domingo, 31 de julio de 2011

DICHOSAS

Una mujer de entre la multitud levanto la voz y le dijo: «¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los senos que mamaste!» (Lucas 11:27).

He dejado para el final de este ciclo de mujeres poco conocidas que sin saberlo han dejado un legado de provechosas lecciones, a esta mujer, una del pueblo, una entre tantas, que, inspirada por el Espíritu Santo, pronunció sobre Jesús la única bendición de este tipo que se registra.
Esta corta frase encierra uno de los misterios más sublimes de la historia. Sí, el Dios eterno, Rey de reyes y Señor de señores, había nacido de una humilde mujer y había dependido de sus pechos para crecer. Siempre que estudio este tema termino alabando a Dios porque su amor por mí superó la lógica humana. Tú y yo hemos sido salvadas por el simple hecho de que Dios nos amó demasiado como para dejarnos bajo la condena eterna. Fuimos halladas tan valiosas para el cielo que, a pesar de que nuestro rescate ocasionaría mucho sufrimiento, para él valía la pena salvarnos.
Aquella mujer elevó su voz para poner de manifiesto el amor divino encarnado en aquel Verbo que estaba dispuesto a vencer el pecado y asegurar la vida del pecador.
Jesús aceptó aquella bendición pero terminó la frase que para él estaba incompleta diciendo: «¡Antes bien, dichosos los que oyen la Palabra de Dios, y la obedecen!» (Luc. 11: 28). Por supuesto, el plan divino cargado de amor y sacrificio no cumple su objetivo si no tiene a quién salvar. Por eso Jesús llamó dichosos a los que no solo oyen sino que guardan y ponen en práctica la voluntad divina. Solo para esa clase de personas se hace realidad el plan confeccionado desde antes de la fundación del mundo y en el que estábamos incluidas tú y yo.
Esta historia puede volver a escribirse así: «Tú y yo, mujeres modernas, al encontrarnos con ese Dios hecho hombre, podemos exclamar con agradecimiento: "¡Hosanna! ¡Gloria al Dios que habitó en nuestro medio, asegurando la vida eterna a todo pecador!"».
Nunca dejes que la alabanza huya de tus labios. El Cristo que murió en el Calvario es tu salvador. Eres dichosa porque Dios te amó hasta el fin.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ADMINISTRADORES RESPONSABLES

Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Mateo 25:21.

A lo largo de este mes pudimos analizar juntos la importancia de cuidar los dones que Dios nos dio, especialmente la salud y las habilidades personales. Desde la creación, todo en esta tierra fue puesto para que el hombre glorificara a su Creador; pero desde la entrada del pecado, esas bendiciones fueron trastocadas y mal utilizadas por los seres humanos.
Quizás el ejemplo de Jimena nos pueda ayudar. Ella había venido a Argentina para realizar sus estudios universitarios. Como provenía de un hogar adinerado, traía desde su país una serie de elementos muy útiles para el estudio, y entre ellos una computadora portátil. Al llegar el verano y regresar a su hogar, le prestó a un compañero de clase su computadora para que se ayudara en sus estudios. Le hizo los encargos pertinentes para su cuidado y creyó que "quedaba en buenas manos". Al regresar al año siguiente, este compañero de estudio había maltratado la pequeña computadora, y como no tenía dinero para repararla, la devolvió en un estado lamentable.
Muchas veces los seres humanos actúan con Dios de la misma manera. En su bondad, él los colma de bendiciones porque desea verlos felices, pero estas bendiciones son mal utilizadas y explotadas de manera egoísta.
Como todo le pertenece a Dios, nosotros somos simplemente administradores de esos recursos. El concepto de que "esta es mi vida y hago con ella lo que quiero" no encuentra cabida en las Escrituras, ya que toda ella nos enseña que Dios es dueño de todo, incluso de nosotros mismos.
Como todo le pertenece a nuestro Creador, es importante utilizar muy bien cada uno de los recursos que él pone a nuestra disposición, a fin de que cuando nos pida cuentas, nosotros seamos hallados como mayordomos responsables ante su presencia. El Señor Jesús desea encontrarse contigo cuando vuelva por segunda vez, y anhela decirte: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor".

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

VICTORIA FINAL

Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra. Filipenses 2:10.
Llovía en San Pablo, la noche en que un avión de la línea TAM se salió de la pista, en el momento del aterrizaje; atravesó la avenida Rubem Berta y se estrelló contra las construcciones del otro lado. En el trágico accidente, murieron casi cien personas.
Me llamó la atención la reacción del familiar de una de las víctimas: "¡Dios no existe! ¡No puede existir, si permite una cosa de estas!", decía a gritos delante de las cámaras de televisión.
La gente herida reacciona de este modo ante el sufrimiento; es una manera muy humana de enfrentar el dolor. Sin embargo, en ese momento el enemigo debió haber soltado una carcajada, en la inmensidad del universo, pensando que había ganado la batalla. Él provocó el dolor, y quien llevó la maldición fue Dios.
Siempre fue así. Todo lo que te hace sufrir y abre impiadosamente las heridas de tu corazón, es provocado por el enemigo. Su propósito es hacerte volver en contra de Dios. Así fue con Job. Su historia contiene la teología del dolor. El enemigo le quitó todo y lo dejó en la peor situación, enfermo de sarna desde los cabellos hasta los pies. La propia esposa le dijo: "Maldice a Dios y muérete". Pocos seres humanos llegaron a las profundidades del sufrimiento como Job. El relato es explícito al mostrar que el diablo provocó todo esto, con la intención de que Job pensase que el dolor provenía de Dios.
La obsesión del enemigo es "probar" que Dios es injusto, duro y cruel con sus criaturas. Y, sin importar el método que tenga que usar para alcanzar sus objetivos, los usará.
Sin embargo, el texto de hoy afirma que llegará un día en que toda rodilla se doblará, reconociendo que Dios tenía razón y que las acusaciones del enemigo eran falsas.
Mientras ese día no llega, deposita toda tu confianza en Dios. No permitas que las ondas agitadas del mar de esta vida hagan vacilar tu fe. Busca a Jesús todos los días, convive con él cada instante, cuéntale tus tristezas y dificultades. Y permite que él enjugue tus lágrimas.
Un día, entonces, junto con los redimidos de todos los tiempos, levantarás las manos hacia el cielo, para recibir a tu Salvador. Y ese día verás: "que en el nombre de Jesús se dobla toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón