miércoles, 14 de marzo de 2012

TAN ALTO COMO LA NATA

«Lo nutrió [a Jacob] [...] con natas y leche de la manada y del rebaño, y con cebados corderos y cabritos; con toros selectos de Basan y las mejores espigas del trigo» (Deuteronomio 32:13, 14, NVI).

¿Natas y leche? ¿Adónde hemos llegado hoy? Estamos en una granja israelita en la que hay corderos, cabritos y vacas. El versículo de hoy nos cuenta cómo cuidó Dios a Jacob cuando este huía de Esaú. Entre las cosas que Dios le dio estaban las natas y la leche. Si ordeñaras una cabra como lo hacían los israelitas, y dejaras reposar la leche un rato, verías pequeños grumos sólidos y gruesos subir hasta la superficie de la leche. Esa es la nata. La gente usaba esa nata para hacer queso y se tomaba la leche que quedaba. Esto no suena muy apetitoso pero eso era lo que hacían, y a ellos les parecía delicioso.
Así es, la nata sube hasta la superficie de la leche. A veces, y no sé por qué, a la gente le gusta decir cosas malas de nosotros. No dejes que la maldad de los demás te haga actuar también de mala manera. Sé siempre bondadoso y fiel a Jesús, y así como la nata de la leche de cabra llega hasta arriba, tú también llegarás alto. Serás un ejemplo para los demás, ¡y todos querrán llegar tan alto como tú!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

VERGÜENZA Y DESNUDEZ

Entonces fueron abiertos los ojos de ambos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Cosieron, pues, hojas de higuera y se hirieron delantales. Y Jehová Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió (Génesis 3:7,21).

¿No es el cuerpo humano una maravillosa obra de arte? ¿Por qué entonces sentimos vergüenza cuando nos ven desnudos? ¿Cómo sería la luminosa vestimenta original que perdieron nuestros primeros padres para que sintieran vergüenza al verse desprovistos de ella?
La vergüenza es un sentimiento de indignidad que el ser humano experimentó por primera vez tras el pecado. A través de toda la Biblia Dios mantiene una postura consecuente respecto a la desnudez. Encontramos ordenanzas claras al respecto, como las que se dieron en el Edén, o cuando Noé se embriagó, o al pueblo de Israel respecto a no contemplar la desnudez ajena. Finalmente, en lo que respecta a nosotros, la iglesia de Laodicea, hemos recibido la exhortación a obtener ropa apropiada con que cubrirnos, ya que ni siquiera percibimos que estamos desnudos.
Aunque hemos venido al mundo desnudos sin que eso nos hubiera supuesto ningún problema, comenzamos a sentir vergüenza cuando tomamos conciencia de nuestra individualidad y, a partir de un determinado momento, ya no permitimos que nos vean desnudos.
Es absolutamente normal sentir vergüenza de la desnudez. Este sentimiento tiene que ver con la conciencia moral de la persona, con su autoestima y su dignidad. Existen diferentes razones por las que nos volvemos insensibles al pudor. Entre ellas hay dos que destacan: una, por sufrir trastornos psicológicos, como fue el caso de los endemoniados de Gadara, quienes al recobrar su capacidad mental recobraron también la vergüenza y se vistieron. La otra, podría responder a la perversión, como es el caso de la mujer descarada y con atavíos de ramera que se viste sugestivamente, o usa poca ropa con la intención de seducir (ver Proverbios 7).
Quien nos ha creado conoce muy bien la relación que existe entre la vergüenza y la dignidad, por lo que conviene prestar cuidadosa atención a la forma en que nos vestimos o nos presentamos ante el mundo. La vergüenza que sintamos debe ir acorde con la voluntad de nuestro Creador.
Padre, cubre mi vergüenza con el manto de justicia de Jesús.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Greisy de Murillo

MI PERSONAJE FAVORITO

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente. Josué 1:9, NRV2000.

¿Hay en la historia de nuestra iglesia algún personaje al que puedas llamar «tu ¿favorito»? A ver si adivinas el mío:
- A los 21 años se convirtió en uno de los principales redactores de la revista oficial de nuestra iglesia.
- Llegó a ser uno de los intelectuales más brillantes de la denominación.
- Fue el primer misionero adventista oficial de ultramar.
¿Su nombre? John Nevins Andrews. Por razones de salud, John tuvo que abandonar la escuela a los once años. Pero este hecho no lo desanimó. Por pedido de él, su padre le compró libros. Fue así como aprendió hebreo, griego y latín para comprender mejor las Sagradas Escrituras. Cada día se levantaba muy temprano para estudiar y, según escribe Adriel Chilson, «doquiera que iba llevaba consigo Un libro y, cada vez que tenía un momento libre, aprovechaba para leer» (They Had a World to Win [Ellos tenían un mundo que ganar], p. 58).
Por ello no sorprende saber que cuando tenía penas catorce años, John ya era un reconocido predicador. Llegó a ser uno de los teólogos y escritores más respetados de los primeros años de nuestra iglesia. Su conocimiento de la Biblia era tan amplio que se llegó a decir que podía repetirla de memoria. Para escuchar de sus propios labios la verdad del asunto, otro pionero de la iglesia, Juan Loughborough, le preguntó:
—Dime John, ¿es verdad que puedes repetir la Biblia de memoria? —Bueno, si el Nuevo Testamento fuera destruido, creo que podría reproducirlo palabra por palabra. En cuanto al Antiguo, no podría decir lo mismo (Everett Dick, Fundadores del mensaje, pp. 212, 213).
¡Qué tremendo! Si a esto añadimos que aprendió francés, italiano y alemán cuando fue misionero en Europa, la conclusión obligada es que J. N. Andrews demostró lo mucho que un joven puede hacer cuando decide vivir para la gloria de Dios. ¡Bien ganado tuvo el honor de que nuestra universidad insignia (la Universidad Andrews) lleve hoy su nombre!
¿Tienes pocos talentos? ¿Eres parte de una familia pobre? ¿Tienes algún impedimento físico? No te desanimes. Dios quiere que te esfuerces y que seas valiente, porque él promete estar contigo dondequiera que vayas (Jos, 1:9).
Señor, dame valor para llegar a ser todo lo que tú quieres que yo sea.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SÍNTOMAS FÍSICOS

«El ayuno que yo escogí, ¿no es más bien desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper —todo yugo?» (Isaías 58:6).

Tenga en cuenta que el llamamiento de Dios no es para que el pueblo dejara de comer, sino para que no pecara más. El ayuno, el llanto y la lamentación no son más que signos externos de lo que sucede en el corazón.
Si decide participar en un ayuno espiritual, es preciso que tenga en cuenta algunos aspectos físicos de suma importancia:
  • Si el ayuno se prolonga por más de una o dos comidas y toma algún medicamento con regularidad o está bajo control facultativo, será conveniente que lo comente con su médico.
  • Al inicio del ayuno es probable que experimente síntomas desagradables como mareos, dolor de cabeza o náuseas. Si su estado general de salud es bueno, no permita que el malestar físico haga mella en su propósito. Esos síntomas suelen desaparecer.
  • Recuerde que, en parte, el hambre es una cuestión de hábito. En las primeras etapas del ayuno es posible que sienta hambre a las horas en que suele comer. Si no cede al impulso, la sensación acabará por desaparecer. A veces es posible «engañar» al estómago bebiendo solo un vaso de agua.
  • Durante un ayuno algunas personas solo beben agua. Otros toman varios tipos de líquidos, como por ejemplo jugo de frutas. Deberá encontrar la solución que mejor se adapte a sus necesidades.
  • Antes y después del ayuno es importante escoger alimentos que eviten el estreñimiento.
  • Abandone gradualmente el ayuno. Empiece con una dieta blanda, con comidas ligeras y fáciles de digerir. Cuanto más se prolongue el ayuno, tanto más cuidado deberá poner en este aspecto. Comer demasiado después de un ayuno puede ser causa de molestias físicas graves y la pérdida de sus beneficios.
El ayuno puede repercutir positivamente en nuestra vida de oración, ya que mientras nos abstenemos de ingerir alimentos podemos centrarnos en los aspectos espirituales de nuestra vida. En su sentido más amplio, el ayuno pone a un lado todos los obstáculos a la oración. «Señor, tú eres mi pan y mi agua, eres mi vida entera». Basado en Mateo 6: 16-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill