domingo, 28 de marzo de 2010

NADA COMO LA FAMILIA

Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos, salmos 84:10.

Raquel de Korniejczuk evoca este versículo mientras está sentada en el avión «de regreso a casa». Aunque, según dice, no va a su casa, sino a la de sus padres. Aunque no ha vivido con ellos en los últimos treinta y cinco años, todavía la considera como su casa. Allí es donde creció al lado de sus padres con todo su afecto, son tantos los recuerdos de la infancia y la seguridad de lo conocido. Hay pocas sensaciones más refrescantes que «ir a casa», «volver a casa», «sentirse como en casa», y «estar en casa». No importa cuan pobre o lujosa sea, la casa es el único lugar del mundo donde uno siente que realmente pertenece, donde hay seguridad.
David sabía lo que significaba estar en la casa y fuera de ella. Como fugitivo, muchas veces había huido de su casa por temor a su vida. Los estudiosos del texto bíblico creen que el Salmo 84 fue escrito en el exilio. Pero su autor, David, no añora volver a su casa con su familia, sino estar en la casa de Dios. Y lo expresa con figuras del lenguaje donde utiliza la hipérbole para enfatizar su idea: Un día en el patio de la casa de Dios es mejor que mil días en cualquier otro lugar de la tierra. Parece que el propio salmista se siente indigno de entrar en la casa de Dios, porque se conforma con estar afuera, a la entrada, en el patio. Es mucho mejor, dice David, ser un siervo en el santuario de Dios que ser honrado por los malos y perder la presencia de Dios en el Templo. ¿Qué tiene la casa de Dios para que sea tan apetecible una posición de siervo en sus espacios exteriores?
«El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha. Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!» (Salmo 84: 11, 12).
Así, al transitar las horas de este día, pon toda tu confianza en nuestro amante Padre celestial para vivir libre del temor.
«Es más seguro para ustedes estar donde Cristo dijo que él estaría». MJ 138

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

EL PODER DE LA INFLUENCIA

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloría del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu (2 Corintios 3: 18).

Un asunto tan trascendental como es el plan de salvación, tiene que tener implicaciones profundas en la vida de los que se acogen a él. Como este plan implica una relación personal, es imposible que el ser humano no salga afectado por ella. La relación es con la persona de Cristo.
Es imposible que tengamos una relación personal con él, y que no salgamos influidos por lo que él es. Se dice que un pensador griego dijo una vez: «Soy una parte de todos aquellos a quienes he conocido». Tratar con personas nos afecta de una forma u otra. Es una gran verdad que «hay misteriosos vínculos que ligan las almas, de manera que el corazón de uno responde al corazón del otro» (Consejos para maestros, padres y alumnos, p. 211). Una vez que nos hemos relacionado con alguien, ya no seremos los mismos de antes. Se nos dice: «Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o mal. Nuestra influencia tiende a elevar o a degradar; es sentida por otros, hace que los demás obren impulsados por ella, y en un grado mayor o menor es reproducida por otros» (Consejos sobre la salud, p. 418).
Esto que llamamos el poder de la influencia, es especialmente cierto en lo que respecta a nuestra relación con Cristo. Cuando conocemos a Cristo y su esfuerzo salvador, cuando intimamos con él y llega a ser un amigo personal, se convierte en una influencia poderosa en nuestras vidas. Su manera de ser y de pensar nos va a afectar profundamente. Si en verdad lo conocemos, ya no seremos los mismos.
Por el hecho de conocer el evangelio de Cristo y aceptar su ofrecimiento, hemos caído bajo la influencia de su vida. Esa vida nos va a cambiar para bien. No puede ser de otra manera. Creer en él nos ha colocado bajo la esfera de su influencia. Por eso vamos a considerar cuáles son las implicaciones que tiene para el ser humano ser objeto de la gracia de Dios. Eso lo consideraremos en los días que siguen. Que el Señor nos permita ser transformados a su imagen.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C