domingo, 17 de julio de 2011

EN MEMORIA DE ELLA- 2ª PARTE

Esta ha hecho lo que podía (Marcos 14:8).

María había escuchado los comentarios que censuraban su acción y su vida, por eso estaba a punto de alejarse cuando escuchó las palabras de Jesús: «Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho» (Mar. 14: 6). Jesús nunca nos deja ir sin una palabra de consuelo. Su amor reconoce nuestras acciones y sus ojos aprueban nuestra labor. Este incidente fue aprovechado por Jesús no solo para mostrar su gratitud hacia María y para reconocer públicamente lo que había hecho por él, sino para enseñarnos la importancia de nuestras acciones y pensamientos. ¿Qué lecciones podemos obtener de él?

  1. María había recibido a Jesús como su Salvador, no solamente como Maestro y Sanador.
  2. El acto de ungirlo declaraba la gratitud de esta mujer por lo que Jesús había hecho por ella.
  3. No temía al qué dirán. Tenía que darle a Jesús lo mejor de ella.
  4. Simón, por su parte, solo estaba agradecido porque Jesús había sanado su lepra, pero no confiaba en que fuera el Mesías. Su actitud refleja que creía en Dios, pero que no lo había aceptado aún como su Salvador personal.
  5. El aroma que impregnó aquel lugar es el mensaje de salvación que no conoce límites al fronteras humanas.
  6. Las críticas supuestamente santas que recibimos cuando queremos acercarnos a Jesús pueden venir de cualquier persona.
  7. La aprobación de Jesús llega a nuestras vidas: «Hija, tu fe te ha salvado, ve, en paz».
Dos vidas habían sido fundidas en una. A partir de entonces María ya no sería conocida como la mujer pecadora, ni tendría que soportar la censura moral y social. Su vida había sido restaurada y se había convertido en una de las mujeres que servían a Jesús y a sus discípulos, tal como se registra en el capítulo 8 de Lucas. Pero para que el proceso de transformación fuera una realidad en ella, tuvo que derramar su alma a los pies de Jesús.
Tú también necesitas ir a Jesús, porque solo en él hay salvación. No dejes que los acusadores ni tu vida pasada se interpongan entre tu Salvador y tú.
No esperes un milagro para ir a Jesús.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EJERCICIO FÍSICO

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Génesis 2:15.

Actualmente vivimos en un mundo que favorece cada vez más el sedentarismo.
Dentro del hogar tienes una serie de elementos que "ahorran" trabajo y favorecen la vida sedentaria. Piensa en el lavado de la ropa: hace décadas, la mujer debía llenar una palangana con agua, sumergir la ropa en ella, esparcir con sus manos el jabón y luego fregarla con un cepillo o con sus propias manos a fin de sacar la suciedad. Hoy, una máquina hace absolutamente todo; y otra hará que la ropa salga seca y apta para ser planchada.
Industrialmente, robots, computadoras y máquinas que operan a través de programas prefijados han reemplazado la mano de obra humana que por años fue indispensable para pintar un automóvil o para tapar botellas de gaseosas.
Los automóviles han hecho que caminemos menos. Hoy las piernas son reemplazadas por un asiento que le permite al conductor acomodarse cómodamente mientras se recorren cientos de kilómetros a gran velocidad.
Internet, esa gran red que contiene de todo, brinda la oportunidad, en sus variadas formas, de trabajar desde el hogar, logrando así que con actividad física nula, uno pueda estar en contacto con el "mundo exterior".
Pero, aunque todo esto es verdad y tangible en nuestro tiempo, es bien sabido que el músculo que permanece inactivo se atrofia. Por esta causa, municipios y entidades civiles han favorecido la construcción de pistas de atletismo, donde sin ningún costo es posible caminar, trotar, hacer flexiones de brazos, piernas y torso. Cuando Dios creó al género humano, lo diseñó para estar en permanente actividad. Nunca fue el plan divino que sus hijos fueran sedentarios, ya que el trabajo dado al hombre en el Edén incluía una variada forma de ejercicios físicos. Está comprobado científicamente que cuando hacemos ejercicios regulares, se benefician el aparato respiratorio y el corazón, es menor la posibilidad de enfermarse, aumenta el bienestar psicológico y mejora notablemente la capacidad de pensar.
Reflexiona sobre tu manera de vivir hasta el presente, y si no estás realizando algún deporte o actividad manual, dedica cuarenta minutos diarios en algún tipo de ejercicio físico. Te lo recomienda tu Creador.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EL ÚNICO REMEDIO PARA TU MAL

No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad? Nahúm 3:19.

El sol de mediodía castiga la carretera con la fuerza del verano. Un hombre humilde carga un saco de papas sobre sus hombros. Todos lo conocen, en la ciudad, por su espíritu de servicio y su fidelidad a Dios. Al cruzarse en el camino con un muchacho incrédulo, oye la voz socarrona:
-¿Cómo sabes que eres salvo?
El cristiano sigue unos pasos adelante, y deja caer la carga. Entonces, dice:
-¿Cómo sé que se me cayó el bulto? No he mirado atrás.
-No -replica el muchacho-, no has mirado atrás, pero ya no sientes el peso.
-¡Exactamente! -respondió el hombre-. Es por esa misma razón que sé que soy salvo: ya no siento la carga de pecado y de tristeza, y he encontrado paz y satisfacción en el Señor.
El texto de hoy habla de una imposibilidad: "No hay medicina para tu quebradura", afirma el profeta. Se está refiriendo al pecado: cuando el pecado toca una vida, la anula poco a poco. Los estragos del pecado no aparecen intempestivamente; en la mayoría de los casos, no. Son como los efectos que causa la lepra: en los tiempos bíblicos, el leproso solo percibía su mal cuando su carne empezaba a caer en pedazos; entonces, ya era demasiado tarde. El pobre hombre tenía que abandonar a la familia, a los amigos, el trabajo, en fin. Su futuro era confinarse, con los otros enfermos, en el valle de los leprosos.
En aquellos tiempos, no había remedio para la lepra. Hoy, ayer y para siempre, nunca habrá remedio humano para el pecado. No es solo un asunto de conducta o de comportamiento: es un asunto del corazón. Acompaña al pecador por dondequiera que vaya. La única solución es Jesús. Y él no empieza trabajando por fuera; la fachada es lo último que él restaura. Su maravilloso trabajo de salvación empieza donde está el nido del pecado: en la mente. Él te brinda una nueva mente, nuevas motivaciones, nuevos horizontes. Las cosas pasadas quedan enterradas para siempre, y la vida empieza a partir del encuentro con Jesús.
Recuerda bien esto, a lo largo del día. Y piensa en el planteo del profeta: "No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón