domingo, 22 de noviembre de 2009

LOS PEQUEÑOS DE DIOS

Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mi (Mateo 25:45).

La bondad en términos prácticos es nuestra inclinación para hacer bien a otros. Dios fue movido a bondad para con nosotros y por eso no escatimó ningún esfuerzo para nuestro bien. Ahora, el tiempo es nuestro enemigo. El amor de muchos se enfría, dice la Escritura, y desaparece el deseo de ayudar y aliviar a las personas necesitadas. El amor proviene de Dios, y si nuestra relación con él anda mal no será mejor con los que nos rodean.
En la vida de Jesús vemos su servicio a favor de aquellos que lo necesitaban. Aunque no todos reconocieron su necesidad. El estuvo allí para aquellos que reconocían sus carencias. Vivió para servir a pecadores, pobres, tristes, hambrientos, ciegos, sordos, mudos, endemoniados, enlutados, enfermos, orgullosos, desesperanzados, ignorantes de los celestial. ¡Maravilloso ejemplo! Ejemplo que deberíamos seguir todas, pues, Jesús se gozaba al mitigar el dolor y la necesidad de sus semejantes.
La bondad de Dios nos debería motivar a ser más compasivas entre nosotras. Estemos pendiente de lo que hacemos y no sigamos enfrascadas en nuestros propios deleites y ocupaciones. Miremos mas allá para no ser sorprendidas cuando el Maestro diga: «Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber» (Mat. 25:42). Cada día hay alguien que necesita de ti. Hay un hijo de Dios frente a tus ojos. Puedes seguir de largo, posponer esa visita y esa palabra de ánimo, dejar para más tarde tu presencia, no creer importante esa ayuda.
Únicamente tú tienes la respuesta de cual será hoy tu actitud hacia los demás. Hoy puedes decidir inclinarte a hacer el bien por amor a Aquel que expresó su bondad en el sacrificio de su Hijo. De tal manera que el Maestro pueda decirte: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mi» (Mat. 25:40).

Lorena P. de Fernández
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

EL DÍA DE LA DESTRUCCIÓN

No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día. Salmo 91:5.

El subir al autobús, Norma llevó a su hijo hacia la parte de atrás y tomaron asiento. Estaban junto a otra mujer. Cuando hubieron avanzado unos pocos kilómetros se escucharon disparos. El conductor recibió un balazo en la cabeza. Cayó muerto al instante y el autobús se detuvo bruscamente.
Las balas entraron volando por la ventanilla y fueron a dar a la mujer que estaba junto a Norma. Norma sintió una fuerte punzadas pero se acordó de las palabras del Salmo 91: «Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. […] Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos.
Un soldado armado con un machete subió por los escalones del autobús. Norma oró en silencio: «No me dejes, Señor, no permitas que te niegue».
Norma y su hijo eran los únicos pasajeros del autobús que seguían con vida. Los otros 47 habían muerto. El guerrillero iba derecho hacia ellos.
-¡Deténgase! Soy misionera adventista del séptimo día.
Norma sabía muy poco inglés, pero Dios hizo que hablara en esa lengua en lugar de la suya. Eso salvó su vida. Los soldados enemigos hablando en su propia lengua, el acento especial que tenían los miembros de la tribu la habrían descubierto y la habrían matado al instante. Al hablar en inglés, sus palabras no tenían ningún acento.
El soldado estaba sorprendido por la valentía de Norma pero consideró sus palabras y dijo:
-Entonces, lo mejor que puedes hacer es largarte de aquí.
Se dio la vuelta y salió del autobús.
(Continuará.)

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

SERVIR A JESÚS NO ES DESPERDICIO

¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios y dado a los pobre? Juan 12:5

Judas era un hombre que conocía el precio de cada cosa, y también de aquello que no tenía ningún valor. Con la eficiencia propia de un administrador, calculo de inmediato el monto del derroche de María. Al precio de hoy, el perfume derramado sobre Jesús habría representado un despilfarro de miles de dólares. Si no conociéramos el resto de la historia, consideraríamos legítima la queja de Judas. ¿Era aceptable su actitud? ¿Se podía llamar eso buena mayordomía?
Juan nos cuenta los motivos detrás de la queja de Judas. «Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón y, teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella» (Juan 12:6). No estaba preocupado por los pobres, sino por él mismo. El lima de su vida era “Menos para Jesús y mas para mí”.
La actitud de Judas no es muy diferente de la de muchas personas hoy. Como los fariseos, dan solamente lo que Dios requiere. Muchos se preguntan: « ¿Cuál es la cantidad mínima que puedo dar o hacer y seguir, pese a ello, considerándome cristiano?» Se va a la iglesia sin un sentido del deber, sin un profundo deseo de adorar; se lee la Biblia apresuradamente, y ni siguiera se tiene interés de información, y menos de transformación; se ora si queda tiempo, y se terminan sin comunión con Dios; se ponen algunas monedas en el plato de ofrendas si nos quedó cambio, pero no se ha puesto el corazón.
Frecuentemente, los que menos se interesan en servir y ayudar en la causa de Dios son los que se quejan y critican duramente, y sin contemplaciones, a los heraldos del evangelio en su lucha diaria por el reino de Dios. En cambio, los que menos critican o se quejan son los que trabajan con denuedo y son colaboradores generosos. Están dispuestos a tomar su trinchera en el conflicto cósmico que Cristo libra contra Belial.
Este era el caso de Judas. A él no le interesaban los pobres; los veía como una molesta carga social. Consideraba que se deleitaban en el ocio y que carecían de creatividad. Los motivos de judas eran egoístas. Se veía a sí mismo como merecedor de todos los reconocimientos y todo el respeto por sus actuaciones brillantes como gerente de la bosa del Maestro. Para él, todo acto altruista era un desperdicio, se quejaba e importunaba a Jesús con su pretendida astucia en el uso de los recursos. Unas horas después, el Salvador lo llamaría «hijo de perdición» o, literalmente, “hijo de desperdicio”.
Jesús es amor. Todo lo que le entregues será ganancia multiplicada por mil .No es ningún desperdicio rendirse a sus pies y prometer lealtad a sus nombre. Judas, se equivocó. Acierta tú.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.