sábado, 5 de mayo de 2012

PULIDO COMO UNA PIEDRA


«Así como el agua desgasta la piedra y las lluvias arrastran el polvo del suelo» (Job 14:19).

¿Alguna vez has ido en el automóvil con tus padres y de repente han visto que parte de la carretera ha desaparecido, o que un puente ha desaparecido? O tal vez caminando por el bosque has notado que un lado de la montaña ya no está. Todo eso se debe a la erosión.
La erosión es lo que el viento y el agua ocasionan en la tierra. A mí me encanta ir a la playa a recoger pequeñas piedras lisas y redondas que luego puedo hacer rebotar sobre la superficie de un lago o del mismo mar. 
¿Sabes por qué esas piedras se han vuelto tan lisas? Por la erosión. A medida que las olas del mar llegar a la playa, lenta pero eficazmente van moldeando las piedras, las cuales se van puliendo y redondeando, con el paso de los años.
En el versículo de hoy Job está hablando del poder de Dios y de cómo este puede arrastrar con todo a su paso. Aunque esto suena fatal, es algo bueno. Dios puede tomar los aspectos más ásperos de nuestro carácter, pulirlos y transformarlos.
Deja que Jesús entre hoy en tu corazón. Él te moldeará y te pulirá como lo hace con los guijarros de la playa.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN LEGADO ESPIRITUAL


La herencia del bueno alcanzará a los hijos de sus hijos (Proverbios 13:22).

Por lo general, a nuestro paso por el mundo dejamos un legado a las siguientes generaciones, aunque quizá ni nos percatemos de ello. Elena G, de White dice: «No olviden los padres el gran campo misionero que está ante ellos en el hogar. Cada madre tiene un legado sagrado de Dios en los hijos que le son confiados» (En los lugares celestiales, p. 213).
Hubo dos hombres que vivieron en el siglo XVIII cuyas vidas son ejemplo de la influencia que ejerce un ser humano: uno se llamaba Max Jukes y el otro Jonathan Edwards. El primero de ellos no era creyente, y se lo consideraba un hombre sin principios. ¿Qué legado dejó Max Jukes a sus descendientes? Trescientos diez fueron mendigos; cien fueron alcohólicos y sesenta fueron catalogados como ladrones profesionales. Además, siete fueron enjuiciados por haber quitado la vida a alguien, la contribución de Max Jukes a la sociedad fue nula y le costó al estado de Nueva York una importante suma di dinero por gastos legales, médicos y de otros tipos.
¿Qué se nos dice acerca de la familia de Jonathan Edwards? Aquel caballero era un fiel cristiano y se convirtió en un gran teólogo, un instrumento utilizado por Dios, incluso llegó a ser rector de la Universidad de Princeton. El entre sus descendientes se cuentan trescientos pastores misioneros y profesores de teología; ciento veinte profesores universitarios; ciento diez abogados; más de sesenta médicos, treinta jueces, catorce rectores de universidades; tres congresistas y un vicepresidente de los Estados Unidos.
«Poco antes de su crucifixión, Cristo había dejado a sus discípulos un legado de paz: "La paz os dejo —dijo—, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo" (Juan 14: 27). Esta paz no es la paz que proviene de la conformidad con el mundo. Cristo nunca procuró paz transigiendo con el mal.  La que Cristo dejó a sus discípulos es interior más bien que exterior» (Los hechos de los apóstoles, cap. 8, p. 65).
Asimismo, Elena G. de White afirma: «El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un conocí miento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada por la benevolencia desinteresada» (El hogar cristiano cap. 63, p. 370).
Amiga y hermana, ¡aprovechemos la oportunidad d dejar un buen legado a las siguientes generaciones!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Edilma E. Balboa

¿TÚ QUÉ PEDIRÍAS?


Si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. 1 Juan 5: 14

¿Qué le pedirías a Dios si, al igual que a Salomón, te dijera: «Pídeme lo que quieras» (1 Rey. 3:5)?
¡Vaya situación! Es como recibir un cheque en blanco, mientras Dios nos dice: «¡Escribe tú la cantidad!». Ya conocemos lo que pidió Salomón: «Un corazón atento para gobernar [.,.] y para distinguir entre lo bueno y lo malo» (1 Rey. 3:9), A Dios le agradó tanto este pedido que le concedió a Salomón lo que pidió (sabiduría) y lo que no pidió: (inteligencia y riquezas). ¿Por qué agradó tanto al Padre celestial el pedido de Salomón? Porque pidió «conforme a su voluntad».
Esto me recuerda la historia de dos jovencitos que fueron a un campamento y, como estaban aburridos, decidieron hacer algunas travesuras. Primero fueron al río y cada uno «bautizó» al otro. Después decidieron orar, pero no cualquier oración: pidieron que la primera persona que tocara el pasamanos de las escaleras cayera muerta en el acto.
Después se escondieron para ver quién sería la víctima. Pero ocurrió algo que no imaginaron. ¡Por las escaleras comenzó a bajar una ancianita muy querida por ellos! Alarmados, salieron de su escondite gritando: «¡No toque el pasamanos! ¡Aléjese de allí!». Sin entender la extraña conducta de los dos jovencitos, la anciana los miró, se apoyó en el pasamanos y bajó tranquilamente los escalones. Aterrorizados, los muchachos pensaron que la anciana caería muerta en cualquier momento; pero ella bajó sin problemas y se perdió de vista. Y allí quedaron dos jovencitos perplejos, que no entendían por qué su oración no había sido contestada (Richard Coffen, Ministry [Ministerio Adventista], octubre de 2002, p. 8).
Por supuesto, no es la voluntad de Dios matar a nadie en respuesta a tus oraciones. En cambio, es su voluntad darte lo que más te conviene. Él quiere que te desarrolles plenamente como persona, que escojas la carrera universitaria que mejor se adapte a tus capacidades, que te cases con la persona idónea... etc. Todo esto y más, siempre que ores de acuerdo a su voluntad y actúes conforme a los principios de su Santa Palabra. Entonces, al igual que a Salomón, Dios te dará lo que pidas y lo que un pidas también, «conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Fil. 4:19).
Padre celestial, cúmplase tu voluntad en mi vida, hoy siempre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CRECER EN CRISTO


«Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán» (Salmo 126:5).

Una vez pregunte a unos «misioneros» de otra denominación a cuantas puertas tenían que llamar antes de que alguien les pidiera un estudio bíblico. Su respuesta fue: «Unas cien». Admiro su persistencia. No me queda más remedio que admitir que yo, tras cinco negativas seguidas, me desanimaría. Si en lugar de cinco, fueran diez, probablemente arrojaría la toalla.
Si damos crédito a nuestras percepciones, la siembra puede ser algo desalentador. Es una obra de fe. Nuestra responsabilidad consiste en esparcir la semilla, pero nosotros no segaremos la cosecha. Cuando el agricultor esparce las semillas, parece que las arroja al azar. Introduce la mano en la bolsa y extrae un puñado de semillas. Luego las echa al suelo y sigue avanzando. Ese es su trabajo, hace lo que se espera de él.
Transcurre el tiempo y, aparentemente, en el campo no sucede nada. Sale el sol, cae la lluvia y nada cambia. Un sembrador inexperto se desanima porque no ve nada que crezca de inmediato. Pero, lentamente, la semilla crece bajo la superficie: primero una brizna, luego la espiga y, finalmente, los granos.
Cuando el agricultor siembra una semilla, no piensa que recolectará más semillas; piensa en la harina que obtendrá de los granos molidos. Cuando esparcimos la semilla de la verdad, no esperamos cosechar más semillas. Deseamos que el carácter de Cristo se desarrolle en los demás, de manera que el reino crezca y el granero de Dios se llene.
Sin embargo, no debemos olvidar que Satanás también busca almas. «Satanás trabaja ahora con todo su poder insinuante y engañoso, para desviar a los hombres de la obra del mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado con gran poder. Cuando el enemigo vea que el Señor bendice a su pueblo, y lo prepara para discernir sus engaños, él trabajará con su poder magistral para introducir el fanatismo por una parte y el frío formalismo por la otra, a fin de que pueda recoger una cosecha de almas. Ahora es el tiempo de velar incesantemente. Vigilad el primer paso de avance que Satanás puede hacer entre nosotros» (Servicio cristiano, p. 51). Basado en Mateo 13:1-9

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill