miércoles, 25 de abril de 2012

CONECTA TUS OJOS


«Una silueta se plantó frente a mis ojos, pero no pude ver quién era» (Job 4: 16, NVI).

Elifaz, un amigo de Job, fue quien dijo: «Una silueta se plantó frente a mis ojos». Elifaz no estaba seguro de qué se trataba, pero él la vio. Y la vio como la mayoría de la gente ve las cosas: con sus ojos.
Los ojos son maravillosos. Están hechos de muchas partes diferentes que trabajan juntas para ayudarnos a ver. Sin embargo, no entenderíamos ninguna de las cosas que vemos si nuestros globos oculares no estuvieran conectados al cerebro. Así como lo oyes, tus ojos ven, pero el nervio óptico, el cable que conecta tus ojos al cerebro, debe enviar el mensaje a tu cerebro para que puedas saber qué es lo que estás viendo.
La Biblia nos dice en 1 Corintios 2:14 que debemos tener el Espíritu de Dios para entender las cosas de Dios. El Espíritu Santo es como el nervio óptico. Tú puedes leer la Biblia, pero si no estás conectado a Dios por medio del Espíritu Santo, no entenderás realmente lo que Dios está diciendo. Pídele al Espíritu Santo que abra tus ojos hoy y te ayude a entender plenamente la Palabra de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¿REALIDAD O FICCIÓN?


El ángel de, Jehová acampa alrededor de los que lo temen y los defiende. (Salmo 34:7).

Regresábamos de un Congreso de Jóvenes celebrado en el estado de Chiapas cuando una camioneta impactó nuestro vehículo. Mi esposo y mi hijo quedaron inconscientes. Me imaginé lo peor, y salí del auto como pude, aunque también yo estaba bastante lastimada. Lo único que pude hacer fue orar a Dios suplicándole fervientemente que se hiciera cargo de nuestra situación. Inmediatamente apareció una camioneta llena de jóvenes, todos vestidos de blanco. Ellos me hicieron muchas preguntas y una dama que tenía colgado su estetoscopio al cuello me tomó de la mano y me sentó a un lado de la carretera. Fue muy amable y me dijo que no me preocupara, que ellos se iban a hacer cargo de mi es poso y de mi hijo.
Pasaron unos minutos cuando de repente un hombre me tocó en el hombro y me dijo: «Súbase a la camioneta que los voy a llevar a una clínica».  Aturdida, le pregunte: «¿Y los jóvenes que estaban aquí hace un momento, dónde están?». Él me aseguró que no había nadie, que él ya había subido a mi esposo y a mi hijo a su camioneta y que solo faltaba yo.
Nunca olvidaré a aquellos jóvenes, pues tengo la certeza de que eran ángeles que Dios envió en respuesta a una oración elevada en momentos angustiosos.
Mi esposo perdió un riñón por causa de aquel accidente ;¡ y mi hijo, además de las heridas de la cara, sufrió una triple fractura de fémur. Tenemos muchas cicatrices que nos recuerdan que «por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos» (Lam. 3:22) y porque sus ángeles nos cuidaron y nos ayudaron cuando más lo necesitábamos.
La sierva del Señor nos dice: «Aun en nuestro tiempo los ángeles entran en forma humana en los hogares de muchas personas, y son atendidos por ellas. Y los cristianos que viven a la luz del rostro de Dios están siempre acompañados por ángeles invisibles, y estos seres santos dejan tras sí una bendición en nuestros hogares» (El hogar a cristiano, cap. 34, p. 204).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Loida Mendoza es esposa de pastor. 

¿SABES LO QUE POR AHÍ SE DICE DE TI…?


No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal. Romanos 12:21.

¿Cómo reaccionas cuando alguien habla mal de ti o cuando te crítica? Todavía ¿no conozco a nadie que celebre cuando la gente habla mal de su persona. ¿Pero qué podemos hacer para no molestarnos?
En su artículo «La dura verdad», james Wallace cuenta que en cierta ocasión, un hombre, muy molesto, visitó la oficina de un abogado. Su malestar se debía a que había leído en el periódico local una nota en la cual alguien lo criticaba duramente.
—¿Piensa usted que tengo que demandar al autor de ese escrito? —preguntó el hombre.
Con mucha calma, el abogado le respondió:
—Yo no le daría tanta importancia al asunto. La mitad de la gente que leyó el periódico, no leyó el artículo. La mitad de los que lo leyeron, no lo entendieron. La mitad de los que lo entendieron, no lo creyeron. Y la mitad de los que lo creyeron, no le dieron importancia (Signs of the Times [Señales de los tiempos], marzo de 2005, p. 29).
Lo primero, entonces, es no darle al asunto tanta importancia. Recuerda que quien habla mal de ti, lo que quiere es que tú caigas en su terreno y te defiendas del ataque. ¿Caerás en la trampa? La situación es muy diferente cuando lo que se dice de ti es verdad. En ese caso, si se trata de una falta, tienes que admitirla y, mejor aún, corregirla. Pero si no es verdad, ¿para qué preocuparse? A fin de cuentas, la gente que mejor te conoce no lo creerá.
Lo segundo que podemos hacer lo ilustra bien algo que le sucedió al dramaturgo irlandés George Bernard Shaw. Se dice que en cierta ocasión, Shaw recibió una carta con una sola palabra: «¡Imbécil!». Después de leerla, Shaw comentó: «En mi vida he recibido muchas cartas sin firma, pero esta es la primera vez que recibo una firma sin carta» (Carlos Pisas, Historias de la historia, 26a ed., p. 219). El ejemplo de Shaw enseña que, en lugar de molestarnos, ¡tenemos que buscar el lado humorístico del asunto!
Por último (y esto es lo más difícil), si alguien está hablando mal de nosotros, ¿te imaginas qué podría ocurrir si hablamos bien de esa persona? La mejor manera de derrotar a un enemigo es ganándolo como amigo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SANTIFICARLO


«Y les di también mis sábados, para que fueran por señal entre yo y ellos, para que supieran que yo soy Jehová que los santifico»(Ezequiel 20:12).

Una joven pareja alquiló una casa de vacaciones durante una semana. Una tarde el esposo miró por una ventana que estaba junto a la piscina y exclamó: «¿Qué te parece si nos cambiamos de ropa y hacemos algo de ejercicio?». Su esposa, que estaba fregando los platos en la cocina y, mirando por la ventana, veía a algunas personas que jugaban al tenis, estuvo de acuerdo. Mientras ella se vestía para jugar un partido de tenis, él se puso el traje de baño. La ventana que una persona escoge para mirar el mundo determina su percepción de la realidad.
¿A través de qué ventana mira usted cuando se aproxima el sábado? Para muchos ese día es como un semáforo en rojo. Llega el viernes y cuando el sol empieza a ponerse tenemos que echar el freno a la vida; aun así, acabamos ignorando el semáforo. Nos pasamos las horas del sábado mirando el reloj hasta que, llegada la puesta de sol, chirrían los neumáticos... y vuelta a la vida.
Otros consideran que el día de reposo es como estar en la cárcel.  Incapaces de hacer lo que quieren, no pueden esperar el atardecer.  Hay algunos que se dedican a una «creativa» observancia del sábado. Nada más acabar el servicio de culto en la iglesia, salen disparados al restaurante más próximo. Aún otros dicen que para ellos es una bendición pasar el sábado en la piscina, jugando en la playa o viendo un poco de televisión.
Estoy convencido de que el sábado tiene algo especial para nosotros y quiero descubrir de qué se trata. La Biblia promete: «Bienaventurado el hombre que hace esto, el hijo del hombre que lo abraza: que guarda el sábado para no profanarlo, y que guarda su mano de hacer lo malo [...] Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el sábado para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte y los recrearé en mi casa de oración» (Isa. 56:1,2,6,7).
Busque el significado de la palabra «profanar». Suena como algo que no queremos hacer.  Basado en Mateo 12:8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill