miércoles, 7 de septiembre de 2011

UN CORAZÓN VIVO

Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino (Salmos 119:105)

Ayer hablábamos de la luz que brilla desde nuestro interior por el poder divino combinado con la voluntad humana, pero hoy hablaremos de otra luz que, a diferencia de la anteriormente expuesta, proviene únicamente de Dios. Esta luz no está sujeta a circunstancias ni a la voluntad humana, porque es eterna y perfecta. ¿Cuál es esta luz tan formidable?
La pluma poética del salmista lo expresa en un lenguaje claro y hermoso: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino». No existe otra fuente de luz para alumbrar el oscuro mundo en que vivimos que la luz de Dios procedente de las páginas de ese libro poderoso al que llamamos Biblia. Los diversos autores que la escribieron en culturas y épocas diferentes constituyen una prueba irrefutable de su inspiración divina.
Eterna como quien la inspiró, la Biblia se presenta como un faro bajo la tormenta, como un puente sobre el abismo, como el pincel con el que se dibuja una obra maestra. No hay pecado que pueda bloquear su entrada triunfal en el alma contrita y humillada. No hay época en la que esté pasada de moda. No hay cultura que la supere, ni pensamiento que la destruya. La Biblia ha brillado con luz propia desde su mismo origen y continuará haciéndolo hasta que las palabras en ella escritas nos sean enseñadas cara a cara por su mismo autor.
Teniendo tan preciado tesoro como tenemos, solo nos resta tomarlo y convertirlo en mi lámpara, en tu lámpara, en la luz que ilumine tu senda y la mía.
La Biblia es un privilegio. La historia de la humanidad, su comienzo, sus victorias, sus derrotas, sus anhelos de restauración, el misterio de un Dios que no nos ha dado la espalda sino que se sacrificó por la humanidad, el amor de un Padre que es capaz de dar todo por tu rescate, la paciencia del Espíritu Santo, quien constantemente subyuga nuestro corazón para que sea receptivo al amor divino, lodo, todo se halla en un libro que puedes llevar en tu cartera, en tu computadora, en tu corazón.
Bebe la vida de la Palabra de Dios.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LA VOLUNTAD DE DIOS

Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra. Mateo 6:10.

La oración modelo mencionada por Jesús en el "Sermón de la Montaña", conocida como "el Padrenuestro", presenta un aspecto que no siempre es apreciado por los que oran. Pedirle a Dios que se haga su voluntad en el cielo y en la tierra, es pedirle, en algunos casos, que Dios haga incluso lo contrario al deseo de quien ora.
Veamos un ejemplo: Si tienes a tu madre enferma, le pedirás en tu oración a Dios que le devuelva la salud. Ese es tu deseo, esa es tu voluntad... pero, ¿cuál será la voluntad divina? ¿Qué sucedería si la voluntad celestial fuera contraria a lo que tú pides? ¿Lo aceptarías con gozo y seguirías tomado de la mano de Dios? Realmente espero que nunca en tu vida te encuentres en una situación tal, pero es necesario que toquemos el tema, ya que muchos se han alejado de Dios y han renegado contra él sencillamente porque no han comprendido la voluntad divina.
Jesús se encontraba sumamente angustiado en el Getsemaní. Sabía que llevar sobre sí el pecado de todos, lo separaría de su Padre en el Calvario. El temor de Cristo en esa ocasión era que nunca más obtuviera el favor de su Padre por la carga pecaminosa que llevaría sobre sí. A todo esto, Satanás lo asaltaba con fieras tentaciones, diciéndole que no habría salida después de la muerte. En esta situación, el Salvador oró: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa". Jesús rogó tres veces para no beber el trago amargo de esa "copa", aunque en cada oración agregó: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lúe. 22:42). El Padre celestial fortaleció a su Hijo, y aunque el deseo de ambos no era que Jesús muriera de esa manera inhumana, por el bien y el destino eterno de la raza caída, Cristo se entregó.
Es posible que al igual que Jesús, cuando oremos veamos que la voluntad divina es diferente a nuestro deseo. Pero, aunque en esta tierra no comprendamos el porqué de los designios celestiales, siempre debemos recordar que esa voluntad es para nuestra bendición presente y eterna. Muéstrale a Dios tu humildad y dependencia total al decirle: "hágase tu voluntad". Y acepta con alegría lo que Dios te responda, porque siempre sus respuestas serán lo mejor para tu vida.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EL AMOR EN ACCIÓN

Dios es amor, y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 1 Juan 4:16.

A Gerardo le llamó la atención la sencillez y el amor de aquella familia. Había aceptado la invitación seguro de que tratarían de cambiar sus conceptos religiosos, pero ellos no le hablaron de religión durante la cena.
Volvió otras veces, atraído por el amor, a pesar de que sus convicciones religiosas eran diferentes. Jamás se tocó el asunto religioso; aquella familia, simplemente, le daba amor y compañerismo, sabiendo que él era un extranjero en tierra extraña.
Un día, Gerardo no logró reprimir su curiosidad.
-¿Por qué no me hablan de su religión? -preguntó, ansioso.
-No es necesario -le respondieron-: te la estamos mostrando todos los días.
El amor en acción llevó al joven egipcio a estudiar la Biblia y a conocer la teoría del amor. Entendió lo que sucedió en la cruz del Calvario, y hoy es un ministro del evangelio.
"Dios es amor", afirma Juan. Dios no solo tiene amor, no solo da amor: es la esencia del amor. Cada vez que da amor, se da a sí mismo. El amor no existe separado de él. Dios es la persona amor, y la única manera de decir que estamos en él es estar en el amor y vivir el amor.
En el versículo de hoy, el apóstol Juan relaciona el amor al verbo "permanecer": permanecer en Dios es permanecer en el amor. Es fácil amar esporádicamente; cuando conviene, cuando es necesario. El verdadero amor permanece: ama cuando las cosas van bien o cuando la tempestad amenaza la embarcación; ama en todo tiempo, a pesar de las personas o de las circunstancias.
La única forma de entrar en la práctica del amor es ir a Jesús y permanecer en él. Quien permanece en Jesús simplemente ama, de manera natural, porque, como dice San Pablo: "No vivo más yo, sino que Cristo vive en mi".
Desafíate hoy a vivir la dimensión del amor en acción; a no separarte de Jesús; a hacer de él tu compañía permanente. Recordando que, cada vez que las personas que no conocen a Jesús desean conocerlo, no buscan la Biblia para conocer la teoría del amor, sino a los cristianos, para "leer" sus vidas y ver si la teoría funciona. Porque: "Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón