lunes, 20 de febrero de 2012

SÉ UN PEPINO, NO UN AMARGO PEPINILLO

«¡Cómo nos viene a la memoria el pescado que comíamos gratis en Egipto! Y también comíamos pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos» (Números 11:5).

Apenas habían pasado unos días y los israelitas ya estaban cansados de caminar por el desierto. De hecho se estaban quejando ante Moisés. ¿Crees que los israelitas tenían derecho a quejarse? Dios les había dado comida, es decir, hambre no estaban pasando. Sin embargo, como puedes ver en el versículo de hoy, se quejaban de que no tenían los ricos vegetales que disfrutaban en Egipto.
Uno de esos vegetales era el pepino. ¡Qué sabrosos y refrescantes son los pepinos! Son más deliciosos si coges uno directamente de una huerta, lo dejas enfriar; lo pelas y te lo comes. No hay que hacer mucho esfuerzo para entender por qué los israelitas extrañaban tanto los pepinos. Pero en vez de pensar en lo que no tenían, ellos debieron pensar en que tenían.
Ya no eran esclavos. Ya no tenían que adorar a los, dioses egipcios. Dios los guiaba mediante una columna de fuego, ¡y estaban dirigiéndose hacia la Tierra prometida! Nosotros podemos ponernos a pensar en todas las cosas que no tenemos, pero Dios quiere que pensemos en las cosas buenas que él nos ha dado. Recuerda hoy todas esas bendiciones y sé un pepino, no un amargo pepinillo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¿DULCES O SALADAS?

Del mismo modo, ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. (Santiago 3:12).

Las mujeres nos sentimos identificadas unas con otras por algunas de las cualidades que compartirnos. De igual modo nos señalan por ciertos defectos que, aunque suene increíble, algunas se sienten orgullosas de poseer. Uno de ellos, bastante común por cierto, es la práctica de exhibir un «estandarte de pobreza». Esa es una es una especie de bandera que algunas no dudan en ondear cada vez que surge la oportunidad de relatar lo injusta que la vida ha sido con ellas, lo mal que las ha tratado, lo enfermas que han estado, o lo mucho que han sufrido. La lista no tiene fin. Actuar de acuerdo con esos pensamientos de autocompasión es como escudarse en ellos para quejarse, motivadas por el pecado de la ingratitud.
Amigas mías, debemos ser congruentes. No podemos hablar del poder de Dios mientras abrigamos pensamientos de victimismo y derrota. No debemos hablar de una vida victoriosa en Jesús, mientras navegamos ondeando la bandera de «Pobre de mí». ¡La vida es tan corta y Dios nos ha dado tanto que disfrutar! Contemplemos el brillo de las estrellas aún en la noche más oscura. Notemos lo hermoso y esperanzador que es ver salir el sol cada mañana. Agradezcamos al Señor aun en medio de la tempestad. Recordemos que no nos toca representar el papel de lloronas. El Señor Jesús no se lamentó de su suerte, ni se quejaba por todo lo que tenía que hacer a favor de un mundo desagradecido. ¿Cómo lograba mantener una actitud positiva? Es que lo hacía todo por amor a nosotros y para enseñarnos la forma en que debemos vivir aquí en la tierra. Él conocía el impacto de su testimonio. ¿Somos conscientes del impacto del nuestro?
Decidamos hoy el tipo de fuente que deseamos ser, o que agua ofreceremos al mundo. Ojalá que seamos como el agua refrescante, que brota en tierra seca y estéril, que hace florecer el desierto y fluye para dar vida a los que perecen, es un emblema de la gracia divina que solo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica, refrigera y fortalece el alma» (Patriarcas y Profetas, cap. 37, pp. 388-389).

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Zurísaday Zazueta Norsagaray

MEJOR QUE UN GPS

Oh Señor enséñame tu camino, para que yo lo siga fielmente. Haz que mi corazón honre tu nombre. Salmo 86:11.

No sé si existe en este mundo una persona con peor sentido de orientación que yo. Cuando alguien me pregunta cómo llegar a cierto lugar, por lo regular mi mente queda en blanco. Mi esposa y mis hijos no tardaron mucho en darse cuenta de esta «discapacidad» mía por lo que, en uno de mis cumpleaños me regalaron un Global Positioning System (GPS).
Con solo activarlo y darle la información apropiada, esta maravilla de la tecnología te dice exactamente en qué punto del planeta estás y cómo puedes llegar a tu destino. Te pregunta si quieres usar la ruta corta o la larga, y si quieres pagar peajes o evitarlos. Dependiendo de cómo lo programes, te puede indicar en qué momento tu vehículo comienza a ir a una velocidad excesiva, en qué momento pasas cerca de una iglesia o de una escuela; y, si tomas una vía equivocada, de inmediato se reprograma para colocarte en la ruta correcta.
Difícilmente se pueda pedir más. Esto no impide, sin embargo, que nos mostremos cautelosos con respecto a sus limitaciones. Hace ya tiempo, por ejemplo, mientras viajaba con mi familia desde Miami a Atlanta, ocurrió un incidente que nos recordó precisamente ese hecho. Ya estábamos entrando a Atlanta cuando, por razones que desconocemos, el GPS nos llevó por la ruta larga, a pesar de que lo habíamos programado para que nos guiara por la ruta corta. Ese pequeño error significó que tuvimos que conducir por un sinfín de callejuelas bajo un torrencial aguacero. Al final, nos tomó casi dos horas completar un recorrido que podríamos haber hecho en minutos.
Ese día mi GPS mostró sus limitaciones. Y lo que es más importante, aprendí la lección espiritual de que en esta vida solo hay un GPS infalible: la voz de Dios. Esa voz nos dice dónde estamos y hacia dónde debemos ir; nos avisa cuando vamos por el camino equivocado y, si se lo pedimos, nos indica como retomar la senda correcta para llegar felizmente a nuestro destino.
¿Quieres hoy que esa voz guíe tus pasos? Entonces no tienes más que hacer lo siguiente: Ten a Dios presente en todo lo que hagas, «y él te llevará por el camino recto» (Prov. 3: 6).

Que hoy tu voz, Padre mío, me indique el camino; y que yo pueda obedecerla.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PIENSE EN ELLO

«Porque cuáles son sus pensamientos íntimos, tal es él» (Proverbios 23:7).

Todos los pecados se originan en el pensamiento. La tentación de hacer el mal empieza con un sencillo pensamiento. Cuando eso sucede todavía tenemos la posibilidad de escoger si resistimos o cedemos.
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Una de las principales características con las que nos dotó es la capacidad de imaginar cosas. Gracias a la imaginación podemos vivir una experiencia incluso antes de que suceda. Esa facultad permite que el inventor cree algo que jamás ha existido excepto en su imaginación, es decir en sus pensamientos.
Antes del Diluvio, «la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y [...] todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal» (Gén 6:5). La imaginación corrompida de aquella generación provocó la destrucción de la tierra por medio del Diluvio.
El primer lugar donde se libra la batalla entre el bien y el mal es la mente. Si queremos ganar esa batalla, antes tendremos que ganarla en nuestros pensamientos. Cuando pecamos con los actos, aun antes de que sea evidente, ya hemos pecado con el pensamiento.
Hay un viejo refrán que dice que somos lo que comemos. De la misma manera, la Biblia dice: "Porque cuáles son sus pensamientos íntimos, tal es él». En otras palabras, somos lo que pensamos. Jamás obtendremos la victoria sobre el pecado si antes no hemos vencido nuestros malos pensamientos.
Nadie «cae» en el pecado. Nos deslizamos o entramos en él. A veces podemos incluso correr a su encuentro. El pecado no es un pozo en el que caemos por accidente o un precipicio moral que nos engulle. Es un desliz, un desliz del pensamiento.
Oramos para que el Señor nos dé la victoria sobre nuestros actos. Sin embargo, teniendo en cuenta que el pecado empieza en la mente, también deberíamos orar para que el Señor nos ayude a vencer los pensamientos pecaminosos.
No habrá lugar para ellos si tenemos la mente llena de pensamientos puros. Es probable que en Filipenses 4:8 se encuentre el texto más poderoso de la Biblia en relación con los pensamientos: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad». Basado en Maceo 5:28

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill