viernes, 5 de agosto de 2011

UN PUENTE DE VICTORIA

Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1)

Se cuenta que Terry Dischinger, a la edad de 14 años, tuvo que abandonar el deporte debido a un problema cardíaco. Se lamentaba porque creía que Dios le estaba impidiendo hacer lo que más deseaba en la vida. Su madre le habló con mucha ternura: «Hijo, Dios no te ha hecho nada como para que te enfurezcas así contra él. Tal vez lo que quiere es enseñarte a ser paciente, y a confiar en él». Terry bajó la cabeza y murmuró entre dientes: «Primero la rodilla, ahora el corazón, ¿hasta cuándo tendré complicaciones? ¿Cómo puedo tener fe y paciencia si todo me sale mal?». La mamá lo miró con ternura y le dijo: «Hijo, este no es el fin de tu vida. Debes continuar, pero con la certeza de que Dios te ama, No pierdas tiempo lamentándote por tus fracasos, aprende a mirar hacia el futuro y a tener paciencia».
Terry aprendió lo que significa tener paciencia, gracias a la cual pudo superar la deficiencia cardíaca que padecía. Reanudó su carrera deportiva y llegó a convertirse en una estrella del baloncesto profesional, siendo uno de los mejores jugadores de la NBA.
¿Te parece que la paciencia es una virtud necesaria para triunfar? Tener calma, estar tranquila y permanecer confiada en momentos en que no existan complicaciones no es difícil, pero si se nos exige paciencia en tiempos difíciles, se convierte en todo un reto. Hay ocasiones en la vida en que permanecer quietos y pacientes es más importante que contar con todo un ejército para la batalla.
La Biblia recoge las palabras inspiradas de Jahaziel, hijo de Zacarías, de la tribu de Leví, en un momento de crisis: «Apostaos y quedaos quietos; veréis como la salvación de Jehová vendrá sobre vosotros» (2 Crón. 20: 17). El pueblo de Israel iba a ser atacado por un poderoso enemigo y ellos debían confiar y tener paciencia para poder ver lo que Dios haría en su favor. No era fácil, pero Dios premió su te. Vemos el resultado en el versículo 24: «Miraron hacia la multitud, pero solo vieron cadáveres tendidos en la tierra».
La paciencia es el puente que le conduce a grandes victorias.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ESPÍRITU DE CONTENTAMIENTO

He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Filipenses 4:11.

¿Estás contento con lo que posees? ¿O deseas tener más? Acán pertenecía al pueblo de Dios y con sus propios ojos había visto las maravillas obradas en su pueblo. Sus padres habían sido esclavos en tierra egipcia, pero ahora él se encontraba como conquistador de las tierras cananeas.
La toma de Jericó no fue una más entre todas, ya que de manera especial se mostró el favor divino por su pueblo. Ángeles enviados por el Señor derrumbaron la gran muralla que separaba a los de Jericó de los israelitas, y como verdaderos invasores, tomaron la cuidad impenitente y se apoderaron de ella. Como la conquista se había producido por la intervención directa de Jehová, había una ley referente a las riquezas de Jericó: "Vosotros guardaos del anatema, ni toquéis, ni toméis alguna cosa... toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová" (Jos. 6:18, 19). Ninguno de los israelitas debía animarse a tomar algo de lo que ya estaba destinado al Dios de sus padres.
Acán conocía perfectamente esta ley, pero aún así decidió apoderarse de "un manto babilónico muy bueno, y doscientos ciclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta ciclos" (Jos. 7:21). Luego, en su "confesión" delante del pueblo, Acán reconoció que había codiciado, pero lo que nunca llegó a pensar, fue que esa transgresión sería la causa de su muerte en esta tierra y por la eternidad.
Pablo, a diferencia de este pobre hombre, aprendió a vivir "humildemente", y con "abundancia"; a "estar saciado", como a "tener hambre"; a poseer riquezas, como también a "padecer necesidad" (Fil. 4:12). Lejos de experimentar codicia, tenía siempre un espíritu de contentamiento, porque la cantidad de bienes o su escasez no influían en sus deseos y estados de ánimo.
Enfrentó su vida con sencillez, sabiendo que vivía como peregrino en este mundo y que los bienes materiales simplemente lo acompañaban mientras esperaba que Dios renovara su vida en la inmortalidad. El contraste entre Acán y Pablo es tremendo, así como se contrastan el bien y el mal.
La vida espiritual se basa en decisiones, y en algún momento deberás elegir ser como Acán o ser como Pablo con respecto a los ingresos que lleguen a tus manos. Anímate a entrar en el grupo del apóstol, y serás un canal de bendición para ti mismo y para los demás.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿NO TE COMPRENDEN?

Y Ana le respondió diciendo: no, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 1 Samuel 1:15.

El diálogo con su madre la había destrozado. Ingrid se preguntaba cómo una mujer tan inteligente y a la que siempre había admirado se mostraba incapaz de aceptar la decisión de la hija.
-¡Te estás volviendo loca! ¡Te han hecho un lavado cerebral! -le gritó.
Los ojos de aquella mujer, dulce y amorosa, ahora destellaban fuego.
El único delito de Ingrid era haber descubierto verdades bíblicas y desear respetarlas. Si, al menos, la madre aceptase estudiar la Biblia con ella, con el fin de comprobar lo que la Palabra de Dios dice... Pero, la señora se negaba, y simplemente respondía:
-¡Necesitas respetar la tradición de la familia!
¿Hasta qué punto la tradición es correcta? Ingrid se sentía incomprendida. Quería ser una mejor persona, y la madre insistía en hacerla sentir peor.
La joven se encontraba sola. Como una flor del desierto, tratando de resistir el vendaval. ¿Alguna vez te sentiste así? Las personas te juzgan, sin entender las razones de tu corazón; te condenan injustamente; te niegan el derecho de explicar.
El texto de hoy presenta la historia de una mujer incomprendida, como Ingrid. Ana había ido al Templo a orar, suplicar y clamar. Lo estaba haciendo en silencio, aunque sus labios se movían. El silencio es el templo sagrado del alma, que mucha gente trata de profanar. En el silencio de su corazón, Ana conversaba con Dios.
El sacerdote la vio de lejos, y pensó que estaba ebria; la juzgó y la condenó. A pesar de ser un líder religioso, fue incapaz de comprenderla.
Si hasta un ministro de Dios no logró entender el dolor de un corazón angustiado, ¿qué podrías esperar de otras personas? ¡Sigue adelante! No permitas que la incomprensión ajena interrumpa tu comunión con Jesús. Él te oye. Sabe lo que necesitas; conoce tu dolor. Eso es lo único que importa. Olvídate de lo que los demás piensen.
En tus horas de tristeza; cuando sientas el corazón a punto de explotar dentro de ti; cuando te veas inclinado a retrucar la agresión humana, piensa en la respuesta de Ana: "No, señor, yo no he bebido vino ni sidra, sino que soy una mujer atribulada y estoy derramando mi alma delante de Jehová".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón