jueves, 4 de marzo de 2010

ROPAS NUEVAS

Asimismo vestiré de salvación a sus sacerbtes, y sus santos darán voces de júbilo (Salmo 132:16).

Había sido un largo sábado. Después de partir de mi hogar a las 8:15 a.m., había pasado a buscar a unos miembros de iglesia que necesitaban que alguien los llevara hasta la congregación, había llevado el desayuno a uno y controlado una herida quirúrgica a otro. Así que, después de todas las actividades del sábado: Escuela Sabática, Santa Cena y junta de iglesia, me sentía realmente cansada.

Después de la junta, tres de sus miembros nos quedamos para reflexionar sobre las actividades del día y algunos aspectos tratados en la reunión. Al poco tiempo Amireh, la hija de 4 años de edad de una de las damas, entró en la habitación, que también se utilizaba como aula y para otras actividades.
Al ver el montón de juguetes que había en aquel lugar, ella quería jugar. Después de varios "no" de su mamá, decidió que practicaría "prevención de incendios". Para cambiar su estado de ánimo le pregunté: ¿Qué harías si tus ropas se prendieran fuego?" Sin pensarlo dos veces la niña respondió: Conseguiría ropas nuevas".
Todas nos reímos de buena gana. Luego, le explicamos que lo que se debe hacer en esos momentos es acostarse en el piso y rodar, agacharse sobre las manos y las rodillas y gatear hasta salir de la habitación o del edificio en llamas. Esta pausa divertida nos ayudó a olvidar cuan cansadas estábamos.
Esto me hace pensar en lo que nos ocurre en la vida cristiana. Cuando nuestras ropas se comienzan a quemar por las pruebas que nos bombardean diariamente, es bueno saber que como hija de Dios puedo recibir vestiduras nuevas. Lo único que debo hacer es permanecer en contacto con él, leyendo su Palabra y meditando en él cada día. Espero ansiosamente el momento en que "esto mortal se haya vestido de inmortalidad" (1 Cor. 15:54).
Oro para ser humilde y, como hija de Dios, que esté dispuesta a aprender y permanecer con mi vista en él. Oro también rogando que nuestros pequeñitos continúen creciendo en los caminos del Señor, y para que, como a los santos, se les concedan las ropas prometidas en Apocalipsis 19:8: Ya ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino lino es las acciones justas de los santos".
Gloría P. Hutchinson
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

CONFÍA EN SUS PROMESAS

Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponemos a esa gran multitud que viene a atacamos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza! 2 Crónicas 20:12.

La exclamación que registra el texto de hoy es de Josafat, un rey de Judá que actuó con rectitud ante Dios. Durante su reinado hubo una crisis que estremeció Judá. Los amonitas y moabitas eran parientes de Israel, descendientes de Lot, pero habían caído en perversa idolatría. Estos pueblos se unieron para atacar a Judá. Formaron un gran ejército para pelear y destruir al pueblo de Dios. Esta guerra tenía implicaciones en el plan de salvación divino, la lucha del mal contra el bien.

El rey judío reunió al pueblo en el atrio del Templo. Con contrición y humillación oró al Señor, confesó su incapacidad para enfrentar al enemigo y su falta de estrategias para defenderse. Declaró su fe en Dios y dijo: «¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!». Después de orar al Señor, él respondió por medio del levita Jahaziel y les dijo: «La batalla no es de ustedes sino mía» (vers. 15). Enseguida, el profeta les dio un consejo: «Quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará» (vers. 17). Todos confiaron plenamente en Dios y su fe fue recompensada con una victoria total. No tuvieron que pelear, únicamente fueron a recoger los despojos.
Hoy debes confiar plenamente en Dios. En la lucha contra el mal, él es el único que puede vencer por ti, solamente él puede darte la victoria. Desarrolla la fe mediante la lectura de la Biblia y literatura cristiana, no olvides orar. Así llegaras a confiar en Dios ante las fieras tentaciones y las más rudas y difíciles pruebas.

¿Te has alejado de Dios? ¿Los problemas y tentaciones son superiores a tu fuerza? ¿No sabes qué hacer con tu vida? La invitación del texto de hoy es para volver los ojos a Dios. Como registra el autor de Hebreos: «Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Hebreos 12:2).

«Una confianza inflexible, una firme dependencia de Cristo, proporcionarán paz y seguridad al alma». IMJ 110.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

CRISTO RECIBIÓ EL CARGO

Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios (2 Corintios 5: 21).

La quinta característica de la justificación es que está basada en lo que Cristo hizo. He dicho que la justificación es imputada, es decir, acreditada. Se nos acredita a nuestra cuenta algo que no es nuestro. Este vocablo, dijimos, viene del mundo de los negocios. Siguiendo con esa imagen de las finanzas, diríamos que cuando algo se acredita a alguien tiene que haber un cargo correspondiente, a fin de balancear las cuentas. No sería justo que algo se acreditara a alguien sin que hubiera un cargo al respecto. Diríamos que ha habido una estafa, un mal manejo de las cuentas.
A nosotros, de acuerdo a la teología del Nuevo Testamento, se nos acreditó la justicia. Dios nos declaró justos y nos atribuyó justicia. Recibimos un crédito. ¿A quién se le cargó? Para que Dios sea un juez justo, tiene que haber un cargo correspondiente; de otro modo, Dios no sería justo.
Decíamos anteriormente que cuando Dios trató con el pecado, no lo hizo con el principio de borrón y cuenta nueva. No le dio una palmadita en el hombro a Adán y le dijo: «No te preocupes, aquí no ha pasado nada». De ninguna manera. De acuerdo a la justicia divina, el pecador debe morir. La Biblia lo dice claro: «Porque la paga del pecado es muerte» (Rom. 6: 23). Pero Dios tuvo compasión de los seres humanos porque el pecado se originó por un engaño. Dios nos dio otra oportunidad, pero para ser justo debía castigar el pecado. El Señor encontró la manera de darnos otra oportunidad sin violar su justicia. Su Hijo sería condenado por el pecado de la humanidad, y moriría en lugar del ser humano.
En otras palabras, y siguiendo con la imagen del mundo de los negocios, Cristo recibió el cargo que correspondía a nuestro crédito. A nosotros se nos atribuyó justicia, y a Cristo se le atribuyó el pecado con el castigo consiguiente. Cristo llevó nuestro castigo y sufrió la muerte que nos correspondía sufrir a los seres humanos. Como dice el profeta: «Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados» (Isa. 53: 5).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos

“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C