jueves, 29 de octubre de 2009

OLVIDAR EL PASADO

Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús (Filipenses 3: 13, 14).

Dicen por ahí que las mujeres no sabemos olvidar. Eso nos hace mucho daño y nos impide disfrutar la vida que Dios nos da. Hoy quiero invitarte a olvidar. Te doy unos consejos para que olvides todo lo malo. ¿Qué debes olvidar?

  • Olvida tus fracasos. El apóstol Pablo se horrorizaba al recordar sus terribles actos contra la iglesia primitiva: él encarceló e hizo sufrir a muchos cristianos. María Magdalena se avergonzaba por la reputación que tenía delante de su familia, amigos y vecinos. El apóstol Pedro se arrepintió y buscó perdón por haber negado a Jesús. Y tú, amiga, quizás ahora mismo te encuentres atormentada por algún recuerdo que te quita el sueño. El recuerdo de un fracaso es como el ácido: destruye tu autoestima, mata las esperanzas y la felicidad. Pero el Señor ya te perdonó. ¡Olvídalo!
  • Olvida las ofensas. Todas somos sensibles a la crítica, el maltrato y el abuso. ¿Todavía tienes abiertas las heridas? Lo único que podemos hacer para superarlo es entregar estas cargas a Jesús para que nos sane con su poder y luego olvidar para siempre.
  • Olvida tus placeres pasados. La mujer de Lot miró hacia atrás a pesar de la advertencia divina. Cuando nos consagramos a Jesús tomamos la decisión de asirnos de su mano para resistir a la tentación y al pecado. Nunca te enorgullezcas de tus pecados del pasado. Ya no los platiques ni los menciones. Mejor olvídalos.
  • Olvida tus triunfos (logros). Quien acaricia sus logros, conquistas y éxitos, piensa más en sí mismo de lo que debería y vive vanagloriándose de sus triunfos del ayer. Es mejor recordar el poder que Cristo tiene para hacer milagros en nuestra vida. Es mejor olvidar todo eso para mantenernos humildes y reconocer que debemos toda honra y gloria al Señor.

Para llenar nuestra mente de nuevas experiencias y recuerdos necesitamos borrar algunas de las que tenemos. Que Dios nos ayude a lograr este propó­sito. Dios te guarde y te bendiga en todas tus actividades durante este día.
Sofía Mora de De Lima
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

NUEVO Y MEJOR

Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir. [...] Yo hago nuevas todas las cosas. Apocalipsis 21: 4, 5.

En clase hablábamos de si es o no correcto que la gente sea incinerada después de morir. —Si queman del todo a una persona, ¿cómo la resucitará Jesús, si ya no hay cuerpo? —preguntó alguien. Ahora, si tuviésemos que devolver a una persona a la vida, tendríamos un problema, Pero el Único que creó el universo de la nada está a cargo de la resurrección y no tendrá ningún problema en absoluto. Durante la Segunda Guerra Mundial, un bombardeo destruyó la Casa de los Comunes en Londres. La gente deseaba que el edificio recuperase su antiguo aspecto. Para que eso sucediera, los arquitectos necesitaban encontrar los planos originales. Pero Nadie sabía si existían. Por suerte, más de cincuenta años antes, hacia fines del siglo XIX, los planos habían sido confiados a un joven arquitecto. Cuando oyó que los necesitaban, los entregó y la reconstrucción se hizo de forma precisa. Cuando Jesús vuelva, no tendrá ningún problema para restaurar a sus seguidores. En la cabeza tiene "los planos" de cada uno de nosotros. Conoce todos los detalles de nuestro aspecto y nuestra personalidad. No importará si vivimos para ver su venida o si somos resucitados de la tumba. Sabrá cómo reconstruirnos. Hará que nuestro cuerpo sea nuevo y mejor, aunque reconocible para nuestros amigos y familiares. ¿Verdad que será emocionante ver cómo la gente cambia instantáneamente? ¡ Quién sabe qué otras sorpresas tiene planeadas!


Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

¿LLORAS POR LOS DIRIGENTES?

Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel. 1 Samuel 15: 35.

El profeta Samuel se había retirado a su casa en Rama, resuelto a no involucrarse más en los asuntos públicos y a vivir con cierta tranquilidad los años que Dios le diera. Además, aún tenía que atender a sus alumnos de lo que se ha dado en llamar la "escuela de los profetas", institución en la que se formaban muchos jóvenes promisorios. Sin embargo, inesperadamente, Dios envió a Samuel al poblado de Belén para ungir como rey a uno de los hijos de Isaí, una persona probablemente desconocida para el anciano juez de Israel. Samuel temió el peligro que suponía el cumplimiento de aquel encargo divino. Le dijo a Dios: «Si Saúl lo supiera, me mataría» (1 Sam. 16: 2). Como ya señalamos, se puede ver con claridad que Saúl se había convertido en un individuo peligroso y violento, dado a todo tipo de maldades, hasta el extremo de ser capaz de matar al profeta de Dios.
Dice la Palabra de Dios: «Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl» (1 Sam. 15: 35). Conviene que reflexionemos en este hecho asombroso. El Señor había rechazado a Saúl y «se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel» (1 Sam. 15: 35). Saúl se había convertido en un monarca caprichoso y malvado, poseído por un demonio. Y, sin embargo, Samuel lloraba por él.
¿Por qué lloraba el viejo profeta por Saúl? Lloraba porque lo amaba a pesar de su perversidad. Lloraba porque Saúl era un dirigente del pueblo del Señor, elegido por Dios y ungido con aceite santo. El profeta lloraba porque la caída de Saúl era un fracaso más que humano, de graves consecuencias para todos. Era un fracaso, por así decirlo, del pueblo de Dios. La caída de un dirigente es una tragedia para el pueblo. Los que aman a ese dirigente y confían en él experimentan una de las pruebas más grandes de la fe que un creyente puede soportar. La razón es que el pecado de un dirigente es diez veces más grave que el pecado de una persona normal. Por eso, cuando cae el pastor de una iglesia, por ejemplo, esta tarda diez años en recuperarse del trauma, del dolor, de la mala influencia y del desaliento que experimentó. Por eso lloraba Samuel por Saúl.
¿Lloras por los dirigentes del pueblo de Dios? Son tan elegidos por Dios hoy como lo fue Saúl en su día. Un dirigente del pueblo de Dios es muy importante para la iglesia. Cuando alguno cae, como cayó Saúl, el pueblo de Dios llora.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.