martes, 8 de marzo de 2011

YO TE HICE

De la costilla que Jehová Dios tomó al hombre, hizo una mujer, la trajo al hombre. (Génesis 2:22).

Cuando te tomé en mis manos no eras más que una costilla, solo un hueso. Miré al hombre y vi la tremenda necesidad que tenía de un ser igual, a la vez que diferente. Miré entonces mis manos y pensé: «En lugar de una frente despejada, colocaré lirios que, mecidos por el viento, esparzan un aroma fragante». Y te coroné con una suave y hermosa cabellera. Tomé dos gotas de rocío y las dejé caer en tus ojos, como frescura de la mañana y sueño de la noche. Una rosa roja deposité en tus labios, coloreando tu sonrisa y tu voz. Le di a tu cuerpo las formas del viento y de la tierra. Coloqué en tu pecho la delicadeza de una flor, el canto de un ave, la fortaleza de una montaña y la luz del sol.
Tus manos cubrí con la fragilidad de un tierno polluelo y con la destreza de un águila en vuelo. En tu vientre encerré la bóveda del cielo con un pedacito de vida que coloque en tu seno. Vi tus pies fríos y desnudos y los cubrí de ensueños, para que dejasen profundas y tiernas huellas. Soplé sobre ti mi aliento, te tome de la mano y te levanté. Ansioso, desperté a Adán y le dije:
-¿Sabes qué es?
-No, Señor-me contestó él-. En toda tu creación no hay nada igual.
-¿Te gusta?
Entonces lo miré y, con un suspiro, me contestó:
-Si, Señor. Veo la frescura de la brisa, el oleaje del mar, la fragancia de las rosas, el terciopelo de las plantas, la profundidad de la tierra y la firmeza de las rocas. A todo lo anterior puse nombre, pero esta, ¿cómo se llamará?
-Piensa, Adán, estoy seguro de que encontrarás cómo debes llamarla.
Lo vi reflexionar. Parecía querer abarcar toda la creación con una sola palabra:
Mis oídos oyen Señor, Música divina.
Mis ojos contemplan Unidad en tu ternura.
Mis manos acarician una Joya deslumbrante.
Mi alma atrapa el hermoso Esplendor de una puesta de sol,
el limpio, fresco y puro Rocío de la mañana.
Entonces, lleno de emoción, le oí exclamar:
-¡MUJER se llamará!


Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AMOR A PRIMERA VISTA

Vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa... Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. 2 Samuel 11:2, 3.

¿Existe el amor a primera vista? ¿Pueden dos personas amarse, en todo el sentido de la palabra, sin conocerse? Las novelas, las películas y algunas historias de amor parecieran indicar que sí, que es posible amar de todo corazón solo guiados por la atracción física; pero la experiencia de muchos muestra que el amor llega a existir cuando dos personas se conocen.
¿Cómo se demuestra el amor? De muchas maneras, no solo con caricias y besos, porque las demostraciones que realmente valen son las que se producen en los momentos críticos. ¿Podrías llevar al hospital a las tres de la mañana a una persona que te gusta, pero que no amas? ¿Saldrías a trabajar todos los días para que otro gaste parte de ese dinero, solo porque te atrae? ¿Limpiarías el baño que usa también otra persona teniendo en cuenta que no la amas, sino que te gusta físicamente?
Estas preguntas tienen el propósito de que pienses en lo que realmente significa amar y en los sacrificios que se realizan, hasta con placer, cuando hay amor entre dos personas.
El versículo de hoy pareciera indicar que existe el amor a primera vista. Pero veamos las consecuencias terribles, fatales, en la vida de David por haber confundido el amor con la pasión. Él sintió "gusto a primera vista", no amor a primera vista. Puede haber un "gusto" a primera vista, un grado de atracción. La belleza física de la otra persona puede cautivarte y motivarte, pero eso no es amor. La belleza de una persona es pasajera, tan efímera como el tiempo, pero los atributos que posee interiormente serán los que te llevarán a amar a esa persona o rechazarla. Es verdad, la persona que amarás te debe gustar y te tiene que atraer, pero recuerda que el gusto y la atracción están muy lejos de ser amor.
Cuando el Señor te permita conocer a alguien que te atrae, tómate todo el tiempo del mundo para conocerlo interiormente, saber de sus gustos, de sus planes para el futuro y su relación con Dios. Si después de eso la persona continúa atrayéndote, permite que conozca tus sentimientos, y el amor crecerá en la medida que seas correspondido.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

EL QUE SIEMBRA, COSECHA

No oí engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Galatas 6:7.

Camina avergonzado, con las manos dentro del bolsillo de la casaca de jean, usada y maloliente. Los ojos, circundados por grotescas ojeras, y el cabello desordenado reflejan su espíritu abatido. Mientras se pierde, en medio de la multitud del centro de San Pablo, repite una y otra vez, como si quisiese castigarse con las palabras: "Lo mereciste; lo mereciste. Cosechaste lo que plantaste". Acaba de salir de la prisión, donde estuvo detenido tres días, por portación de cocaína.
Tres días es poco; hay gente que pasa años, en la prisión, por un acto de locura. Hay, también, personas que pagan con su vida las consecuencias de su conducta torcida.
Duele. Puede doler. Duele terriblemente. Pero, la cosecha siempre es proporcional a la siembra: "Siembra vientos y cosecharás tempestades", afirma el refrán popular. La Biblia advertía lo mismo, desde hace más de dos mil años.
Por inspiración divina, Pablo avisó a los cristianos de Galacia: "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Eran tiempos difíciles; el cinismo espiritual parecía oscurecer la transparencia del cristianismo sencillo. Hombres jactanciosos escondían su orgullo espiritual tras la capa de cristianos sinceros. Y hacían mucho mal a la iglesia. Desanimaban a los nuevos conversos, y los atribulaban con una montaña de obligaciones innecesarias.
Pablo dijo a esas personas que, aunque en el presente nadie podía juzgar sus propósitos, Dios lo sabía todo y les otorgaría, a su debido tiempo, la cosecha natural de su terquedad espiritual.
Pero, el consejo del apóstol sirve, también, para la cotidianeidad del ser humano que busca la felicidad: la cosecha de tristezas y de dolores es el resultado de la siembra de los mismos hechos... con dividendos.
Pero, si plantas actos de amor, Dios permitirá que la vida te recompense en abundancia; porque la cosecha es proporcional a la siembra. Para bien o para mal. Siempre. No hay cómo escapar de esta realidad.
Hoy es un nuevo día de siembra. Al salir de casa para enfrentar las tareas de este día, verás delante de ti la tierra, dispuesta a recibir la semilla. ¿Qué plantarás?
Que Dios ilumine tu vida. Que tu vida y tus actos sean una semilla de amor. Porque "no os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón