viernes, 22 de abril de 2011

LAS HUELLAS

En el mar fue tu camino y tus sendas en las muchas aguas; tus pisadas no fueron halladas. (Salmos 77:19).

Siempre me ha gustado caminar por la orilla de la playa y ver como mis huellas, aunque fugaces, son testigos de mi estancia en ese lugar. El versículo de hoy habla de unas pisadas, testigos mudos de la travesía milagrosa del pueblo de Israel por el Mar Rojo. Este incidente me hace pensar en cuantas veces he tenido que atravesar mi propio Mar Rojo. ¿Te has encontrado tú también frente a tu Mar Rojo particular?
Creo que todas en alguna ocasión hemos tenido que dejar nuestras huellas en algún mar. Quizás ha sido el mar de la escasez económica, de la enfermedad, de la separación, de la traición... Sin embargo, es precisamente ahí donde resulta más importante buscar las huellas de Dios.
Pero algo aparentemente contradictorio sucede en esos mementos difíciles. Al parecer cuando miramos la arena de los momentos duros de la vida, solo vemos un par de huellas y, afligidas, lloramos y nos atormentamos pensando que estamos solas, que Dios se ha olvidado de nosotras y que no tenemos fuerzas para continuar. Si te has sentido así, para ti es la letra de esta hermosa canción: «Hay dos huellas en la arena / dibujadas a tu lado, / y al caminar por la arena, / cuatro huellas van quedando. / Pero, al llegar la tristeza / y el dolor tan solo quedan / dos huellas que son de Cristo, / que en sus brazos hoy te lleva. / Si te sientes sola y triste / por momentos en la vida, / piensa en Dios que está a tu lado / y de ti nunca se olvida. / Mas si dudas un instante / de su protección divina, / mira sus huellas benditas / dibujadas en la arena.
El texto de hoy señala que aunque las huellas de Dios no fueron halladas, el pueblo de Israel en todo momento sintió su presencia con ellos. No olvides que si caminas al lado de Jesús, no fracasaras, porque su camino puede ser escabroso, pero siempre es seguro. Dile hoy en oración: «Tómame, haz firmes mis pisadas y pon confianza en mí corazón.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LA DULCE SEGURIDAD DEL PERDÓN

El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Miqueas 7:19.

Todos los pecados son iguales a la vista de Dios. Su divina gracia derramada en la cruz hizo provisión para cubrir el pecado del rencor como también el del violador o asesino en todos los casos en que haya un verdadero arrepentimiento. No importa el daño que se haya hecho, cuan bajo se haya caído, cuan terrible sean las consecuencias, la sangre de Jesús es suficiente para limpiarnos a todos.
Pero para los seres humanos hay grandes diferencias entre un pecado y otro, no solo por las consecuencias sociales que tengan, sino también a nivel de la conciencia.
Un hombre que conocí en una clase de Escuela Sabática, pidió que oráramos por él y su sentido de culpa. Hacía muchos años, cuando vivía en un barrio peligroso de Buenos Aires, un hombre airado le apunto y le disparo con su arma. Como el también estaba armado, se tiró al suelo, dio un giro, y disparo con tal puntería que le dio a su agresor en la frente. Todo el asunto fue a juicio y la corte encontró a este hombre inocente, ya que el otro había disparado primero y el había actuado en defensa propia. Pero aunque el jurado lo hallo sin culpa, su conciencia no le daba paz por haber matado a un hombre. Muchas noches, después de aquel trágico suceso, revivía en pesadillas la escena del homicidio, y no sabía qué hacer para perdonarse y sentir alivio espiritual.
Dios no desea que nos encontremos en ese grado de angustia y desesperación por nuestros errores, y quiere que vivamos Felices sabiendo que podemos empezar de nuevo. Su amor, su misericordia y su perdón son tan infinitos como el mismo, y están al alcance de todos aquellos que con espíritu manso y humilde llegan a su trono de gracia. Todos los pecados tienen solución, todos pueden ser perdonados por Dios.
El profeta Miqueas procure ilustrar el perdón divino, y yo lo imagine del siguiente modo: Todos los humanos viajamos en un gran barco trasatlántico. Cada uno lleva sobre sus hombros una pesada bolsa de pecados, pero llega el Salvador y nos pide esa gran bolsa. Luego de tomarla en sus manos, la arroja "en lo profundo del mar". Esa bolsa se hunde para siempre y nadie tiene el poder para volver a tomarla.
El perdón divino también está a tu alcance, y el Dios de amor quiere concedértelo para que tengas paz y alivio espiritual. Nunca dudes de su perdón, porque el que realice la promesa se entregó por ti en la cruz para solucionar el problema del pecado.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿CUAL ES TU DON?

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. 1 Corintios 12:4,6.

El teatro en que Jerónimo se presentaría aquella noche estaba lleno. El hijo volvía a casa; retornaba vencedor y famoso. Al contemplar la platea, diviso rostros conocidos: amigos de la infancia, adultos que lo animaron a continuar la carrera, gente querida, expectante y ansiosa por oír el concierto.
La felicidad del joven pianista habría sido completa si hubiese podido ver a su padre. Lo busco con la mirada por todas las butacas, y no lo vio. Sería mucho desear. El nunca había estado de acuerdo en que el hijo estudiase música.
"Te vas a morir de hambre", le había dicho muchas veces; "tienes que ser médico, como tu hermano". Pero, Jerónimo nunca imagine sus manos cortando un cuerpo, aunque fuese para salvar vidas. Sus dedos, largos y delgados, se deslizaban por las teclas del piano, arrancando notas capaces de emocionar a los corazones más insensibles.
En pocos segundos, su mente viajo al momento triste de su partida, cuando salió de su tierra natal en busca de sus sueños. Todavía recordaba, con dolor, las últimas palabras del padre: "Vas a volver, un día, derrotado y pobre".
Sacudió la cabeza disimuladamente, se colocó frente al piano y empezó a volar en las alas de la música, como si estuviese en medio de ángeles. Fue una hora y media de suspiros, exclamaciones y aplausos. ¡Una noche de gloria, con sabor especial de nostalgia!
De vuelta en el camerino, mientras se enjugaba el intenso sudor con un pañuelo blanco, fue sorprendido por la voz del padre: "Perdón, Jerónimo. Vine solo para pedirte perdón". Como un relámpago se volteó. Allí, cerca de la cortina azul, el padre lo miraba, avergonzado y orgulloso. Avergonzado por el error que cometiera; orgulloso del hijo que, a pesar de los obstáculos, se transformara en un vencedor.
Dios es un Dios de muchos colores y muchas formas; de melodías infinitas y variedades sin fin. Dios es Dios. "Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo", dice Pablo. Trata de descubrir tu don, y respeta el don de los demás. Nadie es mejor que nadie; todos somos necesarios en el jardín de Dios.
Por lo tanto, no te desanimes, a pesar de las dificultades que la incomprensión humana pueda presentarte. Sigue el rumbo de tus sueños, seguro de que "hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón