jueves, 10 de mayo de 2012

LOS CAMBIOS EN TI


«Las casas que construyen parecen larvas de polilla, parecen cobertizo de vigilancia» (Job 27: 18).

¡Mira con tus binoculares! ¿Ves ese pequeño saco felpudo? Es una pupa. Dentro de ella hay un gusano que se convertirá en una polilla. Antes de convertirse en pupa era un gusano verde, y cuando salga de ella será una polilla verde pálida conocida  como mariposa luna. Las mariposas luna son unas polillas grandes, hermosas y verdes que vuelan por la noche. ¿Cómo pudo ese gusano gordito haber cambiado hasta convertirse en una hermosa mariposa luna? Solo por un milagro de Dios. No hay otra explicación.
Dios también te puede cambiar a ti. Él puede tomar las cosas que no son perfectas en tu vida y cambiarlas para que te conviertas en la persona que él quiere que seas. Pero así como el gusano pasó un tiempo solo dentro de la pupa, tú también debes pasar tiempo a solas con Dios.
Intenta esto: toma una libreta de notas y cada vez que ores escribe las cosas que quieres decirle a Dios.  Añade cada día cosas nuevas a tu libreta. Esto te ayudará a permanecer en contacto con Dios, y así cómo el gusano se convierte en una hermosa mariposa luna, tú también te convertirás en un buen cristiano que llevara a muchos otros a los pies de Jesús.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CLAMORES ESCUCHADOS


Antes que clamen, yo responderé, mientras aún estén hablando, yo habré oído.  (Isaías 65:24)

En su pecado y angustia, los israelitas habían clamado a Dios, pero creían que él estaba muy distante y que era indiferente a sus súplicas y a su gran necesidad. No obstante, Dios les había dicho claramente que sus pecados le impedían escuchar sus plegarias. Sin embargo, prometió que se anticiparía a sus pedidos y les proporcionaría todo lo que pudiera contribuir a su bienestar y a su felicidad.
«Ninguna oración sincera se pierde. En medio de las antífonas del coro celestial, Dios oye los clamores del más débil de los seres humanos. Derramamos los deseos de nuestro corazón en nuestra cámara secreta, expresamos una oración mientras andamos por el camino, y nuestras palabras llegan al trono del Monarca del universo. Pueden ser inaudibles para todo oído humano, pero no morirán  en el silencio, ni serán olvidadas a causa de las actividades y ocupaciones que se efectúan. Nada puede ahogar el deseo del alma. Este se eleva por encima del ruido de la calle, por encima de la confusión de la multitud, y llega a las cortes del cielo. Es a Dios a quien hablamos, y nuestra oración es escuchada» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 137).
«Un profundo sentido de la necesidad, y un gran deseo de recibir lo que pedimos, deben caracterizar a nuestras oraciones; de lo contrario, no serán escuchadas. Sin embargo, no deberíamos cansarnos de expresar nuestras plegarias porque no recibimos una respuesta inmediata. "El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan" (Mat. 11:12). Esta violencia quiere decir ahínco santo, semejante al que manifestó Jacob. No es necesario que intentemos producir en nosotros una emoción intensa.  En nuestras peticiones debemos insistir ante el trono de la seguridad en forma tranquila y persistente. Tenemos que humillarnos delante de Dios, confesar nuestros pecados y con fe acercarnos a él» (Recibiréis poder, p. 29).
«Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a confiarle todas sus preocupaciones. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían escuchadas, se nos da a nosotros también» (El camino a Cristo, cap 11, p. 138).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Isabel Salinas de Martín 

TU «MARCA DE FÁBRICA»


Todo lo hace bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen! Marcos 7:37

Hoy día algunas marcas de fábrica han llegado a alcanzar un nivel tan elevado de excelencia en sus productos, que «venden» solo con el nombre. Y lo mismo sucede con algunos deportistas, escritores y estrellas del espectáculo.
¿Te has preguntado alguna vez lo que pensará la gente cuando escucha tu nombre? ¿Qué pensará cuando oye el mío? ¿Qué «vende» nuestro nombre? ¿Es la excelencia nuestra «marca de fábrica»? ¿Y qué es la excelencia, a fin de cuentas?
Según lo expresa un autor, «la excelencia es la singular actitud de hacer siempre lo mejor posible hasta completar la tarea» (P. R. Lidstrom, «Excelencia: ¡Cuan pocos la logran!», Revista adventista, ed. interamericana, mayo de 1974, p.3).
¿Es así como haces las cosas? ¿Puede la gente comprobar, por la forma como vistes, como hablas, como trabajas, que la excelencia es tu sello de identidad?
Si esta es tu experiencia, entonces en tu vida estás honrando el nombre de Dios, porque a Dios le agrada la excelencia. ¿No dice la Escritura que Dios todo lo creó «bueno en gran manera»? ¿Y que el Señor Jesús todo lo hacía bien (Mar. 7:37)?
Ahora bien, si excelencia equivale a un trabajo de primera clase, superior, como el realizado por Dios al crear los mundos, entonces la pregunta obligada es: ¿con qué propósito? Es decir, ¿excelencia para qué? Para el servicio a Dios y a nuestros semejantes, tal como lo expresan las siguientes palabras del libro Patriarcas y profetas: «Todas las distintas capacidades que el hombre posee —de la mente, del alma y del cuerpo— le fueron dadas por Dios para que las dedique a alcanzar el más alto grado de excelencia posible. Pero esta cultura no puede ser egoísta ni exclusiva [...]. Toda facultad y todo atributo con que el Creador nos haya dotado deben emplearse para su gloria y para el ennoblecimiento de nuestros semejantes» (pp. 584, 585).
Te desafío para que hoy hagas todo lo que puedas, de la mejor manera que puedas. Dios lo espera. Y él estará cerca de ti para ayudarte.

Señor, capacítame para hacer siempre lo mejor, para tu gloria y para el servicio de mis semejantes.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CORAZONES POCO PROFUNDOS


«Dame entendimiento, guardaré tu ley y la cumpliré de todo corazón» (Salmo 119:34).

Durante algún tiempo estuve inscrito en un gimnasio. Quería ir tanto como fuese posible para hacer algo de ejercicio o nadar. Vi que cada mes de enero el gimnasio se llenaba de gente con el firme objetivo de nadar, hacer ejercicio y caminar. A medida que avanzaba el año, uno tras otro, iban desapareciendo; hasta que, hacia la mitad del año, solo quedaban los mismos de siempre.
Las personas que empiezan con fuerza pero abandonan a medio camino son como el pedregal. Cuando escuchan el evangelio, se entusiasman. Se los ve cada semana en la iglesia y cuentan a otros lo que el Señor ha hecho con su vida. Sin embargo, al cabo de un tiempo regresan las antiguas costumbres y algo los molesta; por lo que cada vez se les ve con menos frecuencia y acaban por desaparecer.
Podríamos llamarlos cristianos Alka-seltzer: mucha espuma al principio y, luego, todo queda en nada.
Son como un cohete defectuoso, que al principio arma mucho estrépito y escupe mucho fuego, pero nunca alcanzará a ponerse en órbita.
Bajo la superficie de su corazón se esconden graves rocas. La semilla de la verdad encuentra un poco de tierra y comienza a crecer. Pero entonces sale el sol de las circunstancias y el juicio; y la planta se marchita. El sol de verano que fortalece y madura las plantas sanas destruye a aquellos que no están bien enraizados. ¿Por qué se marchitan y mueren tan deprisa? No hubo una conversión real, nadie aró ni roturó el suelo. No hay arrepentimiento. Por eso el Espíritu Santo no los había impregnado.
«Muchos reciben el evangelio como una manera de escapar del sufrimiento, más bien que como una liberación del pecado. Se regocijan por un tiempo, porque piensan que la religión los libertará de las dificultades y las pruebas. Mientras todo marcha suavemente y viento en popa, parecen ser cristianos consecuentes. Pero desmayan en medio de la prueba fiera de la tentación. No pueden soportar el oprobio por la causa de Cristo. Cuando la Palabra de Dios señala algún pecado acariciado o pide algún sacrificio, ellos se ofenden. Les costaría demasiado esfuerzo hacer un cambio radical en su vida. Miran los actuales inconvenientes y pruebas, y olvidan las realidades eternas» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 28). Señor, ayúdame a quitar las rocas de mi corazón. Basado en Mateo 13:1-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill