lunes, 31 de octubre de 2011

EL OTOÑO DE LA VIDA

Este es mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento. He puesto sobre él mi espíritu; él traerá justicia a las naciones. (Isaías 42:1).

Nunca he podido disfrutar de una brisa otoñal ni de los tonos rojizos de los árboles que caracterizan a esta estación en otras partes del mundo. Nunca he visto las hojas caer para dar paso al invierno, pero lo cierto es que el otoño llega cada año y trae consigo cambios climáticos en gran parte del mundo.
En España, por ejemplo, a principios del otoño se suele producir un fenómeno meteorológico conocido como «gota fría». Cuando las aguas marinas están mucho más calientes en comparación con las tierras continentales se crea una fuerte inestabilidad atmosférica que genera intensas precipitaciones acompañadas de granizo. Estas precipitaciones causan graves daños económicos, materiales e incluso humanos. Pero el otoño también conlleva hermosos fenómenos naturales, como el que se puede observar en los bosques de Quebec, Canadá, donde las hojas de los árboles caducifolios contrastan con el verde oscuro de las hojas de las coníferas. Estos colores conviven en perfecta armonía, aunque sean completamente diferentes.
Del otoño podemos extraer varias lecciones útiles para nuestra vida:
• La vejez forma parte de ciclo de la vida. En ella, la experiencia se viste de gala.
• Aunque la vejez conlleva muchos cambios biológicos, no dejan de ser bellos un cabello cano y unas manos arrugadas por años de trabajo desinteresado.
• Aunque el cuerpo se vea afectado por fenómenos como la gota fría, el carácter refinado por el paso del tiempo será un ancla firme para sujetarnos a tierra.
Cuando llegue para ti esa etapa en que la vida ya no se cuenta por las primaveras sirio por los otoños, mira hacia el cielo, allí encontrarás bendiciones infinitas. Sigue compartiendo tu belleza interior con los demás y aguarda confiada en que muy pronto los días ya no se contarán más, porque seremos jóvenes para siempre.
La belleza de un árbol otoñal es la garantía de que llegará de nuevo la primavera.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AUTORIDAD EN LA PALABRA

Por la Palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca... Porque él dijo, y fue hecho; él mandó y existió. Salmo 33:6,9.

Cuando tuve 18 años ingresé al ejército para realizar el servicio militar obligatorio. Durante 17 meses hice guardias, aprendí a manejar algunas armas, hice ejercicios interminables, y trabajé en el departamento de finanzas, liquidando los sueldos de oficiales y suboficiales. Uno de los aspectos más notables de las fuerzas militares es la autoridad. Sin autoridad no hay obediencia, y un ejército sin obediencia a sus superiores está condenado al fracaso. Solo cuando hay una real sumisión a la autoridad, es que se puede defender un país o ganar una guerra.
De una manera similar, las Escrituras transmiten en lenguaje humano la autoridad divina. Su autoridad proviene de los cielos, estuvo presente en la tierra en la creación, y está hoy con la humanidad guiando los acontecimientos históricos. Esa Palabra dada por Dios fue la que dispuso un orden para todos los elementos creados, de tal manera que pudiera haber vida en un planeta que estaba "desordenado y vacío".
Aunque muchos en la actualidad crean que el mundo se rige por sus propias leyes, en realidad hay una sapiencia divina que está dirigiendo todo. Las profecías muestran algo de esa autoridad cuando revelan los acontecimientos finales de esta tierra con total exactitud, aunque fueron escritas hace por lo menos 1.900 años. La autoridad divina está presente en cada ser viviente, porque si Dios retirase por un momento su poder sustentador, se terminaría la vida.
Pero más allá de cómo se maneje el mundo, los seres vivos y la historia humana, lo que realmente importa es la autoridad de la Palabra sobre tu vida. Si las páginas sagradas no ejercen ninguna influencia en tu corazón, entonces estás destinado al fracaso y a la ruina, como lo estaría un ejército donde no hay obediencia. Creerse libre porque uno vive a su antojo personal, es solo creer la triste ilusión de Satanás de que los seres humanos podemos ser felices al margen de la ley divina.
Tu decisión es la que vale. Solamente tú puedes elegir ser obediente a la autoridad divina, y de esta manera alcanzar la vida eterna.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

JUSTICIA PROPIA

Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios. Romanos 10:3.

Uno de los peligros que los cristianos corremos es pensar que Dios está preocupado solo con el hecho de que nos portemos bien y practiquemos obras justas. Claro que a Dios le gusta ver obras de justicia en la vida de sus hijos; pero como un resultado, y no como la causa. Tú no eres justo porque practicas obras justas: tú realizas obras justas porque eres justo. Lo primero que debes hacer, en la vida cristiana, es ir a Jesús, y no tratar de fabricar tu propia justicia.
La justicia humana es trapo de inmundicia para Dios. ¿Por qué? Porque es solo apariencia. Ese era el problema de los fariseos en el tiempo de Cristo: se esforzaban por ser buenos, pero solo por fuera; en el fondo, no pasaban de ser gente pecadora. Y Jesús los llamó sepulcros blanqueados: blancos por fuera, pero hueso y carne putrefacta, por dentro.
Con el fin de ser un buen cristiano, no basta hacer cosas buenas o justas: es necesario ser justo. Y se es justo solo cuando se vive una vida de comunión diaria con la Persona justicia, que es Jesús.
La línea divisoria es tenue, casi imperceptible. Y existen dos extremos terribles: el primero, es el de pensar que relacionándote con Cristo tu salvación está garantizada, y no tienes que preocuparte por las buenas obras. El otro extremo es el de pensar que, sin obras, no hay cómo probar que eres un cristiano, y olvidándote de Jesús correr la carrera sin sentido, en busca de buenas obras.
Al fin de cuentas, ¿cómo saber que realmente confías en Jesús y que tus buenas obras son fruto de tu relación con él? Es fácil. Existe un termómetro que solo Dios y tú conocen; nadie más lo puede ver: ese termómetro es la cantidad de tiempo que pasas diariamente con Jesús, en oración, estudio de la Biblia y meditación.
Cada vez que te arrodillas antes de salir para el trabajo, estás expresando a Jesús, sin palabras, pero con tu actitud, lo siguiente: "¿Sabes por qué estoy aquí, arrodillado? Porque sin ti no puedo hacer nada". Y cada vez que partes sin pasar tiempo con Dios, le estás diciendo lo contrario.
Haz de este un día de comunión. "Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón