miércoles, 18 de enero de 2012

CEPÍLLATE ESOS DIENTES BLANCOS

«Sus ojos son más oscuros que el vino; sus dientes, más blancos que la leche» (Génesis 49:12).

Dientes más blancos que la leche. ¿Te gusta tener los dientes blancos? A mí sí. Unos dientes amarillos y sucios no se ven nada bien. Por eso hoy visitaremos el consultorio de un dentista. A algunas personas no les gusta ir a ese lugar porque les dan miedo las herramientas que usa el dentista. Pero él es el encargado de mantener nuestros dientes saludables, así que es bueno estar de su lado.
Génesis 49:12 nos muestra que, incluso en los tiempos bíblicos, a la gente le gustaba tener los dientes blancos. En este versículo Jacob estaba bendiciendo a su hijo Judá; y bendice hasta sus dientes. A todos nos gustan los dientes blancos porque hacen que nuestra sonrisa se vea radiante. La gente mira mucho nuestra boca cuando hablamos, por eso es bueno tener dientes blancos y limpios. Dios quiere que lo que sale de nuestra boca también sea limpio. Él no quiere que salgan palabras groseras de nuestros labios. Él quiere escuchar palabras dulces y amables que sean de bendición para los demás, así como Jacob bendijo a Judá. Entonces, cepillemos esos dientes blancos de tres a cuatro veces al día, y pidamos a Jesús que nos ayude a hablar solo palabras limpias y cordiales.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN ANHELO PROFUNDO

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en Breve. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!. (Apocalipsis 22:20).

Cada nuevo día, al iniciar mis actividades, doy gracias a Dios por lo bueno que es. Le agradezco por mis hijos, por mis nietos, por mi esposo y por supuesto por mis nueras. Pido una bendición especial para cada uno de ellos y sobre cada actividad que he de realizar. Cuando salgo a ejercitarme también le doy gracias por el gimnasio tan hermoso que me ha dado: una senda llena de árboles con la música más bella que podamos imaginar, que es el precioso canto de las aves. Tomo una ducha de agua tibia y termino con agua fría, y luego me pongo una ropa cómoda para dirigirme a la oficina.
Amo la vida y soy feliz. Por supuesto que no faltan los problemas, pero sé que no estoy sola. Cualquiera pensaría al escucharme que ya estoy viviendo en el cielo, y tiene razón: trato de hacer de cada espacio que ocupo un pedazo de cielo. Sin embargo, no puedo cerrar los ojos cuando veo a un indigente o a alguien que está esclavizado por el alcohol o las drogas. Tampoco puedo pasar por alto a los niños inocentes que aprovechan la luz roja de los semáforos para pedir una moneda.
Al ver toda la miseria que nos rodea clamo a Dios diciéndole: «¡Señor, envía a Cristo Jesús! No permitas que el pecado continúe degradando así a tus criaturas».
Amo la vida y soy feliz, pero anhelo profundamente la segunda venida de Cristo Jesús. Ansió el día en que lo he de ver cara a cara, cuando, postrada a sus pies y con lágrimas de felicidad en mis ojos, le diga: «¡Gracias por todo el amor que me has dado!».
La gracia de Dios es grande y quienes traten de acercarse más y más a Cristo no serán vencidos. Debemos recordar que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, y que debemos ser partícipes de la naturaleza divina.
Querida amiga, Jesús te ama y ha prometido que regresará muy pronto, ¿estás lista para recibirlo?
Este es el momento de prepararnos, ¡él quiere llevarte al cielo a ti también!

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Betty de Quiej escribe desde Nicaragua.

¿DEMOND QUÉ?

Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto. Proverbios 3:6.

Desmond Doss. Este es el único miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que ha recibido la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos.
¿Qué hizo Desmond para merecer esa distinción? Fue un héroe del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Pero uno de esos héroes que nadie imagina. Desde el momento en que se integró al ejército, Desmond dejó en claro que no portaría armas y que sería fiel a sus convicciones religiosas. En casos como estos, el gobierno concede a los objetores de conciencia —así se los llama— la oportunidad de colaborar por medio de la asistencia a los heridos en el frente de batalla. Fue así como Desmond fue asignado a la 307a División de la Infantería de Marina. No pasó mucho tiempo, sin embargo, sin que comenzaran los problemas.
Un sábado, un sargento le ordenó incorporarse a las tareas de limpieza.
—Mi sargento —le dijo Desmond—, yo soy adventista del séptimo día. Hoy es nuestro día de reposo.
—¿Qué diablos es un adventista? —gritó el sargento—. ¿Y por qué no quieres limpiar, hijito de mamá?
—No tengo problemas para limpiar, mi sargento, pero no puedo hacerlo en sábado.
—¡Cómo que no puedes! ¡Ponte a trabajar ahora mismo!
Desmond no obedeció y ya sabemos lo que esto significa en el ejército. Se decidió darlo de baja, por «inestabilidad mental». Cuando compareció ante los que tenían que decidir su suerte, Desmond se defendió:
—¿Por qué quieren darme de baja? ¿No están contentos con mi trabajo?
—El problema no es tu trabajo —le respondieron—. Eres muy estricto con tu religión.
—Si mi trabajo no es el problema —replicó Desmond—, entonces es el sábado. Lo siento, señores. No puedo aceptar esta decisión. Si soy fiel a Dios, él me dará sabiduría para atender a los heridos cuando me necesiten, incluso los sábados (Desmana Doss. Canscientious Objectar [Desmond Doss: Objetor de conciencia], p. 56).
La comisión decidió no darlo de baja, sino cambiarlo de unidad. Pero los problemas continuaron. El precio que estaba pagando por su fidelidad estaba resultando demasiado elevado, pero Desmond decidió mantenerse fiel a sus convicciones sin importar cuál fuera el costo. Y Dios no lo defraudó. Desmond Doss, «el hijito de mamá», a quien quisieron dar de baja «por inestabilidad mental», resultó ser el soldado más valiente de la batalla de Okinawa.
Ayúdame, Señor a ser fiel a mis convicciones, no importa el precio que tenga que pagar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL EJEMPLO PERFECTO

«Porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, con vosotros también hagáis» (Juan 13: 15).

Recuerdo que, de niño, observaba a los hombres mientras se lavaban mutuamente los pies en el rito de humildad, justo antes de la Cena del Señor. Entonces no entendía el significado de lo que hacían. Su verdadero significado se me escapaba incluso después de ser bautizado y empezar a participar con otros jóvenes de mi edad.
Durante un tiempo fuimos misioneros en Pakistán. Allí empecé a entender por qué Pedro le dijo a Jesús: «No me lavarás los pies jamás» (Juan 13: 8). En Pakistán es común la expresión «mostrarle a alguien el zapato». Es una muestra de desprecio por la otra persona. Es el insulto más grave porque se considera que el pie es la parte más vergonzosa del cuerpo. Por eso Pedro no podía permitir que Jesús tocara sus pies.
Recuerdo que, hace muchos años, en el periódico vi una fotografía de Nikita Kruschov, durante un pleno de la Asamblea General de las Naciones Unidas al que había acudido en representación de la Unión Soviética, golpeando el escritorio el zapato. Todos nos preguntamos si estaba en su sano juicio. Pero después de haber vivido en Pakistán, entendí por qué lo hizo. Al golpear el escritorio con su zapato mostraba a la asamblea mundial el desprecio y el desdén que sentía por lo que allí se decía. Literalmente, «mostró su zapato al mundo».
No hace tantos años, derribaron la estatua de Saddam Hussein que se erigía en pleno centro de Bagdad, la capital de Irak. Si vio las imágenes, tuvo que darse cuenta de que había un hombre que corría junto a la estatua y la iba golpeando con su zapato. El mensaje era claro. Expresaba lo que sentía por el dictador caído. Poco antes del fin de su mandato, George W. Bush, el presidente de los Estados Unidos, visitó Bagdad. Durante una rueda de prensa, uno de los periodistas asistentes arrojó sus zapatos contra él; más con la intención de mostrarle su desprecio que deseando golpearlo.
Comparto esto con usted para que juntos podamos entender el significado de lo que Jesús hizo la noche en que lavó los pies de los discípulos. Entonces dijo algo que hoy puede acompañarlo: «Te di el ejemplo de cómo ser manso y humilde de corazón; ahora, ve tú y haz lo mismo». (Basado en Mateo 5: 5).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill