martes, 15 de noviembre de 2011

¡RENOVADOS! 3ª PARTE

Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 6:11).

Según el Diccionario de la Real Academia la palabra «renovar» significa «hacer como de nuevo algo, o volverlo a su primer estado». Por lo tanto una persona «renovada» es una persona que ha vuelto a ser hecha de nuevo, que ha regresado a su estado primitivo. Ese es el método que emplea Dios para salvar a sus hijos: nos cambia, nos transforma, nos convierte en nuevas criaturas. Cuando él nos renueva dejamos de ser lobos para convertirnos en ovejas de verdad, no solo de apariencia. Como la oruga, sufrimos una metamorfosis completa para convertirnos en mariposas libres y de carácter simétrico y hermoso.
¿Te das cuenta de cómo Dios nos va llevando peldaño a peldaño por la escalera que conduce a la vida eterna? El primer paso fue la obtención de un corazón nuevo; el segundo, la de un espíritu nuevo, y por último el Señor nos dice que ahora estamos «vivos para Dios», es decir, que vivimos en la vida que él nos ofrece. Mientras nuestro corazón permanece endurecido no podemos acudir a Jesús, y por consiguiente él no puede hacer ningún cambio en nuestras vidas. Así que necesitamos pasar por el quirófano divino para que, después de haber obtenido un corazón dócil, podamos recibir la obra renovadora del Espíritu, que realmente transformará nuestras vidas.
No pienses que debes esperar a ser buena por ti misma para ir a Dios y pedirle que te dé la vida eterna. La vida eterna ya te pertenece. Cristo te la dio en la cruz del Calvario, donde garantizó nuestra salvación. Me siento feliz porque desde ahora puedo disfrutar de esa vida plena que él me ofreció a tan alto precio.
¿Te agobia pensar que no estás preparada para recibir la vida eterna? Pues sube los dos peldaños que te separan de ella. Entrega tu corazón al Médico divino. Él puede transformarlo mediante la cirugía de su amor e inmediatamente colocar en ti su Espíritu renovador.
«El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida» (Juan 5: 24).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ASISTIR POR PROPIA VOLUNTAD

Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad. Salmo 84:10.

Desde hacía varios días Laura no era la misma en el aula. Su comportamiento había cambiado y ella misma parecía distinta. Cuando la invité a mi oficina a conversar, le pregunté: "¿Laura, qué te está pasando?"
Con algo de enojo en su rostro me contestó: "Capellán, estoy cansada de que en mi casa me digan lo que tengo que hacer." Procuré calmarla, ya que la observaba bastante alterada, y luego continuó. "Ya no quiero ir más a la iglesia, ya no quiero levantarme los sábados y tener que asistir a un lugar donde me aburro. Pero mis padres me obligan a ir como si fuera una niña. El sábado pasado les armé un escándalo porque yo quería quedarme en casa, pero ellos me obligaron. ¿A usted le parece que a Dios le gusta que yo vaya obligada?"
Con el paso del tiempo he visto casos similares a los que vivió Laura, donde los padres desean algo que sus hijos rechazan. ¿Por qué ocurre este tipo de diferencias entre padres e hijos?
Es normal que si un padre siente las bendiciones divinas en la asistencia a la iglesia, procure que toda su familia también las reciba. Cada hogar tiene sus códigos y sus reglas, y en cada uno de ellos hay acuerdos entre padres e hijos para hacer más fácil la convivencia. Pero, más allá de cualquier arreglo que exista, cada hijo debe recordar que está viviendo en la casa de sus padres. Por mandato divino, son los padres los responsables de dirigir el hogar, aunque a veces estén equivocados y otras veces no nos guste.
Como la gran mayoría de los padres desea lo mejor para sus hijos, es lógico que pretendan, si son cristianos, que sus hijos sigan el mismo camino. Es verdad que Dios no desea que asistan a su casa de oración por obligación, pero aunque Laura lo ignoraba, sus padres sufrían al ver a una hija que a medida que crecía se apartaba de Dios y de su iglesia.
Solo el Espíritu Santo puede transformar el corazón y dar placer a quienes llegan al templo. El salmista no deliró cuando dijo: "Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos". Escribió esa alabanza porque realmente lo sentía. Si tú estás yendo a la iglesia por costumbre, por tus amigos, porque te obligan o por cualquier otro motivo que ignora a Dios, pídele en oración que su Espíritu Santo transforme tus gustos y deseos. Verás qué hermoso es el milagro de asistir a la iglesia por voluntad propia.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

POR SU SANGRE

Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño, [...] para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Hechos 20:28.

La sangre solucionó el pecado, para Adán y para Eva. Allí estaba la primera pareja, escondida detrás de un árbol, desnuda. Había intentado cubrir su desnudez con hojas de higuera. ¿Qué había logrado? ¡Nada! Continuaban desnudos y ridículos. Esto nos prueba que las intenciones humanas para resolver el problema del pecado, por mejores que parezcan, no son más que pobres hojas de higuera: nada solucionan; solo disfrazan. Y disfrazan mal.
Pero, Dios apareció y proveyó un corderito. Ese cordero, que era símbolo del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, fue sacrificado. Su sangre humedeció el suelo del Edén; aquella sangre inmaculada mojaría, más tarde, el suelo de la historia.
Desde la primera hasta la última página de la Biblia, esa sangre aparecería, como un hilo conductor rojo, mostrando al ser humano que la única solución para el problema del pecado es la sangre de Jesús.
En todo esto, ¿cuál fue la participación humana? ¿Qué es lo que el hombre hizo? ¡Nada! El cordero pertenecía a Dios. La iniciativa de buscar al desesperado hombre partió de Dios; la idea del sacrificio fue de Dios; las ropas de pieles de ovejas, que cubrieron la desnudez de la pareja, fueron confeccionadas por Dios. El ser humano recibió todo, sin hacer nada. Soto por gracia.
Este mensaje se repite una y otra vez, a lo largo del Antiguo Testamento. En el incidente del sacrificio de Isaac, ambos, padre e hijo, entendieron que Dios es el único que puede proveer el cordero. Cuando Isaac preguntó a Abraham dónde estaba el cordero, la respuesta del patriarca fue: "Dios proveerá".
Efectivamente, Dios proveyó. En el momento en que el cuchillo había sido levantado, Dios ordenó: "No hagas mal al muchacho".
Tú y yo solo vivimos haciendo mal. Después, intentamos resolver el problema "cubriendo nuestra desnudez con hojas de higuera" y escondiéndonos de Dios. Pero, ¡qué grande es la gracia de Jesús, que te busca incansablemente, hasta encontrarte!
¿Por qué vivir, entonces, angustiado y desesperado, por el peso de la culpa? Hay perdón para ti. "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño [...] para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón