jueves, 3 de septiembre de 2009

DOMINAR EL RESENTIMIENTO

¿os que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar (Salmo 119: 165).

En méxico es famoso un dicho que dice: «El que se enoja pierde». Déjame decirte que eso es muy cierto porque, como leemos el versículo de esta mañana, los que aman a Dios tienen paz. Pero si tú tienes un resentimiento esto te lleva al fracaso y pierdes. Cuando te enfadas el propósito de Dios en tu vida se anula, ya que esto afecta tu vida física, mental, espiritual y hasta financiera. Leemos también que este versículo dice que no hay para nosotros tropiezo, es decir, nada ni nadie nos podrá ofender si no lo permitimos. Debemos saber que el insulto es externo, es decir, que proviene de alguna persona o comentario y eso no lo podemos detener, pero al momento en que eso externo llega a ti, se convierte en interno y es ahí donde podemos impedir que nos dañe. Sentiremos quizá dolor, pero éste pasará y no debemos dejar que pase más allá porque de lo contrario esa amargura y resentimiento van a echar a perder nuestra vida. Cuando estamos invadidas por el malestar nada en nosotras está bien y además imaginamos desgracias inexistentes. Nuestra mente vuela y comenzamos a chismear, a amargar a otros y a magnificar detalles que solo nos lastiman más. No permitamos que el espíritu de la ofensa crezca en nuestro corazón. Al perdonar nos purificamos y vivimos en completa paz, de lo contrario vivimos enojadas con Dios, con alguna persona o con alguna cosa y eso nos daña, ya que la ofensa detiene nuestro avance. Suelta esta mañana esa ofensa y di: «No permitiré que nada ni nadie me aleje de mi Padre celestial».

Patricia Velasco de Aguilar
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

ESCOGE TU SUFRIMIENTO

Ellos han escogido sus propios caminos. isaías 66; 3, WVJ

Hace unos años, Frank y Amy asistieron a nuestra academia de enseñanza secundaria. Seguían las mismas clases, pero no tenían los mismos objetivos. Frank quería pasárselo bien, así que no permitía que la escuela lo afectara en lo más mínimo. Por otra parte, Amy se esforzaba en todos los trabajos. Cada noche estudiaba, aun cuando todavía faltase una semana para el examen. Amy está a punto de graduarse en biología. Su objetivo es colaborar en la mejora del medio ambiente trabajando en el área de la ecología. Frank nunca acabó la secundaria. Trabaja en una fábrica, con un empleo mal remunerado y sin futuro. La disciplina, o su falta, los llevó donde hoy están. Nada que merezca la pena se consigue sin autocontrol. Si quieres ahorrar dinero, tienes que decirte no cuando tienes ganas de gastarlo. Si quieres estar en buena forma física, tienes que hacer ejercicio y comer los alimentos adecuados. Si quieres aprender a tocar un instrumento musical, tienes que ensayar. Estaría bien poder vivir divirtiéndonos todo el tiempo. Pero la realidad no es así. Como digo a mis alumnos: No puedes escoger si tienes que sufrir o no, pero sí puedes escoger cuando tienes que sufrir. Frank escogió divertirse primero y aplazar el sufrimiento. Pero su diversión no duró mucho. Cada mañana, cuando va al trabajo, siente e dolor de tener que soportar un trabajo que detesta. Amy aceptó el dolor de la autodisciplina. Ahora tiene el gozo y la satisfacción de alcanzar los objetivos que se había marcado. ¿Qué escogerás, el dolor temporal de la autodisciplina, o el dolor a largo plazo de vivir al momento?

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

¿DONDE VIVE DIOS?

¿Donde vive Dios?» Esta pregunta, que hacen con frecuencia los niños, ha sido de mucho interés a través de la historia de la humanidad. Durante mucho tiempo el pueblo de Israel tuvo la oportunidad de ver las manifestaciones del poder de Dios. Las veía a través de acontecimientos milagrosos que les daban la seguridad de que Dios estaba en medio de ellos. Aunque no sabían dónde vive Dios, sabían que no había un lugar físico en la tierra donde Dios habitara. La construcción del tabernáculo fue importantísima en la historia de Israel. El tabernáculo se convirtió en un centro de reunión entre Dios y su pueblo. Allí se podía observar una manifestación física de la gloria de Dios. Lo mismo ocurrió cuando terminó la dedicación del templo de Salomón en Jerusalén: «Y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová» (2 Crón. 7: 1,2). Pero, ¿será que Dios realmente vivía en aquel tabernáculo? Cuando Jesús encontró a la samaritana cerca del pozo, ella le preguntó acerca del verdadero lugar de adoración, el lugar donde Dios habita. Los samaritanos adoraban en un templo cerca de una montana, lejos del templo donde adoraban los judíos en Jerusalén. Jesús le respondió: «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren». Jesús dijo con toda claridad que la verdadera adoración se encontraba en nosotros mismos, no en un edificio. El mismo apóstol Pablo les dijo a los atenienses que «el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas» (Hech. 17: 24). La presencia de Dios cubría el tabernáculo por muchas razones que no podemos comprender; pero una de ellas era porque los israelitas, duros de corazón para creer, necesitaban un símbolo visible de la presencia de Dios. El Nuevo Testamento dice cuál es el lugar donde Dios habita. Dios habita en la ekklesia, pero en el idioma original esto no se refiere a un edificio, sino a cada uno de los miembros de la iglesia. Dios, de acuerdo a su promesa, habita con y en los miembros de su iglesia. Dios permita que al observar la forma de conducirnos en nuestra vida, nuestro prójimo llegue a la conclusión de que Dios, verdaderamente, habita en cada uno de nosotros

Tomado de la matutina Siempre Gozosos