jueves, 24 de septiembre de 2009

DIOS TE HA PERDONADO Y DEBES CREERLO

El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad (Éxodo 34: 6).

Una de las razones por las que han aumentado las enfermedades mentales, que van desde la depresión hasta las más temidas como la esquizofrenia o paranoia, es que el ser humano ha dejado de creer en Dios y, por lo tanto, en su Palabra. La Biblia es clara al afirmar que Dios es amor y «en el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor» (1 Juan 4: 18). En otras palabras, mitiga los temores humanos. El miedo es la razón de muchas enfermedades mentales.
Los cristianos podríamos llegar a desarrollar el peor de los temores: el miedo a no ser perdonados y, por ende, el miedo a no ser salvos. Pero esto es absurdo porque la Biblia no se cansa de repetirnos que Dios nos perdona porque nos ama, hasta el punto de haber dado a su Hijo en rescate por nosotros. Una de las más bellas demostraciones de perdón la hizo Jesús a favor de una mujer que, a los ojos de sus acusadores, no merecía el perdón de Dios. El capítulo ocho del Evangelio de S. Juan registra que Jesús perdonó a esa pecadora y después menciona verdades tan profundas como que Jesús es la «luz del mundo», es el gran «Yo Soy», la verdad que nos libertará y que él era antes de Abraham.
Es admirable darse cuenta que Jesús quería preparar el corazón de sus oyentes con las palabras más hermosas jamás pronunciadas: «Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar». Así quitaba el miedo que produce el sentirse condenado a la muerte eterna y podían aceptar las otras verdades maravillosas que quería presentarles.
Pero la otra parte de la lección que debemos aprender es la que nos da la mujer «pecadora». Sí, aunque no lo creas, tenemos algo que aprenderle a una pecadora: creer que Jesús nos perdona. Él mismo hizo énfasis en la actitud de aceptar y creer en el perdón que se nos otorga, cuando dijo: «Pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán» Quan Q- 24).
Solo Dios y tú saben los pecados que has cometido, pero Jesús quiere otorgarte el perdón de todos ellos, solo debes seguir la fórmula: aceptar el perdón y creer que has sido perdonada. No puede ser de otra manera, pues el Señor es compasivo y bondadoso, mantiene su invariable amor a millares y perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado. ¿Tú lo crees?
Claudia Gabriela Hernández Solazar
Tomado de Manifestaciones de su amor

TEN CUIDADO CON LO QUE PIENSAS

Buen remedio es el corazón alegre, pero el ánimo triste resta energías. proverbios 17:22 
El hermano de mi mejor amiga se graduó en el instituto y fue a la universidad. Cuando volvió a casa por Navidad, dijo a su familia qué hacían los veteranos para iniciar a los alumnos que querían unirse a su hermandad. Los novatos eran llevados a una sala y sentados de uno en uno frente a una chimenea. El cabecilla de la hermandad sacaba un acero al rojo de las brasas.
Después de darse la vuelta, se dirigía al candidato. Cuando estaba cerca, alargaba el pedazo de metal. Al mismo tiempo, otro miembro de la hermandad tocaba el cuello del novato con un pedazo de hielo.
—No se lo van a creer —dijo Fred—, pero cuando sacaban el hielo debajo había una ampolla.
Si tomas un pedazo de hielo y te lo pones sobre la piel, la piel se te enfriará, pero no le saldrán ampollas. ¿Por qué les sucedía a los jóvenes que reunían a la fraternidad?
Cuando sentían el hielo en el cuello y veían el acero incandescente el cerebro enviaba un mensaje a la piel: «Te acaban de quemar. Protégete». Y el cuerpo respondía con una ampolla.
Esta historia demuestra la estrecha conexión que existe entre el cuerpo y la mente, lodo lo que pensamos tiene un efecto directo en el cuerpo.
Si permites que el enfado y los pensamientos negativos campen por tu cerebro serás una víctima más fácil para las enfermedades. Pero si piensas en positivo y albergas pensamientos alegres estarás mejor protegido contra las enfermedades. Hazte un favor y vigila tus pensamientos. 
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

DEJA QUE DIOS LO SEA EN TU VIDA

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Salmo 46: 10

Todos tenemos diversas necesidades que esperamos sean satisfechas, circunstancias que anhelamos cambiar con todo el corazón, peligros de los que necesitamos librarnos. La vida es una constante lucha, y cada uno tiene su versión particular del conflicto de los siglos. Ser cristiano es vivir en combate continuo. No obstante, ¿sabes cuál es uno de nuestros mayores problemas? ¿Sabes cuál es uno de los errores más comunes que cometemos los cristianos? El error de no dejar que Dios sea el Dios de nuestras vidas. Por alguna razón, tenemos la tendencia irrefrenable a defendernos nosotros mismos, a librarnos nosotros mismos, y a salvarnos nosotros mismos, funciones todas que le corresponden a nuestro Dios. Simplemente, no le permitimos que cumpla sus funciones oficiales: salvarnos de los problemas humanos y sobrehumanos, terrenales y celestiales, presentes y eternos. ¿Cuál es tu primera reacción cuando tienes un problema? ¿Buscar soluciones? ¿Cuál es tu primera reacción cuando afrontas un peligro? ¿Defenderte? ¿Luchar? Es la reacción natural del ser humano. Y, tristemente, la reacción natural también de muchos de nosotros como cristianos. Fue lo que hizo Jacob cuando luchó con el ángel de Jehová. Había orado pidiendo ayuda y liberación. Dios le envió la ayuda y la liberación que había solicitado, pero, cuando sintió la presencia de Dios, lo tomó por enemigo y comenzó a luchar con desesperación. ¿Por qué no discernió que era Dios el que había llegado y no un enemigo? Porque actuó humanamente. ¡Cuánta desesperación y cuántas lágrimas le costaron no permitirle a Dios que fuera el Dios de su vida! Las instrucciones de Dios eran: « «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra» (Salmo 46:10). ¿Por qué no siguió Jacob las instrucciones de Dios? Por la misma razón que no las seguimos nosotros: porque no tenemos toda la confianza que deberíamos tener en nuestro Señor. ¿Tienes problemas para los que esperas una solución? Como el pueblo de Israel frente al Mar Rojo, ¿necesitas urgentemente una salida? Arrodíllate hoy y di: «Señor, confío en ti. Yo sé que mis intereses son los que más importan a tu corazón. Mis penas, mis enfermedades, mis luchas, son tu prioridad. Ayúdame a estar quieto, y esperar confiadamente tu intervención. Aunque las cosas no salgan como yo espero, mantendré mi mente abierta y mi corazón confiado en que tú sigues dirigiendo mis pasos. Ayúdame a confiar implícitamente en ti».

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.