jueves, 15 de septiembre de 2011

¿PREPARADAS?

No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú (Isaías 43:1).

Por fin había llegado la hora. Aunque yo no tenía ninguna experiencia al respecto, algo pasaba dentro de mí que me indicaba que era el momento. Miré el reloj, eran las cuatro de la madrugada del 15 de septiembre de 1994, y por mis piernas comenzó a caer un líquido extraño. Desperté a mi cuñada que es médica y le pregunté qué significaba aquello. En un momento estaba en pie. Me revisó y efectivamente todo indicaba que un nuevo miembro de la familia estaba a punto de nacer. Nunca podré olvidar esa experiencia. Era mi primer hijo y la alegría que me causaba aquel hecho solo era comparable al temor que sentía. Me había preparado para la ocasión, pero cuando comenzaron los dolores nada parecía ser suficiente para ayudarme a enfrentarlos.
Me llevaron inmediatamente al hospital y me colocaron en una sala, donde había otras mujeres en mi misma situación. Había llegado el momento tan largamente esperado y yo no estaba preparada. Las horas pasaban. El médico me pronosticaba un parto rápido, pero cada vez que venía me decía que todavía faltaba un poquito. Ese poquito se transformó literalmente en horas y a las dos de la tarde, cuando ya apenas tenía fuerzas para más, me llevaron a la sala de partos. Mis últimas palabras antes de perder el conocimiento fueron: «Jehová es mi Pastor».
Cuando todo terminó revisé minuciosamente a mi bebé, y me pasaron a una sala de recuperación donde me hicieron una transfusión de sangre. Ahora me pregunto si realmente estaba preparada para todo aquello, a pesar de lo que me habían enseñado. ¿No crees que de alguna forma sucede lo mismo con la venida de nuestro Salvador? Yo en aquel momento recurrí a todo lo aprendido, a las instrucciones de los especialistas, a lo que me habían aconsejado o yo había leído, pero nada era suficiente ante lo desconocido. Muchos, aterrorizados en aquel día que ha de llegar más pronto que tarde, cerrarán sus ojos para no ver lo que tienen que enfrentar, mientras otros lucharemos hasta poder ver lo que esperamos. ¿Qué harás tù?
La misericordia divina y la preparación humana son una combinación eficaz.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LA ORACIÓN PRIVADA

Más tú, cuando ores, entra, a tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Mateo 6:6.

Ayer vimos la propuesta de Jesús de que sus hijos oren en grupo. Hoy veremos la parte personal que debe tener en cuenta cada creyente en su oración. Sobre este aspecto, muchos ignoran lo que Jesús dijo, y creen que orar por los alimentos o en la iglesia ya es suficiente para estar comunicados con el Señor. Sin embargo, eso dista mucho de lo que dice la Biblia, porque Jesús aconsejó a sus hijos a que oraran "en lo secreto".
La Biblia registra numerosos casos de oración privada que tuvieron una recompensa "en público". Isaac pidió que Rebeca tuviera hijos; Moisés intercedió para que Dios perdonara el pecado de Israel; Sansón rogó para no morir de sed; Exequias oró para ser curado de una enfermedad terminal; Pablo oró para predicar el evangelio entre los judíos. Cada hijo de Dios debe desarrollar una relación íntima con su Padre, y la oración es una herramienta imprescindible para que esto se haga realidad.
Personalmente vi en numerosas ocasiones la respuesta divina a mis oraciones privadas, y hoy quiero compartir una de ellas. Estaba en el último año de mi carrera y había viajado a una ciudad que distaba a trescientos kilómetros de la universidad. Había ido a colportar. Trabajé durante un mes, pero al llegar la temporada navideña, armé un pequeño bolso con prendas de vestir y salí para visitar a mi novia y pasar la fiesta con ella y su familia. Como quería ahorrar dinero, decidí hacer el viaje "a dedo", solicitando la buena voluntad ajena para trasladarme. Luego que un auto me bajara en un cruce en medio del campo, estuve más de una hora sin que nadie me llevara. Poco a poco, el clima comenzó a cambiar, y una mañana hermosa soleada, se transformó en una tarde nublada y fría. Estaba parado en un lugar donde se veía avanzar una tormenta, y oré a Dios para que me protegiera de la lluvia. Faltaba muy poco para llegar al destino. Al terminar mi oración, un hombre noble frenó su camión y me permitió viajar con él. Subí, y cuando el camión había recorrido una decena de metros, las fuertes gotas de la lluvia comenzaron a golpear el parabrisas delantero. "Te subiste justo a tiempo" exclamó él al ver la lluvia; y yo no dejaba de salir de mi asombro por la rápida respuesta a mi oración.
Ese Dios de amor que contestó la oración privada de tantos hombres de la Biblia, hoy también está dispuesto a contestar tus oraciones.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

ERES PRECIOSO

Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. Isaías 43:4.

Júnior es muy querido por sus amigos; pero esta noche se encuentra solo. ¿Por qué alguien tan popular prefiere quedar solo un sábado de noche? ¿Por qué sus amigos lo habrían abandonado, justamente un sábado de noche, cuando todos salen y se divierten?
Desde que su matrimonio acabó, Júnior pasó a sentirse un infeliz, un don nadie; el complejo de inferioridad se apoderó de él. Hoy, el muchacho alegre dio lugar a una persona amargada; la sonrisa fácil fue reemplazada por la tristeza y las bromas se transformaron en lamento.
La vida de Júnior fue cuesta abajo, como un carro desenfrenado. Perdió todo. La comida no tiene más sabor; los colores perdieron su brillo... y se hunde cada vez en un mundo de lamento y de pena. "¿Volveré a sonreír algún día? ¿Alguien podrá amarme de nuevo? ¿Todavía tengo algún valor?", se pregunta a sí mismo. Y no encuentra respuestas.
El versículo de hoy fue escrito para un pueblo asustado y angustiado: asustado, por el gigantesco viaje de vuelta a Jerusalén; angustiado, por miedo a lo desconocido. Un pueblo que salía del cautiverio con baja autoestima y el orgullo herido; esclavo por segunda vez. ¿No era demasiado?
En medio de ese torrente de sentimientos pesimistas, Dios presenta una verdad: "Tú eres precioso, y yo te amo". El mensaje de Dios, para el pueblo de Israel en aquel tiempo, es el mismo para Júnior, para ti y para mí, hoy: somos preciosos, y Dios nos ama con todas las fuerzas de su ser. El amor de Dios existe no porque seamos buenos o fáciles de amar, sino porque somos sus hijos, creados por él, a su imagen y semejanza.
Quién sabe, hoy no te sientes bien; el peso del complejo de inferioridad te masacra. Quizás hoy sientes que nadie te ama, y que todos se ríen de ti y de tu manera de ser. Dios te ama: tú eres la cosa más linda que Dios tiene en este mundo; tú eres precioso.
Enfrenta los desafíos de este nuevo día sabiendo que eres precioso para Dios. Cuando las sombras de la tristeza oscurezcan tu vida, recuerda las palabras de tu Padre, que te dice: "Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé: daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón