jueves, 23 de junio de 2011

UN PASTOR FORMIDABLE

Jehová es mi pastor, nada me faltará (Salmos 23:1).

El espectáculo había sido todo un éxito. Efusivos aplausos y muestras de halago habían resonado en el inmenso salón de aquel teatro, que abría sus puertas para recibir a tan famoso artista de la voz. Para concluir, se había anunciado que se recitaría el Salmo 23. Y efectivamente, de nuevo aquel orador elevó su voz de tal forma que el público, puesto en pie, lo ovacionaba como el mejor en su disciplina. Inesperadamente apareció un anciano, que ante el asombro de todos subió al escenario. De nuevo se escucharon las inigualables palabras: «Jehová es mi pastor, nada me faltará» y un profundo silencio inundó el escenario. Cuando el anciano terminó, no hubo aplausos, sino un sentimiento de reverencia y adoración, solo interrumpido por las palabras de aquel famoso orador: «Yo conozco el salmo, pero este anciano conoce, al Pastor».
Muchas son las personas que saben repetir de memoria este hermosísimo salmo. Seguramente tú serás una de ellas. Recuerdo cuando estaba en la sala de partos para dar a luz a mi primer hijo. Las cosas se habían complicado y los médicos decidieron utilizar el fórceps. Mi instinto de madre me hizo orar a Dios por mi bebé. Entonces comencé a repetir las palabras de este salmo. No recuerdo hasta dónde llegué, porque perdí el conocimiento, pero sí sé que Jehová no solo fue mi Pastor, sino el de los médicos al guiar correctamente aquel instrumento para que no le hiciera daño al niño. Una vez nacido mi bebé, también ha sido su Pastor.
Seguramente, has pasado por momentos en que necesitabas al buen Pastor. Jesús afirmó que él es el buen Pastor, y agregó: «Conozco mis ovejas, y las mías me conocen» (Juan 10: 14). Aunque las ovejas sean testarudas y se descarríen, Jesús no deja de ser su pastor.
Jesús quiere ser tu buen Pastor. Acepta hoy ser una oveja de su rebaño y acércate a él, para que conozcas su voz. Entonces podrás, como aquel anciano, afirmar: «Jehová es mi pastor, nada me faltará». En el rebaño de Cristo, hay un lugar para ti.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

CUIDADO CON EL DINERO

Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Lucas 16:13.

Uno de los errores más frecuentes de quienes deciden colportar consiste en pensar tan solo en el dinero. Muchos yerran en esto, porque al olvidarse del material evangélico que llevan, solo piensan en vender.
No es fácil conservar el equilibrio, ya que cuando el colportor tiene éxito, enfrenta la tentación de vender más para conseguir más dinero. No niego la importancia del dinero, pero señalo el peligro de salir a colportar para obtener dinero y no para esparcir el evangelio.
La obra del colportaje es evangelización "concentrada", es un puesto de avanzada de Jesús en territorios donde la iglesia no ha llegado. El colportor ha sido comisionado para llevar amor donde hay odio, paz donde hay conflictos, alegría donde hay tristeza; para mostrar y modelar a Jesús donde mora el pecado.
Los que reciben el mensaje no son los únicos que se benefician por esta tarea, ya que el colportor mismo se apropia de un sinfín de bendiciones y de una educación superior. "La mejor educación que los jóvenes pueden obtener la lograrán entrando en el campo del colportaje y trabajando de casa en casa" (El colportor evangélico, p. 49).
Y así, como en todas las tareas de la vida, la siembra realizada dará frutos espirituales y materiales. El dinero no es la razón del colportaje, sino una de sus consecuencias. Si tienes esto presente, puedes dedicarte al colportaje con dignidad.
Sé por experiencia que no es factible colportar y olvidar la cuota de la universidad, la ropa nueva y buena, los planes de matrimonio y algunos otros intereses económicos, pero recuerda que al realizar esta noble tarea persigues un fin redentor, y que el Señor satisfará tus necesidades.
Miles de personas viven hoy entre el dolor y la melancolía, viendo pasar la vida sin una esperanza consistente, sumidos en el pecado y la desesperación. Ellos te están esperando. Ellos anhelan recibir la bendita esperanza que Jesús te entregó a ti. No pases por la adolescencia y la juventud sin emprender esta tarea redentora, que el Señor recompensará con creces lo que hagas por la salvación de otros.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

TEN FE

Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Jueces 6:12.
Las 6:30 de la mañana. El despertador grita a todo volumen que ya es hora de despertar. Pero, ¡cómo! ¡Si él ni siquiera durmió! Se arrastra por la sala, para no despertar a nadie en casa. Las sandalias, deslizándose por el piso, parecen una multitud gritando al unísono: "No lo lograrás".
Las 7:30 de la mañana. Dentro del auto, mientras lleva a los hijos a la escuela, Pablo guarda silencio durante el camino. En el asiento trasero, los hijos juegan un juego electrónico portátil. En otros tiempos, les hubiese pedido que hicieran menos ruido; pero hoy no tiene fuerzas ni para eso. Por lo menos, ese ruido apaga un poco el grito de su corazón: "¡No lo lograrás!"
Las 8:00 de la mañana: hijos en la escuela; tráfico lento; en la radio, las noticias de la mañana, la previsión del tiempo... y, en el corazón, la ansiedad de quien tiene que presentar un proyecto nuevo a un grupo exigente de clientes. El material es bueno, la presentación en el proyector está bien lograda; pero, el temor continúa. Él sabe que, en el mundo de los negocios, un buen proyecto no es suficiente. La lucha es intensa, feroz; casi insana. Cualquier persona hace un buen proyecto; él necesita más que eso. Necesita aquel contrato. Pero, Pablo es un ser humano común, y tiene en su corazón las luchas comunes del día a día, el peso de la ansiedad, el fardo de la inseguridad, la inquieta pregunta: ¿Y si no lo logro? Pablo es, en verdad, la imagen de un hombre temeroso, con miedo, asustado.
El texto de hoy fue escrito para un hombre como Pablo. Un hombre que tenía un encuentro con personas difíciles, con gente a la que no le gustaba negociar; gente pesada. Y, en su desesperación, muestra que es todo, menos un hombre listo para la batalla. Gedeón cargaba en su corazón el mismo interrogante de Pablo y de muchos otros: ¿Acaso voy a lograrlo?
Tú eres un hombre valiente; el texto lo afirma. ¿Valiente? ¡Tanto Gedeón, como el Pablo de nuestra historia, nada tienen de valentía! Al contrario, ellos parecen inseguros, miedosos y ansiosos. ¡Pero, no es así como Dios te ve! La grandeza es la visión de Dios. En el texto de hoy, Dios tiene la visión de un Gedeón victorioso porque lo ve no como es, sino como será por el poder divino.
Al comenzar un nuevo día, clama a Dios. Entrégale tu vida, sal a la lucha con fe, ve al campo de batalla y vence. Pero, antes, recuerda: "Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón