echarlo a andar. Por sobre todo, le solía dar el ataque en las intersecciones y cuando iba en bajada. «Si durante tantos años había funcionado bien con la gasolina conocida —se preguntaba Robert— ¿por qué tuve que echarle una gasolina desconocida?»
Cuando Robert reflexionó sobre lo que le había sucedido a su cacharro, se acordó de su famosa lista. Entonces concluyó que para saber cómo vivir basta aplicar lo que ya sabemos que funciona. «Comprendí entonces —escribió— que ya sabía la mayor parte de lo que es necesario para vivir una vida significativa [...]. Y lo sabía desde hace mucho, mucho tiempo» (All I Really Need To Know I Leamed In Kindergarten [Todo lo que necesitaba aprender lo aprendí en el jardín de infantes], pp. 3, 4). Entonces redujo su lista a unas pocas reglas:

  • Comparte lo que tienes
  • Juega limpio
  • No golpees a la gente
  • Devuelve las cosas al lugar donde las encontraste
  • Limpia lo que ensucies
  • No te adueñes de lo que no es tuyo
  • Pide disculpas cuando le hagas daño a otra persona

La lista continúa, pero ocupa menos de una página. ¿Cuándo aprendió Robert esas reglas? ¡Cuando estaba en preescolar!
¿Quieres vivir bien, en paz con Dios y con tu semejante? No tienes que reinventar la rueda ni el agua tibia. Sencillamente, haz lo que ya sabes: lo que tus padres y maestros te enseñaron desde que estabas en el preescolar. Dios nos creó para vivir de acuerdo a los principios de su Palabra. No intentemos funcionar con «combustible» equivocado.
Señor, gracias por tos principios de tu Santa Palabra. Ayúdame hoy a ponerlos en práctica.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA ABNEGACIÓN NO ES DOLOROSA


«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"» (Mateo 16:24).

La abnegación no es dolorosa. Nuestra reticencia a practicarla sí es dolorosa. La abnegación trae gozo a la vida y nada es un sacrificio si se hace por amor de Jesús.
Hubo tiempos en los que los hombres pensaron que para negarse a sí mismos tenían que ir al desierto o recluirse en un monasterio. Sin embargo, la vida de Jesús nos muestra que el mejor lugar y momento para practicar la abnegación es cotidianidad de cada uno. El apóstol Pablo lo dijo de este modo: «Los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación, porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo [...]. Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios» (Rom. 15:1-7).
Como seguidores de Cristo tendríamos que marcarnos el objetivo de complacer a los demás y ayudar a los débiles. La abnegación genuina se produce cuando, en la vida cotidiana, ponemos a los demás en el primer lugar y no a nosotros mismos.
«Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme» (Luc.9:23, NVI). En estas palabras de Jesús, además de la voluntad de negarnos a nosotros mismos, encontramos la fuerza para hacerlo. La persona abnegada no es así porque, sencillamente, quiere ir al cielo; vive una vida de abnegación por amor a Jesús. En su corazón él ocupa el lugar que antaño ocupó el yo. Cuando se vive una vida de abnegación, Jesús se convierte en el único centro y objetivo de la vida cotidiana.
La entrega absoluta a seguirlo va acompañada de extraordinarias bendiciones. Sobre nosotros se vierte el espíritu de amor abnegado de Cristo, por lo que la negación del yo es el mayor gozo del corazón y el medio por el que llegamos a una comunión más profunda con Dios. La abnegación deja de ser algo que queramos practicar en beneficio propio. No es algo que hagamos para mantener el control sobre nosotros mismos.
Cuando el yo sea crucificado, Cristo ocupará su lugar y de nosotros fluirán su amor, su ternura y su amabilidad. Cuando entendamos qué es negarnos a nosotros mismos, comprenderemos mejor qué hizo Jesús por nosotros. Oremos para que hoy Jesús nos utilice para mostrar su amor a los demás. Basado en Mateo 16:24.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill