lunes, 18 de enero de 2010

UNA PALABRA DE AYUDA

Manzana de oro configuras de plata es la palabra dicha como conviene (Proverbios 25: 11).

Entré apresuradamente en la sala de descanso, dirigiéndome hacia la máquina expendedora para conseguir mi merienda, cuando me encontré con una situación embarazosa. Allí estaba Karen, sentada en la falda de Tom. Yo sabía (y sabía que Karen también lo sabía) que Tom era un hombre casado.
Tom era un persona sensible, inteligente y ayudadora que trabajaba en mi mismo turno, y me había ayudado a aprender mi trabajo. Me caía bien y hasta ese momento lo había respetado. No estaba segura de qué hacer. Completé mi compra y me fui tan rápidamente como pude.
Más tarde ese mismo día, Tom se sentó a mi lado en el comedor. Quería disculparse y tratar de explicarme la situación. Se explayó con muchos detalles en el tema de la ruptura matrimonial con su esposa y de cómo Karen se le había acercado. Sin embargo, me parecía que Karen se había metido en su vida de tal forma que le había facilitado la ruptura matrimonial. Habló por largo rato, contándome no sólo de sus problemas sino también de sus alegrías en la vida matrimonial. Cuando el período de recreo llegaba a su fin, me preguntó mi opinión, pero lo hizo de tal forma que me daba cuenta que esperaba que le diera mi aprobación en su relación con Karen. "Querido Señor, dame las palabras justas para esta situación". Oré y tomé la bandeja de comida para marcharme. Finalmente le dije: "Me parece que aún estás enamorado de tu esposa".
Al poco tiempo, Tom fue transferido a otro departamento y Karen dejó la compañía. Pasó un año hasta que lo volví a ver otra vez. Un día, a la hora del almuerzo, se acercó con un compañero de trabajo y nos presentó diciéndole a su amigo: "Esta es la chica de la que te hablaba. Sus palabras salvaron mi matrimonio".
Dios me había dado las palabras justas que Tom necesitaba escuchar para despejar la confusión que Karen había traído a su vida, volverlo al camino de la felicidad y la fidelidad con su esposa. La promesa de Dios hecha a Moisés: "yo estaré con tu boca" (Éxo. 4:15) es para cada uno de nosotros. Nunca sabemos cuándo necesitaremos hablar las palabras que podrán hacer una diferencia duradera.
Señor, que siempre pueda hablar las palabras de ánimo que tú me des para decir. Amén.

Darlenejoan MacKibbin Rbine
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

CONFIAR PARA DESCANSAR

En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú. Señor, me haces
Vivir Confiado. Salmos 4:8.

¡Cuánto cuesta dormirse al final de cada día! ¿No es cierto que a veces resulta muy difícil conciliar el sueño en medio de tantas presiones como nos toca soportar cotidianamente? Acostarse en paz, quiere decir que has tomado la decisión de descansar con la seguridad de que tienes al día todos tus asuntos pendientes. Cuando finalmente te vas a la cama, ¿cuánto te cuesta dormir en paz? ¡Cuánto gastan algunos en pastillas y terapias!
Hay una expresión de Jesús que siempre me ha llamado la atención a propósito de dormir en paz. En su última oración por sus discípulos, Jesús dijo: «He llevado a cabo la obra que me encomendaste» (Juan 17: 4). Yo me pregunto: ¿Cómo es que Jesús pudo decir eso? ¿No quedaba todavía una enorme tarea por hacer? Allí mismo en Jerusalén había muchos enfermos. Poco después de Pentecostés Pedro y Juan encontraron a un paralítico que acostumbraba pedir limosna a la puerta del Templo (ver Hechos 3: 1-10). ¿Acaso Jesús ya había sanado a todos los enfermos y dolientes? ¿Les había predicado a todos? ¿Había enseñado a todos? ¿Entonces cómo pudo decir: «He acabado la obra que me diste que hiciera»? (Juan 17; 4 RV95). Para tomar la decisión de ir a la cama hay que estar seguros de que la obra que Dios nos ha dado para ese día, no la que nosotros nos hemos echado encima con tanto afán, haya sido cumplida.
Jesús mismo nos dijo: «No se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas» (Mateo 6: 34). Esto se logra con una confianza plena en Dios y la seguridad de saber lo que en su Palabra nos indica qué es lo mejor para nuestras vidas.
Cuando era niño, mi madre me enseñó a terminar mi oración antes de dormir repitiendo: «En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me harás estar confiado» (Salmos 4: 8, RVA). Todavía recuerdo sus palabras cada vez que voy a descansar.

«Aquellos para quienes Dios es lo primero, lo último y lo mejor, son las personas más felices del mundo». MJ 35


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

MUERTE CONCILIATORIA

Y no solo esto, sino que también nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, pues gracias a él ya hemos recibido la reconciliación (Romanos 5: 11).

El carácter de la muerte de Cristo se revela también en la palabra "reconciliación". Este tema no se trata profusamente en el Nuevo Testamento, pero hay unos pocos pasajes que nos hablan de él. Esta manera de entender la muerte de Cristo se expresa con una nueva imagen tomada de la vida diaria. Las palabras" propiciación y expiación" que leyó ayer están relacionadas con el ámbito del santuario. La de hoy procede del mundo de las relaciones humanas.
Como sabe muy bien, no es fácil tratar con personas. Frecuentemente tenemos discusiones con cónyuges, familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Llevarse bien con la gente se torna una tarea ardua. Cuando entramos en enemistad con alguien, entonces se requiere la reconciliación. Luego pedimos o aceptamos el perdón, y la enemistad se resuelve. Decimos que nos hemos reconciliado.
Desde el punto de vista bíblico, los seres humanos nos hemos enemistado con Dios (Col. 1:21, 22). Cuando nuestros primeros padres cayeron en pecado, se apartaron de Dios. Se cumplió lo que dice la Biblia: «Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar» (Isa. 59: 2). Esto es lo que la Biblia llama enemistad con Dios. Por naturaleza éramos sus enemigos, y no teníamos el más mínimo deseo de solucionar ese problema.
Por eso, él tomó la iniciativa. Pablo dice: «Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo» (2 Cor. 5: 19). Dios, la parte ofendida, dio los primeros pasos para solucionar la separación con el ser humano. Envió a su Hijo para reconciliarnos con él. De este modo, los seres humanos ya no somos enemigos del Señor, porque Cristo fue el puente que salvó la brecha de separación que existía entre Dios y el hombre. Por eso dice Pablo que nos gloriamos en Cristo, ya que en virtud de su muerte ahora estamos reconciliados con el Padre celestial.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C