jueves, 8 de octubre de 2009

DIOS ESTÁ CERCA

Por lo tanto, el reinado de Josafat disfrutó de tranquilidad, y Dios le dio paz por todas partes (2 Crónicas 20: 30).

Era una fría mañana de marzo de 1995. La noche anterior, mi hija Keyla y sus amiguitos hablan estado felices, compartían sonrisas con Carlos, mi bebé de 7 meses. Pero esa mañana mi esposo se asomó a la cuna y vio a Garlitos con sus ojos cerrados. Algo extraño pasaba. ¡El bebé no se movía y no respiraba!¡Había muerto sin causa aparente! Un profundo dolor me invadió. No sé si hay algo más duro en la vida que contemplar el cadáver de un hijo. Creí que Dios me había olvidado y me castigaba despiadadamente. ¿Pero qué podía haber hecho para merecer este castigo? Había orado por un hijo varón, pero ahora simplemente ya no estaba. Quería morirme y empecé a preguntar a Dios por qué me había pasado esto. Me enojé mucho con él; no podía entender y le exigía respuestas. ¿Por qué a mi bebé justamente le había tocado la «muerte de cuna»? ¡Eso no era justo! Mi amiga Dulce se quedó conmigo dos semanas que fueron reconfortantes para mí. Escuchó mis quejas y mi enojo. Con toda paciencia me enseñó a encontrar a Dios en medio de la confusión y la tristeza, y claro, ¡Dios estaba allí! Él está siempre cerca de nosotros. El Señor se había preocupado de que no estuviéramos solos al pasar por esa enorme tristeza. Nuestro Padre celestial entiende nuestra necesidad cuando preguntamos «por qué». Dios entiende si nos enojamos, pero le entristece que dudemos, porque la duda nos impide recibir el amor que nos ofrece. Sin embargo, «.. .el momento de mayor desaliento es cuando más cerca está la ayuda divina» (El Deseado de todas las gentes, p. 487). Vivimos en este mundo en guerra constante entre el bien y el mal. Dios no nos ha prometido un viaje sin dificultades pero sí un desembarque seguro. Todavía no he recibido respuesta a mis porqués, pero ya no la busco. Mi confianza está plena en un Dios que no se equivoca, que es grande y que conoce mi vida. Dios me ha regalado dos hermosas hijas que me hacen inmensamente feliz. Si hoy te sientes triste, olvidada de Dios, ahogada en algún problema, ve a un lugar apartado, ora a Dios y pídele que te cubra con su manto de gracia. Eso calmará todo tu temor y ansiedad. Yo lo he comprobado. Dios está cerca, muy cerca.

Elizabeth Domínguez Hernández
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

UN TESTIGO DISPUESTO

Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. Marcos 16: 15

John Wesley fue el fundador de la Iglesia Metodista y uno de los grandes predicadores del siglo XVIII. Mientras andaba hada casa después de una reunión vespertina, un ladrón se le acercó por detrás y le dio un ultimátum. —Dame tu dinero o morirás. Wesley empezó a sacar los pocos objetos de valor que llevaba en los bolsillos. Cuando se los dio al ladrón añadió: —Amigo, sí alguna vez decides dejar de vivir de este modo, recuerda que Jesús vino a salvar a gente como tú. Murió para borrar tus pecados. El ladrón se fue con el botín y Wesley continuó su camino. Unos años después, mientras Wesley saludaba a las personas que habían acudido a un servicio de culto en la iglesia, un hombre esperó para hablar con él. —¿Recuerda la noche en que le robaron, hace unos años? —dijo. Wesley dijo que sí. —Bien, pues. Yo era el ladrón. Lo que me dijo esa noche se me quedó grabado en la cabeza. Descubrí que Jesús podía cambiar al peor de los pecadores. Ahora mi vida es completamente diferente. ¿Alguna vez sentiste que dar testimonio era una pérdida de tiempo? Quizá distribuiste alguna publicación, invitaste a gente a la iglesia o diste un estudio bíblico. Pero tomo no viste resultados inmediatos, pensaste que tus intentos de dar testimonio eran inútiles. Nuestra tarea no es convertir a las personas. Esa es tarea de Dios. Él solo nos pide que hablemos de él a los demás. Aprovecha todas las oportunidades de hablar de Jesús y comparte lo que hizo por ti. Luego deja que el Espíritu Santo haga el resto.
Tomado de La Matutina El Vieja Increíble.

EL PROPÓSITO DE DIOS EN EL PRESENTE

Y dijeron a Moisés: «¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto diciendo: "Déjanos servir a los egipcios"? Porque mejor nos fuera servir a los Egipcios, que morir nosotros en el desierto». Y Moisés dijo al pueblo: «No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis». Éxodo 14: 11-13.

Seguramente en algún momento habrás deseado volver a una época de tu vida en la que te sentías completamente feliz, posiblemente a tu infancia. Quizá seas de las personas que se quejan de su situación y de sus condiciones de vida actuales, así como de las cosas que las rodean. Si lo haces, nadie creerá que es por gusto o por rebelión, sino porque crees que aquellos tiempos eran mejores. Tal vez razones: «Me gustaría que el tiempo corriese al revés y volver a vivir aquel momento inolvidable de mi vida». Pero no era esa la razón por la cual el pueblo de Israel murmuró tantas veces contra Dios y contra Moisés. La razón era su rebelión y su maldad. Diez veces se rebelaron contra el Señor y contra Moisés. Y las diez lo hicieron sin razón. La murmuración que se menciona en nuestro texto de hoy es la primera; por eso Moisés les habló como lo hizo. Pero, con posterioridad, volvieron a rebelarse y a murmurar de forma insensata muchas más veces. Tantas, que Dios dijo: «¿Hasta cuándo oiré a esta depravada multitud que murmura contra mí? Diles: Vivo yo, dice el Eterno, que según habéis hablado a mis oídos, así haré con vosotros. En este desierto caerán vuestros cuerpos» (Núm. 14: 17). En una de esas ocasiones, Moisés llegó a expresar este deseo a Dios: «Yo solo no puedo soportar a todo este pueblo, que es pesado en demasía. Si así me vas a tratar, te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos, para que yo no vea mi mal» (Núm. 11:14,15). Las quejas de Israel en la experiencia de los años del éxodo, en el desierto, no eran como, las quejas de quienes recuerdan días mejores y quisieran volver a ellos. Eran quejas de un pueblo malo, perverso y depravado. Así son algunas de las quejas de la iglesia en la actualidad contra Dios y contra los dirigentes. Hay dirigentes que han llorado como Moisés, dirigentes que también pidieron a Dios que mejor les quitara la vida, porque la carga de administrar al pueblo de Dios les era pesada en demasía. ¿Te has quejado contra Dios y contra tus dirigentes últimamente?

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.