sábado, 26 de febrero de 2011

NINGÚN SOLDADO FUE CORTÉS

«El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre», Proverbios 27: 17.

El tren había emprendido su marcha. En una de las estaciones subió al tren una mujer mayor. Por supuesto deseaba sentarse, pero el vagón parecía estar lleno; caminó por el pasillo para ver si algún asiento estaba desocupado.

La dama avanzó. Sucedía que en ese tren viajaba también un grupo de soldados, acompañados por su coronel. Al pasar la anciana cerca de aquellos hombres, estos solamente la miraron y la ignoraron. Parecía que tendría que hacer el viaje de pie, pues no había asientos vacíos y nadie cedió el suyo.
De pronto se escuchó la voz del coronel:
-Señora, venga por favor, siéntese aquí.
La mujer sonrió, le agradeció y se sentó en el asiento que le ofrecían.
Varios soldados se pusieron de pie para ofrecerle su lugar al oficial que ahora estaba de pie. Iba a ser un privilegio para cualquiera de ellos que él aceptara sentarse en alguno de esos asientos. Pero simplemente anunció:
-Muchas gracias. He decidido permanecer de pie. Si no hubo lugar para esta mujer, tampoco hay para su coronel.
Hay que ser corteses con toda la gente, pero muchas veces nos olvidamos de los mayores. Qué hermoso es tratar con cariño, respeto y cortesía a estas personas, y en sus años de cansancio necesitan ayuda.
Es de personas educadas conceder el asiento a una persona mayor que tú, también a un discapacitado o a una madre que lleva a su hijo en brazos. Si se lo pides, Cristo te ayudará a actuar así.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

EL PERDON

Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás y no perdonaras a aquel lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? (Génesis 18:24).

«Yo me casé engañada. Él antes no era así». Frases como esta son comuñes en nuestros días. ¿Es que acaso esperábamos casarnos con alguien perfecto? ¿Existe esa posibilidad o debemos admitir que todos tenemos defectos?

Bien sabía Abraham que no hay nadie perfecto y que en el corazón de los hombres que viven separados de Dios no existe más que maldad. Pero a pesar de conocer la depravación de los habitantes de Sodoma y Gomorra, Abraham dialogó con Dios en busca de misericordia y perdón. ¿Por qué? Porque además de saber cómo es la naturaleza humana, Abraham también sabía cómo es la naturaleza divina. La pregunta que le hizo al Dios de amor que se preparaba para destruir, llega a nuestros hogares instándonos a meditar en el perdón.

Escucha la voz divina diciéndote: «Si tienes problemas en tu matrimonio, ¿le pondrás fin sin perdonar?». Puede ser que tú no tengas la culpa de lo que está sucediendo en tu hogar, pero piensa antes de actuar que el amor puede superar todo obstáculo. Tal vez consideras que tu pareja se merece que le pidas el divorcio, pero ¿sabes que los habitantes de Sodoma y Gomorra también merecían el castigo divino? Aun así, Dios los perdonó.

Cuando todo parece un continuo fracaso en tu vida matrimonial, en tus relaciones afectivas y sociales, ¿estás dispuesta a dialogar con tu Dios para que te enseñe a perdonar y a amar como él ha hecho contigo?

La Biblia asegura que no podernos amar a Dios si no somos capaces de amar a nuestros semejantes. Antes de criticar y condenar a tu pareja, antes de ciarte por vencida y alejar de ti el perdón divino, recuerda que muchos hogares se han salvado y muchas relaciones se han restaurado gracias al antídoto del perdón divino. No dejes pasar la oportunidad de beber esa dosis celestial que te mostrará la felicidad; porque el perdón le reconcilia con tu pareja, con tus hijos, con tus amigos c incluso con tus enemigos, pero sobre todo con tu Dios. Señor, concédeme tu perdón.


Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AMIGOS O ENEMIGOS

¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Santiago 4:4.

Uno de los grandes engaños que el enemigo de Dios procura introducir en el pensamiento humano es que es posible mantenerse neutral en medio del conflicto entre el bien y el mal.

En la Biblia se presenta otra situación: o somos amigos de Dios y enemigos del diablo, o somos amigos del diablo y enemigos de Dios. Para algunos, hablar en estos términos es ser inflexible o fanático, como si no fuera real este concepto o fuera algo negociable; pero más allá de tales opiniones lo que realmente importa es lo que sostienen las Escrituras, y ellas dicen que solo hay dos caminos: o somos amigos o enemigos de Dios.

Presta atención. Jesús en el sermón del Monte señaló que están los que tienen sabor y los insípidos, los que alumbran y los que no alumbran, los que guardan la ley y los que no la guardan, los que aman a sus enemigos y los que los odian, los que oran para ser vistos y los que oran para encontrarse con Dios, los que hacen tesoros en la tierra y los que hacen tesoros en el cielo, la puerta ancha o la puerta estrecha, el camino ancho o el camino angosto, los cimientos en la arena o los cimientos en la roca (Mat. 5-7).

¿Te das cuenta? Si no somos amigos de Dios, somos amigos de su enemigo. Esto trae a mi memoria a una alumna que no quería que su amiga tuviera otras amigas. Como era hija única y estaba acostumbrada a recibir toda la atención en su hogar, pretendía que su amiga fuera amiga de ella sola y de nadie más.

En términos humanos podemos tener numerosos amigos sin que eso nos convierta en enemigos de otros, pero en términos espirituales no es así. Por eso es importante analizar qué cosa o cosas nos atan a este mundo y pueden hacer tambalear nuestra amistad con Dios.

De parte del Señor está el ofrecimiento permanente de su amistad, porque todo lo que hay en este mundo pasará y dejará de ser, pero su amor incondicional es eterno. Jesús desea que su amistad contigo comience aquí en la tierra y continúe en el cielo, después que él venga a buscarnos. Acepta la invitación que él te hace: elige ser amigo de Dios siempre.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

TODO VIENE DE ÉL

Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Filipenses 2:13.

La noche avanza, y avanzan también sus pesadillas. Braulio no duerme. Fantasmas imaginarios invaden su noche solitaria, y la transforman en preámbulo de muerte. Siempre es así, desde los quince años, cuando empezó a usar cocaína. Ya pasaron siete largos años; tiempo de dolor, de promesas incumplidas, de lágrimas y de abandono.

Braulio sufre más al percibir el sufrimiento de sus padres; los ama, aunque ellos no lo crean. Daría la vida por verlos felices y orgullosos del hijo primogénito, pero no tiene voluntad. El vicio se ha apoderado completamente de él.

Pero, esta noche es diferente. El hombre que diserta en la televisión habla de esperanza, de restauración, de una nueva vida. Cuenta historias de vidas destruidas por los vicios, y de la manera maravillosa en que Dios restauró esas vidas. Y Braulio quiere creer, pero no puede. Ya creyó en tanta cosa, y nada dio resultado. Tiene miedo de seguir frustrándose, y engañando a sus padres; por eso decide cambiar de canal. Entonces sucede algo imprevisto: las cámaras cierran en el plano del rostro de la persona que habla en la televisión y, sin querer, el joven drogadicto se encuentra cara a cara conmigo, y oye mi voz:

-No eres tú; es Dios quien lo hará. Tus promesas son promesas de arena; tú no tienes fuerza de voluntad. Lo que estás sintiendo en este momento ya es el trabajo del Espíritu Santo, en tu corazón. Deja que Dios termine lo que está comenzando a hacer.

Y Braulio cree. Acepta el milagro divino, y continúa viendo el programa. Cuando termino de hacer el llamado, el muchacho se arrodilla delante de la televisión, y llora. "Señor", dice, "yo no tengo fuerzas; no soy nadie, no puedo ni quiero. Pero, si el querer y el hacer son tuyos, entonces opera el milagro en mi vida y libérame de este vicio".

Conocí a Braulio años después. Un día, mientras esperaba mi vuelo en el aeropuerto de Dallas, un joven elegante, maletín de ejecutivo en la mano, se aproximó a mí y me preguntó:

-¿Es usted el pastor Bullón?
Al oír mi respuesta, me abrazó con emoción, y me dijo:
-No sabe cómo agradezco a Dios porque aquella noche triste, de mi triste vida, él lo usó a usted como instrumento para traer esperanza a mi corazón.
Por eso, sin importar cuál sea la lucha que tú enfrentas, comienza este día seguro de que "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,
por su buena voluntad".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón